Momento triste para el voleibol
No es que yo haya visto mucho voleibol a lo largo de mi ya bastante larga carrera como periodista deportivo, pero sí he visto algunos juegos espeluznantes en los últimos años, encabezados -sin lugar a dudas- por uno de los partidos más emocionantes en los que haya estado presente: el choque final por la medalla de oro del Mundial Sub 20 femenino, celebrado aquí en 2015, cuando República Dominicana, liderada por una juvenil Brayelín Martínez, que luego serؙٟía premiada como la MVP del torneo, venció a Brasil en un choque que no solo se extendió a cinco sets, sino que los dos últimos se fueron a puntos extra (24-26 y 16-14).
Sin embargo, el jueves pasado, en el coliseo Antonio R. Barceló, de Toa Baja, tuve la oportunidad de presenciar un juego parecido, e impregnado de la misma emotividad, cuando, en el tercer choque de la Serie Final de la Confederación Puertorriqueña de Voleibol (COPUVO), las locales Llaneras derrotaron, también en cinco sets y también por 16-14 en el quinto parcial, a las Grises de Humacao, en un choque en el que tres de los sets se fueron a puntos extra.
Kanisha Jiménez, de Toa Baja.
Y el final no pudo ser mٞás inesperado: después de haber perdido los primeros dos sets, las Grises habían reaccionado con furia, ganando el cuarto parcial 28-26, pero perdían 15-14 un quinto set no apto para cardiacos-ni mucho menos para hipocondriacos- cuando el árbitro principal le aplic֘ó al dirigente Arnaldo Colón su segunda tarjeta por retrasarse en la entrega de posiciones, lo cual le dio el punto decisivo a las Llaneras.
Pero he de admitir que incluso mientras presenciaba lo que poco a poco despuntaba como un clásico, viendo a las jugadoras rodar por la cancha en su esfuerzo por llegarle a la bola y los intercambios imposiblemente largos y llenos de salvadas increíbles que que provocaban que los gritos del público fueran cada vez más agudos, había algo que me impedía disfrutar bien del espectáculo.
Y eso era la sensación, imposible de superar, de que posiblemente todos los allí presente podíamos estar viendo el penúltimo juego de voleibol femenino de nivel Superior en buen tiempo.
Porque, claro está, el partido, con el cual Toa Baja se fue arriba 2-1 en la serie prevista a un máximo de cinco juegos y por consiguiente podía ganar su segundo banderín consecutivo jugando el domingo como visitante en su propia cancha, se celebraba apenas un día después de que la Federación Puertorriqueña de Voleibol cancelara la temporada de la liga femenina que debía empezar el 24 de enero.
No vale la pena que yo repita aquí las razones para eso, ni volver a repasar los pormenores de un enredo cada vez más complicado relacionado con el proyectado regreso de las Pinkin de Corozal, que es lo que había provocado toda la crisis. Solo diré que para este lunes a las 7:00 p.m. el Copur había citado a la Federación y a los apoderados a una reunión como desesperada alternativa de última hora para tratar de superar el ‘impasse’, por lo que las esperanzas de jugar no habían desaparecido del todo.
Pero sí era palpable el pesimismo que se notaba en el ambiente, lo que creaba, claro está, una sensación agridulce: de cierta manera era como si los dioses del voleibol femenino hubiesen decidido dar una última muestra de la grandeza de su deporte, como para demostrarle a todo el mundo aquello que se estarían perdiendo en los próximos meses como consecuencia de un notable ejemplo de testadurez deportiva que a mí me hizo recorder la desastrosa huelga del béisbol de Grandes Ligas que destruyó temporada de 1994: en el esfuerzo de los dueños de equipo de llamar a capítulo a la Asociación de Jugadores, y de la Asociación de Jugadores por no ceder ante los dueños, ambas partes le ocasionaron al béisbol unos daños y unas pérdidas de fanaticada que tardaron años en recuperar, y nunca por completo.
“Todas las jugadoras estamos bien sentidas, pero también con algo de coraje”, dijo luego del juego del jueves Kanisha Jiménez, de las Llaneras, quien también milita con las Llaneras de la Liga Superior y fue la segunda major anotadora de su equipo con 19 puntos, detrás de los 23 de Génesis Collazo.
“Aunque sabíamos que llevaban un tiempo discutiendos esto, esto (la anunciada cancelación de la temporada) nos cayó de sorpresa… nos cogió en blanco, y está pasando a un mes del comienzo de la temporada”.
“Sabemos que es algo complicado y que las dos partes tienen sus puntos, pero tiene que haber un punto medio en el que se puedan poner de acuerdo”, agregó.
“Yo tengo la esperanza de que logren ponerse de acuerdo en esa reunión porque aquí no se afectan solo las jugadoras, sino toda la familia del voleibol: los terapistas, los dirigentes…”.
Pero más allá del impacto económico que pueda tener la segunda cancelación en tres años de la liga femenina -en 2018 no se jugó como consecuencia de María-, Kanisha recalcó el impacto emocional, no solo sobre las jugadoras y demٞás personal de los equipos, sino sobre la fanaticada en general.
“Esto no es solo un trabajo… esto es nuestra pasión”, dijo, aludiendo a la forma en que el público había disfrutado el juego que recién acababa de terminar.
“A la gente le gusta este juego”.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016.
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