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Una Pantera en problemas

La noticia de la semana pasada salió tan escueta como suelen ser las que ofrecen las autoridades federales en Puerto Rico cuando informan los hallazgos de un operativo relacionado con el narcotráfico: el boxeador colombiano Edison ‘Pantera’ Miranda, quien durante un par de años vivió y entrenó en la Isla, está incluido en una supuesta organización de 29 personas acusadas por un gran jurado federal “por cargos de conspiración para importar y poseer sustancias controladas y por lavado de dinero, entre otros delitos”.
A Miranda en particular, de acuerdo a la cita que se le atribuye al jefe de ICE en Puerto Rico, Angel Meléndez, se le atribuye el haber tenido dentro de esa organización la función de “llevar dinero de un lado a otro”.
También se explica que, al igual que otros cuatro miembros de la organización que aún no han sido localizados, ahora se le considera “prófugo de la justicia”.
De más está decir que la noticia me sorprendió y conmovió, además de hacerme desear que Miranda, a quien conozco como un tipo amigable y algo ingenuo en los tratos que había tenido con él durante su paso por el boxeo, sea víctima de una confusión o un malentendido.
Pero incluso en el mejor de los casos, es innegable que se trata de un percance más en una vida que ya ha tenido más de su cuota aceptable de contratiempos.
Para resumir, Edison, quien el 7 de enero cumplió 34 años de edad, nació en Buenaventura, Colombia, y fue abandonado por su madre cuando apenas tenía un mes de nacido. Luego su historia, repetida en numerosas ocasiones por los publicistas de los promotores cada vez que hacía una pelea importante, relata cómo se lanzó a vivir en las calles de Colombia a los nueve años al escapar de sus tutores, desempeñando varios trabajos -obrero de la construcción, matarife, campesino- hasta que a la edad de 14 años descubrió el boxeo y eventualmente se convirtió cuatro veces en campeón nacional aficionado de Colombia.
Pero luego de hacer sus primeras siete peleas como profesional en su país resolvió que las verdaderas oportunidades las recibiría peleando en el exterior, y de algún modo llegó ilegalmente a la República Dominicana.
Allí hizo 12 de sus siguientes 13 peleas y creció como prospecto aunque, según afirmaría después, su maneador -un reconocido manejador de boxeadores dominicano- lo explotaba aprovechándose de su estatus de ilegal, llegando hasta el extremo de exigirle que cometiera crímenes, incluido una orden de asesinato, bajo amenaza de que de lo contrario tramitaría su expulsión del país.
Todo salió a flote en 2004 cuando Edison se convirtió en el testigo estrella a favor del puertorriqueño Francisco Valcárcel, el presidente de la OMB, cuando este fue acusado en Santo Domingo por la supuesta violación de una menor de edad: la acusación se desplomó en gran medida cuando Miranda, quien había logrado regresar huyendo a su país, afirmó que él mismo había participado en la fabricación del caso por instrucciones de su manejador, quien estaba enemistado con Valcárcel, en un ardid para sacarle de la presidencia del organismo boxístico.
Poco después, Miranda viajó a los Estados Unidos, donde fue firmado por dos manejadores norteamericanos y se ligó a la empresa Warriors Boxing, de la Florida.
Gracias a su estilo agresivo y noqueador, su personalidad chispeante y una biografía que parecía escrita por un libretista hollywoodense, Edison, a quien sus manejadores enviaron a residir y entrenar aquí con José Bonilla en el gimnasio de la Escuela de Deportes de Carolina, se convirtió en una atracción de taquilla, peleó por el cetro mediano de la OMB -siendo víctima de un atraco ante Arthur Abraham en Alemania-, combatió por HBO por figuras como Kelly Pavlik y Lucien Bute y, en marzo de 2007, fue la figura semiestelar al vencer en un dramático combate eliminatorio de las 160 libras a Allan Green en la cartelera estelarizada por la defensa de Miguel Cotto ante Oktay Urkal en el Roberto Clemente.
Pero ya para entonces, según Valcárcel, Miranda se quejaba de que apenas le quedaba dinero cuando le hacían todos los descuentos.
“Si era verdad lo que me decía”, recordó recientemente Valcárcel, quien con el tiempo desarrolló una relación de amistad con el peleador, “sus dos manejadores se llevaban el 33% de sus bolsas, la Warriors otro 33, su entrenador el 10, y a él le sobraba como el 23%… de los que entonces tenía que pagar impuestos”.
Aparte de eso, según Valcárcel, “no tuvo una carrera bien llevada”.
“Recuerdo que en determinado momento él era el primer retador de Jermain Taylor para pelear por el título mediano de nosotros, y prefirieron ponerlo en una eliminatoria contra Pavlik”.
El nocaut en tres asaltos que recibió ante Bute en el 2010 al pelear por el cetro supermediano de la FIB fue su última pelea como contendor legítimo: aunque ganó su última pelea, celebrada en Colombia en septiembre pasado, ha perdido cuatro de sus últimas cinco y, luego de haber ganado sus primeros 26 combates con 22 nocauts, presenta actualmente un récord de 36-10 y 31.
“Edison se ha mantenido en contacto conmigo y, hasta donde yo sé, ha estado viviendo en la Florida estos últimos años”, agregó Valcárcel.
“Pero sé que económicamente no está bien: una vez me llamó para pedirme consejo y le recomendé que se consiguiera un trabajo; que si quería permanecer en el boxeo, podía ponerse a entrenar muchachitos o algo así”.
“Me da mucha pena si en verdad le está ocurriendo esto”, agregó, “porque tiene el mejor corazón del mundo”.

El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
(ceuyoyi@hotmail.com).

 

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