Una pelea dispareja
Al igual que en otros deportes, en el boxeo profesional a menudo suren anuncios de compañías promotoras que firman promocionalmente a un peleador, a una cantidad de años y hasta por una suma determinada.
Uno de los ejemplos recientes más impactantes fue cuando la compañía Matchroom Boxing anunció un acuerdo de $365 millones por 11 peleas con Saúl ‘Canelo’ Alvarez, un pacto según el cual al peleador se le garantizaban $35 millones por pelea y, adicionalmente, tenía derecho a escoger su rival.
Como era de esperarse, cuando Matchroom comprendió que no podía pagar esas bolsas por transmitir por DAZN las peleas de Canelo, en especial por la calidad de los rivales que este estaba escogiendo, la compañía trató de renegociar el contrato y, luego de que Canelo fuera a la corte alegando incumplimiento de contrato y al final quedó agente libre.
Cotto con Bob Arum.
Pero, naturalmente, casi ningún peleador tiene la fuerza negociadora de un Canelo Alvarez y, por lo regular, tiene que atenerse a lo que le diga la compañía promotora.
“No hay dudas de que en esa relación el boxeador tiene la parte más desventajosa”, dijo el Lcdo. Gabriel Peñagarícano, el otrora secretario general del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) que ha representando legalmente, y como negociador, a varios peleadores de primer orden: no solo a Miguel Cotto durante la mayor parte de su carrera, sino también a Timothy Bradley y Guillermo Rigondeaux, entre otros.
“Una empresa no puede dejar libre a un boxeador porque le da la gana, sino que tiene que haber unas causas”, explicó, “porque, si no, se expone a una demanda por incumplimiento de contrato”.
“Pero de todos modos las causas que pueda tener una empresa son muy flexibles: puede ser por perder una pelea… o sencillamente porque no está rindiendo como se esperaba encima del ring, por enfermarse, o por ser problemático”.
Ese podría haber sido el caso reciente del peso ligero de ascendencia boricua, Joseph Adorno, con marca de 14-0-2 y 12 nocauts, quien fue dejado libre por Top Rank después de que no pudiera hacer el peso para su última pelea luego de empatar en las dos anteriores.
“Yo no he leído el contrato de Adorno, pero me imagino que la empresa pudo dejarlo libre porque entendía que era problemático en ese sentido”, dijo Peñagarícano.
Pero la clave de todo es que, al contrario de los contratos multianuales que se firman en otros deportes, en el boxeo el atleta no tiene nada garantizado: incluso un contrato por muchas peleas y tantos millones podría acabarlo la empresa si el peleador se lesiona y no puede pelear más, o pierde una o más peleas y decae su valor original.
Y, por nunca ser contratos garantizados, el peleador no tiene derecho a recibir ni un centavo más: al contrario de como ocurre, digamos, con los contratos multianuales y multimillonarios de Grandes Ligas, que en múltiples ocasiones los equipos han tenido que seguir pagando por años después de que el jugador no ha podido jugar sin haberlo completado.
“En el boxeo es muy difícil que pueda ocurrir algo así, por la misma naturaleza del deporte”, dijo Peñagarícano, hijo del expresidente de la Comisión de Boxeo Profesional de Puerto Rico y actualmente miembro del Comité Ejecutivo del CMB, José ‘Toto’ Peñagarícano.
“En el boxeo no hay una liga como tal”.
Así, en vez de tener una unión que los represente en conjunto ante un organismo, todos los boxeadores son, en efecto, contratistas independientes.
“Sí tienen unos derechos”, agregó, sin embargo Peñagarícano. “Depende de la jurisdicción pero, en general, los contratos son de cuatro años, y, después que el contrato expire, el boxeador puede declararse agente libre”.
Aun así, el promotor goza de todas las ventajas: “Los contratos pueden tener cláusulas que los renuevan automáticamente, como el haber peleado por el título mundial”.
Mientras que si el promotor no cumple por lo estipulado en el contrato -que usualmente dispone la celebración de una cantidad de peleas por año y bolsas mínimas-, lo que representa una violación de contrato, la única opción que tendría el peleador sería ir a la corte… y esperar largo tiempo en lo que el caso se resuelve.
“Y por lo regular los boxeadores no cuentan con los recursos suficientes para hacer eso mientras se paralizan sus carreras”.
En el caso de Cotto, Peñagarícano recordó de que después que expiró su contrato con Top Rank, el boricua hizo varias peleas -todas como agente libre- con la Golden Boy Promotions, y luego de firmar un acuerdo promocional con Roc Nation que cesó en 2017, completó su carrera haciendo varias peleas más de gran magnitud, aunque todas como agente libre, con Top Rank -incluyendo la de Maravilla Martinez- y con Golden Boy.
“Claro, como agente libre, al poder negociar libremente, Miguel pudo obtener bolsas más grandes, porque no estaba atado a ningún promotor”, dijo.
En ese sentido, Cotto siguió el ejemplo de Félix ‘Tito’ Trinidad, tal vez uno de los pocos campeones que no tuvo que quejarse de maltrato ni de haber sido esquilmado por el promotor Don King, aunque en su momento, ayudado por la fiera representación del abogado José Nicolás Medina, Trinidad solo consiguió que Don King empezara a pagarle sumas millonarias luego de acudir a la corte en un intento por anular el contrato.
El pionero en ese sentido lo fue tal vez Sugar Ray Leonard, con su famoso abogado-representante, Mike Trainer, quien, como una de las máximas atracciones del boxeo de su época, hizo la mayor parte de su carrera como agente libre, negociando -y poniendo a competir entre sí- con los distintos promotores.
“No hay dudas de que un boxeador debe estar bien representado”, dijo Peñagarícano, “pero, lamentablemente, no hay muchos así”.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016.
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