El Diablo Manfredy ahora es un ángel
Desde mediados de los noventa hasta los primeros años de la década de los 2000, Angel Manfredy, apodado ‘Diablo’, fue uno de los peleadores más pintorescos y populares de la televisión norteamericana.
En una carrera que se extendió desde 1993 hasta 2004 peleando mayormente en las 130 y 135 libras, Manfredy, nacido en Gary, Indiana, de padres puertorriqueños, amasó un récord de 43-8-1 y 32 nocauts e incluso ganó un cetro mundial -el junior ligero de la poco reconocida World Boxing Union- cuando, el 22 de septiembre de 1998, derrotó por decisión unánime en el teatro del Madison Square Garden a John Brown, quien algunos años después le duraría 10 asaltos a Miguel Cotto en una de sus últimas peleas antes de ganar su primer cetro mundial.
Pero Manfredy conquistaría otras victorias de importancia: venció a excampeones mundiales como Jorge ‘Maromero’ Páez y Calvin Grove, y a sólidos contendores como Julio Díaz (cuando este estaba invicto) e Ivan Robinson, y, en su triunfo más sonado, dominó convincentemente y eventualmente noqueó en el noveno asalto a un ultra favorito Arturo Gatti el 17 de enero de 1998 en el Convention Hall de Atlantic City, en un combate transmitido por HBO.
Fue exaltado hace varios años al Salón de la Fama del Boxeo de Indiana y este año acaba de quedar seleccionado también para el de Illinois, aunque, por razones obvias, la ceremonia de exaltación -señalada para este 24 de abril-, tuvo que ser aplazada.
“Me siento muy honrado de esos dos reconocimientos”, dijo Manfredy días atrás en una conversación telefónica. “Yo siempre fui un peleador de acción y peleé en todas las telecadenas: HBO, ESPN, Fox…”.
“Mis peleas siempre conseguían los ‘ratings’ más altos”.
De padre nacido en Ponce y madre oriunda de Río Piedras, y casado desde los 16 años con Ivette, también boricua, Angel, aunque no habla mucho español, siempre se mostró visiblemente orgulloso de sus raíces puertorriqueñas.
Su torso, lleno de tatuajes, mostraba uno de la bandera boricua y “también la llevaba en mis pantalones”, recordó Manfredy, de 45 años de edad, quien ahora entrena boxeadores en un gimnasio de Hobart, Indiana, donde reside.
“Siempre representé a Puerto Rico, al igual que a los Estados Unidos”.
Manfredy en el gimnasio.
Y el primero de diciembre de 2000, en el MGM Grand de Las Vegas, en una transmisión por ESPN, noqueó en el quinto asalto al mexicano Carlos Alberto Ramírez, frente a uno de sus ídolos, Félix ‘Tito’ Trinidad, quien había sido invitado a promocionar por ESPN su pelea de la noche siguiente con Fernando Vargas.
“Es uno de mis peleadores puertorriqueños favoritos, igual que Cotto”, dijo Manfredy.
Aunque no visita la Isla desde hace años, en su época de boxeador activo sí llegó a venir en una ocasión y se pasó unos días en Ponce, donde incluso estuvo entrenando.
“Pero en algún momento, cuando termine esta crisis, me ustaría volver a ir de visita, con mi familia”, dijo.
En cuatro ocasiones disputó cetros mundiales de los organismos mayores, y en la última de ellas -el 9 de marzo de 2002 en Pittsburgh, la ciudad local de su rival- sufrió una controvertida derrota (las tres tarjetas estuvieron 115-113) ante Paul Spadafora, en un combate por el cetro ligero de la FIB.
Pero también fue noqueado en tres episodios por Diego ‘Chico’ Corrales en 2000, al disputar el cetro e las 130 libras del mismo organismo, y cayó por decisión ante Stevie Johnston en 1999 en una pelea por el cetro ligero del CMB.
Pero la que más le dolió fue el 19 de diciembre de 1998 en el Miccosukkee Gaming Resort de Miami, cuando cayó en el segundo episodio ante Floyd Mayweather, Jr., en un encuentro por el cetro superpluma del CMB.
“Esa pelea la pararon indebidamente”, dijo, repitiendo su reacción de entonces. “El me estaba tirando golpes, pero yo los estaba pasando y cubriéndome bien cuando, de pronto, el árbitro paró la pelea y yo me dije: ‘¿cómo?”
Pero Manfredy reconoce que obtuvo todos sus logros sin haber sido, por buen tiempo, un boxeador especialmente disciplinado.
“Lo hice todo: fiestée, usé drogas, mujeres”, dijo.
Según se dijo para esa época, llegó a sentirse tan deprimido que en determinado momento traté de suicidarse, pero logró superarlo al convertirse al cristianismo aproximadamente para cuando tuvo su pelea con Spadafora.
“Soy cristiano”, dijo Manfredy, quien tiene tres hijos -dos féminas, de 26 y 25 años- y un varón de 23, “que nació el día de mi cumpleaños”, y su hija menor sigue viviendo con él.
“Yo era el Diablo”, dijo finalmente, “pero ahora soy un Angel”.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016.
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