El gran reto de Mikey García
En esta época, en la que incluso los supuestos grandes campeones de boxeo se la pasan defendiendo sus títulos ante peleadores de segunda, o subidos de las divisiones inferiores, es obvio que el caso de Mikey García representa una sorpresa mayúscula.
Durante toda la primera etapa de su carrera, el californiano de ascendencia mexicana siguió a la perfección la ruta común de los peleadores que gozan de la ventaja de estar ligados a una compañía promotora importante.
En su caso, Mikey estaba con la Top Rank de Bob Arum, y, al llegar al 25 de enero de 2014, parecía en los albores de convertirse en una superestrella: ese día, en el Madison Square Garden, retuvo su cetro junior ligero de la Organizacion Mundial de Boxeo (OMB) al vencer al mexicano Juan Carlos Burgos, quien tenía marca de 30-1-2 y 20 nocauts, para mejorar su propia a ca a 33-0 y 28.
Tenía 27 años de edad y ya había sido campeón en dos divisiones distintas, las 126 y las 130 libras, curiosamente destronando en ambos casos a campeones boricuas: Juanma López y Román ‘Rocky’ Martínez.
Reunía todo lo que un promotor como Arum probablemente le pedía todas las Navidades a Santa Claus cuando redactaba su cartita de regalos: era joven, bilingüe, apelando tanto al mercado hispano como norteamerricano y, para colmo, con una personalidad agradable y risueña y un estilo vistoso y noqueador.
Bien es verdad que Arum luego ha conseguido facsimiles parecidos en campeones como Vasyl Lomachenko y Terence Crawford, pero ninguno apela a mercados tan amplios como lo hacía Mikey.
Pero algo ocurrió: entrenado por su hermano mayor Robert -un excampeän mundial- y su padre, Eduardo, un legendario entrenador que comenzó a sonar cuando estaba con Fernando Vargas, Mikey se enfrascó en una disputa económica con Arum, al expresar su descontento con las bolsas que estaba recibiendo y entabló una demanda para tartar de salirse de su contrato.
Mientras la cosa progresaba en la corte, se mantuvo sin pelear dos años y medio, hasta julio de 2016, cuando al fin logró un acuerdo y quedó en libertad.
Es posible que esa larga pausa haya afectado su ascenso al estrellato, aunque desde entonces ha ganado otras cinco peleas, conquistando cetros en las 140 y las 135 libras al vencer a Adrien Broner y Robert Easter, Jr., para convertirse en un tetracampeón mundial a la edad de 31 años, con marca de 39-0 y 30.
Por un tiempo se le mencionó como posible rival de Lomachenko, en la que hubiera sido una pelea natural, pero era poco probable que Arum accediera a darle esa pelea después de todo lo que había pasado.
Pero entonces Mikey tomó una decisión inesperada, que de nuevo demostró que no tiene miedo de irse en contra de la corriente: firmٗó para retar por el cetro welter a Errol Spence, Jr., reconocido como uno de los mejores -sino el mejor- de los monarcas welter del momento.
Y la pelea, en la que Mikey, de 5’6” de estatura, se estará enfrentando a un zurdo de gran talento que mide 5’ 9 ½” y tiene marca de 24-0 y 21, está señalada para el 16 de marzo en el AT&T Stadium de Arlington, Texas.
“Sé que hay mucha gente a la que no le gusta esa pelea”, me dijo en estos días suj hermano, Robert, en una charla telefónica, “y, al principio, hasta mi papá y yo no la queríamos”.
“Pero después vimos que aunque Spence es un peleador muy bueno y muy fuerte, Mikey también lo es”.
“Con Mikey lo que sucede es que a él siempre le han gustado los grandes retos”, agregó. “Aunque ha sido campeón en cuatro categorías diferentes -lo cual es muy bueno- y aunque siempre ha conseguido el título ganándole al campeón, en todas esas peleas él era el favorito aunque era el retador, y él dice que por eso todavía no se siente verdaderamente campeón”.
“Por eso quería una pelea en la que supiera que nadie esperaría que él ganara, para que así una victoria significara mucho más para él”.
Una derrota ante Spence, en especial si de todos modos le hace una buena pelea, no le afectará mucho su reputación.
Una victoria, sin embargo, podría colocarle, de un solo salto, al tope de la lista de las principales atracciones del boxeo actual, y quizás hasta Arum tendría que venir a ofrecerle a Lomachenko o a Crawford para pelear con él.
No sabe nada el hombre, ¿eh?
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016.
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