Lomachenko el grande
Con su actuación del sábado por la noche ante el descendiente de boricuas Jason ‘El Canito’ Sosa, el ucraniano Vasyl Lomachenko, apenas con marca de 8-1 y seis nocauts, provocó un nuevo alud de elogios y de afirmaciones de que debe ser considerado el mejor ‘libra por libra’ del boxeo actual.
El dos veces campeón olímpico, que ya anteriormente fue monarca pluma de la OMB, revalidó sin problemas su cetro de las 130 libras del mismo organismo, al apabullar durante nueve asaltos a Sosa (ahora 20-2-4 y 15 nocauts), hasta que la esquina de su rival, un excampeón de la AMB, optara por parar la acción luego del noveno episodio.
Tal como se esperaba o incluso se temía, Sosa exhibió fortaleza, buena condición y una reserva inagotable de tesón y deseos de triunfo, pero pudo hacer muy poco frente a un zurdo de técnica impecable, con grandes movimientos de piernas y un ataque constante y preciso con ambas manos, tanto con contundentes golpes al cuerpo como con relampagueantes combinaciones.
Para colmo, Lomachenko también demostró buena quijada -Sosa, considerado un buen pegador, apenas lo hizo inmutarse en las pocas condiciones en que llegó a conectarle-, y una energía interminable.
“Ahora mismo”, dijo el legendario excampeón Bernard Hopkins, uno de los comentaristas de la pelea transmitida por HBO desde Oxon Hill, Maryland, “yo no tan solo no veo a nadie que pueda ganarle en las 130 libras, sino hasta en las 135”.
Sin embargo, no me parece que catalogarlo como el mejor ‘libra por libra’ en estos momentos represente gran cosa.
Después de todo, el boxeo mundial se encuentra en una etapa de transición, buscando una nueva figura cimera después del retiro de Floyd Mayweather, Jr., y todavía no ha podido encontrarla.
En segundo término, los dos peleadores que mejores credenciales presentaban para ocupar ese trono global, Román ‘Chocolatito’ González y Gennady Golovkin, acaban de dar claras señales de deterioro o vulnerabilidad: el nicaragüense González, viene de sufrir la primera derrota de su carrera cuando perdió el cetro supermosca del CMB -su cuarto en cuatro categorías- ante el tailandés Srisaket Sor Rungvisai, mientras que en esa misma cartelera del 18 de marzo, el kazajo Golovkin vio detenida su cadena de 24 nocauts seguidos al retener sus cetros del peso mediano mediante una dudosa victoria por decisión sobre Daniel Jacobs.
Por otro lado, me parece que el otro peleador al que por lo general proponen como aspirante a llenar los zapatos de Mayweather, el ahora campeón junior welter Terence Crawford, no está ni remotamente en ese nivel, a pesar de la insistencia que los comentaristas de HBO parecen tener por elevar al máximo pedestal al único peleador norteamericano que en estos momentos parecería tener opciones para ello.
Por último, tampoco me parece tan garantizada la grandeza de un Lomachenko que en 2014 cayóֶ derrotado ante el siempre aguerrido, pero muy limitado y ya bastante desgastado gladiador mexicano, Orlando ‘Siri’ Salido.
¿Qué tendría que hacer Lomachenko para ponchar su pasaje hacia la inmortalidad?
Hay quienes proponen una pelea suya con otra luminaria del boxeo olímpico, el cubano Guillermo Rigondeaux, quien es zurdo, posee una técnica impecable y se especializa en hacer fallar y deslucir a sus rivales.
Pero Rigondeaux apenas es campeón de las 122 libras y tanto su edad (36 años) como su estatura de 5’4” parecerían conspirar en contra de que pueda ascender eficientemente dos divisiones más.
Así, para reafirmar sus credenciales y seguir aumentando también los ingresos de sus bolsas, posiblemente Lomachenko tenga que seguir subiendo de peso y, tal vez, vencer a un sֶólido campeón de las 135 libras, tal como el venezolano Jorge Linares, el campeón de la AMB, con el detrimento de que a Lomachenko, quien ya tiene 29 años de edad y apenas mide 5’6”, se le van acabando el tiempo y las pulgadas como para seguir coleccionando campeonatos, en una época en la que campeones como Mayweather y Manny Pacquiao nos han malacostumbrado a equiparar la grandeza con la obtención de cetros mundiales en hasta ocho categorías distintas.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad. Acaba de publicar su primera novela, El último kamikaze, ganadora del Premio Nacional de Novela del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
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