Willlie Lozado: una vida llena de recuerdos
En tiempos normales, Willie Lozado hubiese estado regresando a su casa en Indiana el domingo 3 de mayo, después de haber pasado otro momento esplendoroso disfrutando el fin de semana del Kentucky Derby en Louisville, Kentucky.
El clásico el hipismo mundial debió celebrarse ese sábado 2 de mayo pero, al igual que muchos otros eventos deportivos, fue suspendido debido al coronavirus y reprogramado para septiembre.
“Yo me mudé a Louisville como en 1987”, recordó el extorpedero de ascendencia boricua, nacido en Nueva York, que jugó brevemente en las Mayores con los Cerveceros de Milwaukee en 1984 y estuvo en tres equipos campeones de la liga invernal boricua a mediados de los ochenta, incluyendo a los Criollos de Caguas que conquistaron el campeonato de la Serie del Caribe en Hermosillo en 1987 en una de las series caribeñas más célebres de la historia.
“Para esta época, Kentucky normalmente está viviendo un momento de mucha emoción”, agregó, “de una efervescencia increíble”.
Cuando pertenecía a los Cardenales de San Luis.
“La primera vez que yo vine al Derby, no lo podía creer”, dijo. “Nada lo prepara a uno para la emoción que se siente en esos dos minutos de carrera”.
“Yo usualmente llegaba el viernes y me pasaba el fin de semana viendo las carreras mٞás pequeñas, locales, y compartiendo con muchas de mis amistades, algunos de los cuales tienen caballos… pero yo no”.
“Y apuesto… pero no mucho”, dijo.
La visita al Derby se ha mantenido intacta a pesar de que Lozado se mudó a Indiana a principios de los años 2000 por su trabajo.
“Trabajo desde hace 24 años con una compañía increíble, SEMEC”, dijo. “Es una compañía que fabrica piezas electrónicas para los ventiladores”.
“Ahora se nos ha encargado hacer unas piezas para los respiradores que se estٞán usando para los pacientes de esta crisis, porque se necesitan miles”.
Pero, al mismo tiempo, Willie, quien tiene ahora 60 años, se mantiene ligado de varias maneras al béisbol: “El año pasado regresé a Milwaukee invitado por el equipo”, dijo, “porque hicieron una reunión con todos los jugadores que han jugado con el equipo, y también fue algo increíble”.
En su único año en las Mayores, Willie, un jugador del cuadro de gran fildeo, bateó .271 con un jonrón y 20 impulsadas en 107 turnos al bate, con un equipo que ya contaba con un torpedero formidable: Robin Yount.
‘Drafteado’ por los Cerveceros en 1979, Willie luego fue canjeado a la organización de los Medias Blancas en 1985 y, ese mismo año, a la de San Luis, donde jugó en Triple A en Louisville.
Pasó a la organización de Texas en 1986.
“Después estuve un par de años jugando en una liga semipro, para veteranos”, dijo.
“Aunque nací en Nueva York, mi familia se mudó a Bayamón cuando yo tenía 12 años”, recordó, “y jugábamos en juegos de vecindario”.
“Recuerdo que alguien con quien jugué mucho fue con el papá de José Berríos, el pitcher de Minnesota”.
“Alguien que me ayudó mucho fue Milton Crespo”, dijo, mencionando al otrora destacado lanzador de Doble A.
“Pero los escuchas de grandes ligas no me prestaban mucha atención, porque no me conocían”.
La bola de los 18 jonrones.
Después de terminar sus estudios de tercer año de escuela superior, sin embargo, regresó a estudiar su cuarto año en Nueva York.
“Allí sí me conocían”, dijo.
Eventualmente fue ‘drafteado’ por Minnesota.
“Pero solo me querían dar $1,000”, dijo Lozado, un bateador derecho de seis pies de estatura que también se desempeñaba en segunda y tercera base.
“Así que les dije: esperen a ver lo que voy a hacer en la próxima temporada y después hablamos”.
Asi, después de estudiar un año de colegio en Miami Dade, fue firmado por los Cerveceros.
“Ya para entonces yo estaba listo para firmar”.
Para el 1981, ya estaba jugando en la liga boricua con los Indios de Mayagüez.
“Fue increíble porque mi abuelo era de Cabo Rojo y toda la vida había sido fanático de los Indios”, dijo. “El contaba que de joven iba a pie desde Cabo Rojo a ver a los Indios jugar, y cuando yo empecé a jugar allí él estaba increíblemente orgulloso”.
“Iba a vernos o, cuando no, oía todos los juegos”.
Dirigidos por Frank Verdi, los Indios ganaron el campeonato de 1983-84, jugando en la Serie del Caribe celebrada en el Hiram Bithorn, y otra vez en la campaña de 1985-86, dirigidos por Nick Leyva, cuando la Serie del Caribe se celebró en Maracaibo.
Entonces, para la temporada de 1986-87, Willie pasó a los Criollos, que se proclamarían campeones del Caribe en México en una serie memorable en la que el dirigente Tim Foli fue despedido a mediados de la misma por el gerente general Félix Millán, y su remplazo, el ‘coach’ Ramón Avilés, logró el campeonato en un juego de desempate contra la República Dominicana.
Fue una serie ganada a palo limpio –Candido Maldonado disparó cuatro jonrones y Carmelo Martínez remolcó٠ nueve carreras, por ejemplo-, y el equipo estableció una marca al disparar 18 bambinazos en siete encuentros.
Pero Willie guarda un recuerdo muy especial: “El último out lo cogí yo”, dijo, “y después hice que me la firmaran todos los que dieron jonrones en esa serie”.
“Recuerdo que cuando llegamos a Puerto Rico yo aparecí con esa bola en la portada de atrás del periódico”.
“Y todavía la tengo”, agregó.”Pero si cuento todo lo que pasó en esa serie tendría que hacerlo ‘off the record'”, dijo, riendo.
Junto a su hijo, Alex.
Lozado sigue viniendo a Puerto Rico.
“Trato de ir un año sí y un año no”, dijo. “Mis dos hermanos viven en el área metropolitana y mi mamٞá está en Boquerón y ellos me mantienen al tanto de lo que estٞá pasando en la Isla y gracias a Dios todos están bien”.
“Yo iba a hacer un viaje para esta época, pero no pudo ser”.
Actualmente, aparte de su trabajo, Willie, quien había sido su ‘coach’ en pequeñas ligas, se dedica a ayudar y a seguir la carrera de su hijo de 19 años, Alex Lozado, un torpedero y lanzador que está jugando colegialmente en el Gulf Coast State College.
“Para mí es increíble que mi hijo está jugando en la NCAA con una beca completa”, dijo.
“Ya es más grande que yo, y más fuerte”, dijo. “La verdad es que sí, que estos muchachos de hoy en día se preparan mucho mejor y tienen mucha más ayuda que en mi época, donde lo que hacíamos era gufear y andar en la calle cuando no estábamos jugando”.
“El es mucho mejor y tiene una mente mucho mejor que la mía que cuando yo tenía 19 años”.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016.
(ceuyoyi@hotmail.com).
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