Un gigante de sangre boricua
Puerto Rico no ha tenido muchos pesos completos verdaderamente grandes a través de su historia.
Que se sepa, hasta ahora, el villalbeño Carlos Negrón, con marca como profesional de 24-3 y 19 nocauts y de 6’6” de estatura, olímpico de 2008, era el único gigante boricua.
Pero acaba de salirle una fuerte competencia.
Su nombre es Steven Torres, tiene marca de 5-0 con cinco nocauts como profesional y está ligado a la poderosa empresa Premier Boxing Champions (PBC) de Al Haymon.
Y mide 6’7 1./2”.
“Me dicen el ‘nene chiquito’”, dijo recientemente Steven, de 23 años de edad, nacido y radicado en Reading, Pensilvania.
Pero enseguida aclaró que era una broma.
Los que estuvieron pendientes el pasado 21 de agosto de la transmisión de la cartelera de Las Vegas protagonizada por la pelea de Yordenis Ugás con Manny Pacquiao, también tuvieron la oportunidad de ver en acción a Steven, quien, con un peso de 250 libras, noqueó a los 2:33 minutos del primer asalto a Justin Rolfe (ahora 6-3 y cuatro).
Y luego también vieron cómo, luego de la pelea, Steven se arropó con la bandera puertorriqueña.
Su historia personal parece tener un poco de todos los países del Caribe.
“Mi madre es de Dorado (Puerto Rico) y mi papá cubano, aunque no se sabe dónde está y ella me crió como madre soltera”, dijo.
“Estuvimos viviendo un tiempo en Puerto Rico, cuando yo tenía entre tres y ocho años, pero mi madre decidió venir a los Estados Unidos y nos trajo aquí con mis tres hermanos”.
Hace unos años, Steven entró al gimnasio Star City Boxing, propiedad de quien es ahora su manejador: el dominicano Alexander Betances, criado en Nueva Jersey pero radicado en Reading desde 1986, donde tiene varios negocios.
“Yo no tenía ninguna relación con el boxeo, pero cuando el alcalde nuevo de la ciudad cerró un edificio que algunos muchachos de Reading usaban como gimnasio, un amigo mío estaba desesperado buscando fondos para abrir un nuevo gimnasio”, recordó Betances. “Yo le dije que tenía un edificio que no estaba usando, que fuera a verlo y me dijera si le servía para poner un gimnasio allí”.
“Y Steven llegó caminando un día, diciendo que quería boxear”.
La historia del joven peleador también es atípica: “El llegó a pesar 410 libras y se pasaba encerrado en su casa y deprimido”, dijo Betances, “pero un día dijo que estaba cansado de eso y empezó a entrenar por su cuenta con una máquina que tenía que estaba rota”.
“Pero no puedo darle crédito a mi gimnasio por la forma en que bajó de peso, porque él ya lo había hecho por su cuenta”, agregó.
“Ya antes había tratado de boxear, pero ahora quería hacerlo en serio”.
Luego de una cortísima carrera en el aficionismo, Steven se empató en el gimnasio con el entrenador mexicano radicado en Reading, Julio Cruz.
“Otro entrenador del gimnasio tenía conexiones con PBC y gracias a él firmé con ellos”, dijo Steven, a quien también asesora el veterano manejador y promotor de Pensilvania, Marshall Kaufman, quien fuera manejador del excampeón mundial boricua, Kermit Cintrón, también radicado en Reading.
“Como casi no peleé como aficionado, estoy aprendiendo sobre la marcha en el profesionalismo”, agregó el peleador. “Es por eso que vamos poco a poco: por ahora voy a seguir peleando a cuatro asaltos, aunque creo que pudiera pelear a seis si hubiera que hacerlo”.
Steven espera volver a pelear en noviembre.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016.
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