A puño limpio el boxeo y el olimpismo
El olimpismo internacional rectificó uno de sus más graves errores al permitir que el béisbol regrese a los Juegos de Verano en 2020 después de eliminarlo de la competencia para el evento de 2012.
Pero el organismo está amenazando con eliminar al boxeo tan pronto como en los Juegos de dentro de dos años en Japón.
Claro, se trata de dos situaciones que, aunque igualmente de estúpidas, en el fondo son muy diferentes.
Con el béisbol sucede que los líderes del olimpismo han tenido serias reservas al poner en duda su verdadera ‘internacionalidad’ -es decir, solo se practica en América y Asia y, crecientemente, en Australia y Europa, al contrario del universalmente reconocido deporte invernal del ‘curling’, ese que se juega con un individuo abanicando una especie de palo de hockey sobre una especie de olla de presión mientras esta va deslizándose sobre un tempano de hielo, un deporte que en cierta forma practican todas las amas o amos de casa del mundo cada vez que tienen que barrer o mapear.
Pero lo que condujo que el olimpismo ponchara ak béisbol después de haberlo tenido vigente desde los Juegos de 1992 hasta los de 2008, fue que las Grandes Ligas tontamente se negaron a detener su temporada durante varias semanas en pleno verano con tal que los mejores jugadores pudieran estar aspirando a ganar medallas por amor al arte… y beneplácito de los bolsillos olímpicos.
Con el boxeo el olimpismo también ha tenido serios reparos, considerándolo por encima de todo demasiado violento. De cierta manera ha sido un milagro que nunca prosperara, al menos hasta ahora, alguna propuesta para que el boxeo sufriera grandes cambios y en la modalidad olímpica se practicara con almohadones rellenos de algodón en vez de guantes convencionales.
Y que en vez de contar hasta 10 en los ‘knockdowns’, el árbitro se pusiera a rezar el Ave María.
Pero el principal reparo -y lo que tiene al boxeo ahora al borde del nocaut, olímpicamente hablando-, no es la violencia, sino a una preocupación por supuestos actos de corrupción de algunos de sus líderes.
Por esa razón renunció el año pasado a la presidencia de la federación internacional el chino Ching-Kuo Wu. Pero lo que luego empeoró la situación fue que el olimpismo considera que su designado sucesor, el empresario uzbeko Gafur Rakhimov, nombrado interinamente el 28 de enero, es todavía peor, y suspendió hasta nuevo aviso toda la ayuda económica que antes le daba a la AIBA (Asociación Internacional de Boxeo).
El domingo pasado, finalmente, el presidente del COI, el alemán Thomas Bach, anunció que el organismo evaluará ahora la permanencia del boxeo tanto para las Olimpiadas Juveniles de octubre en Buenos Aires como las Olimpiadas de 2020.
Debe señalarse que no es la primera vez que el boxeo ha recibido un conteo de protección: luego de las Olimpiadas de 1988 en Corea del Sur, el COI amenazó con sacarlo por entre las cuerdas cuando se descubrió que en esos Juegos los árbitros y jueces recibieron regalos de todo tipo para comprar sus apreciaciones en cada pelea.
Fue entonces cuando el boxeo internacional, en plena desesperación, tomó por un tiempo la decisión de eliminar a los jueces votantes y de poner en su lugar aquellas maquinitas de contar golpes automáticamente que tampoco sirvieron, a la larga, para despejar muchas dudas.
Como sea, no deja de resultar curioso que ahora el boxeo -uno de los deportes de más amplitud mundial, y de más ilustre historial deportivo-, corra el peligro de irse a casa para los Juegos del 2020, cuando para ese mismo año el olimpismo ha aprobado el debut de deportes como la patineta, el surfing y la ‘escalada’.
Este último deporte, seַgúַn se dice, “consistirá en dos competiciones para hombres y mujeres donde se combinarán las técnicas de búlder (escalada lateral en muros o rocas de hasta ocho metros de altura), velocidad y apertura de vías”.
Tal como se describe, algunos empleados de la AEE ya estarían listos para ir por, la medalla de oro en cualquier momento, por no hablar de la gran cantidad de escaladores experimentados con que contamos para gran orgullo de nuestra isla.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016.
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