Nueva era en el béisbol
No es raro que en cualquier evento deportivo de gran magnitud en algún momento salga a flote el racismo… o las acusaciones de racismo.
En la Serie Mundial de este año, por ejemplo, el gran incidente fue la supuesta burla con connotaciones raciales del cubano Yulieski Gurriel, de los Astros, cuando, luego de conectarle un cuadrangular en el cuarto partido de la serie al lanzador japonés de los Dodgers, Yu Darvish, al regresar a su ‘dugout’, riéndose, se alargó los ojos con los dedos para imitar sus ojos ‘achinados’ y lo llamó ‘chinito’.
No voy a entrar aquí en la validez del revuelo creado por este gesto, captado por par de segundos en la television y hecho en el interior del ‘dugout’, ni la validez de la suspensión de cinco días que le aplicó el béisbol de Grandes Ligas a Gurriel, para cumplirla al comienzo de la próxima temporada. Sin embargo, lo que me resulta significativo es que se trató de un asunto racial que no involucró, para variar, a un blanco americano y a un afroamericano.
Puede haber sido pura casualidad, pero, también, puede haber sido producto de la nueva realidad demográfica del béisbol de las Mayores: en esta Serie Mundial, por ejemplo, aunque había jugadores venezolanos, japoneses, cubanos y puertorriqueños -cinco, si contamos al Más Valioso de la Serie, George Springer, de madre boricua-, solo estuvieron activos dos jugadores afroamericanos: uno de ellos fue el jardinero suplente Cameron Maybin, de los Astros, y el otro el propio Springer, de padre afroamericano.
En fin, el que los dos mejores equipos de Grandes Ligas, ambos ganadores de más de 100 juegos en la temporada regular, tuvieran una representación tan mínima de afroamericanos, y que uno de ellos -los Dodgers de Los Angeles-, la organización bajo la cual Jackie Robinson rompió la llamada barrera racial en 1947, no tuvieran siquiera uno, con la excepción parcial de su dirigente, Dave Roberts, de padre afroamericano y madre japonesa, sirve para remachar la realidad de que cada vez son menos los peloteros afroamericanos en las Mayores.
De hecho, un escrito reciente escrito por Paul Hagen de MLB.com, reveló que, a comienzos de temporada, solo el 8.5% de los jugadores que aparecían en los ‘rosters’ activos eran afroamericanos.
En 1975, por contraste, se decía que el 27% eran afroamericanos.
El artículo, de paso, se basa en un estudio de Mark Armour, miembro de la Sociedad para Investigaciones del Béisbol Norteamericano (Society for American Baseball Research), quien, curiosamente, halló que la cifra de 27% dada comúnmente no era correcta.
“Lo que descubrí en mi estudio es que la cantidad de afroamericanos en las Mayores nunca llegó a ser de más de 19%”, dijo Armour en el artículo. “Lo que pasa es que antes, y por lo menos hasta 1986, no se hablaba de afroamericanos, sino sencillamente de peloteros negros, y se incluían a los negros latinoamericanos”.
La popular mención de que los Piratas de Pittsburgh en una ocasión, el primero de septiembre de 1971, fueron el primer equipo en contar con una alineación compuesta exclusivamente por negros, comprueba esta versión: entre los ‘negros’ de esos Piratas no solo estaban el lanzador Dock Ellis y el toletero Dave Parker, sino cuatro latinos: Clemente, los panameños Manny Sanguillén y Rennie Stennet y el cubano Jackie Hernández.
Según Armour, el ,porcentaje de entre 18 y 19% empezó a declinar a mediados de los noventa, y ya para 2004 o 2005 apenas alcanzaba los 8% o 9%, como ahora.
Por años han surgido varias teorías para explicarlo, destacándose, por ejemplo, el que los atletas negros prefieren el ‘football’ o el baloncesto.
Armour, según el artículo, no tiene una explicación tan sencilla: “No sé a qué se debe”, dijo. “Quizás fue por Michael Jordan… o tal vez sea el que cada vez son más los peloteros extranjeros -latinos o asiáticos- que llegan a las Mayores, porque el número de peloteros blancos también está disminuyendo”.
La mención a Jordan, me imagino, se debe a la creencia de que la superestrella de la NBA tuvo un impacto tan grande sobre la sociedad que inspirٌó que miles de jóvenes afroamericanos quisieran seguir sus pasos en el baloncesto, en vez de irse para el béisbol.
A pesar de que, irónicamente, Jordan dejó el baloncesto y trató de jugar béisbol en las postrimerías de su carrera.
Lo que impacta ahora, sin embargo, es que por lo menos antes, aunque el porcentaje solo fuera de 19%, los afroamericanos parecían acaparar una proporción desproporcionada de superestrellas con Mays, Aaron, Banks, Jacksonm Frank Robinson y tantos más, y luego, aunque el porcentaje de afroamericanos rondaba el 9%, por lo menos muchas de las gran des estrellas del béisbol eran afroamericanos: Bonds, Sheffield, Fielder, etc.
En la Serie Mundial del año pasado, los campeones Cachorros de Chicago contaron en su ‘roster’ con cuatro afroamericanos -los jardineros Jason Heyward y Dexter Fowler, el torpedero Addison Russell y el relevista Carl Edwards Jr.- pero ninguno era precisamente una estrella.
Y, en general, esa parece ser la tónica en el béisbol a la altura de 2017, tan bien ejemplificado por lo visto en la pasada Serie Mundial: los latinos o descendientes de latinos predominan, incluyendo a Altuve, Correa, Lindor, Giancarlo Stanton y Gary Sánchez, mientras que Mike Trout, Aaron Judge, Clayton Kershaw y tantos más, todos blancos, despuntan como las máximas superestrellas del deporte.
Los afroamericanos del béisbolm entretanto, ahora busca desesperadamente no ya a su Michael Jordan, sino, tal vez a su Lebron James.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad. Acaba de publicar su primera novela publicada, El último kamikaze, ganadora del Premio Nacional de Novela del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
(ceuyoyi@hotmail.com).
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