Mala interpretación
De mis años de cubrir las finales del béisbol invernal, pre-Internet, tengo un recuerdo muy especial: fue la vez que en el la pared del camerino de los Indios de Mayagüez en el viejo Cholo García vi pegada una página de un artículo mío en El Nuevo Día, en el que había entrevistado a un jugador del equipo contrario, y este había afirmado que su equipo ganaría la serie porque tenía más ‘hambre’.
Claro, no se trataba de una afirmación escandalosa. Casi todos los atletas o dirigentes deportivos dicen algo parecido, o su equivalente, antes de entrar a una serie decisiva, o incluso a una pelea de campeonato.
Pero en este caso alguien relacionado al equipo de Mayagüez, que puede haber sido el mismo dirigente, algún jugador o algún funcionario del equipo, había pegado el artículo en la pared con la evidente intención de motivar a su equipo.
Así, había aprovechado una entrevista rutinaria, en la que el entrevistado repetía lo que muchos han dicho antes o después, y la habia convertido en una ofensa a su equipo y un estímulo motivador para sus jugadores.
“¿Así que tienen más hambre, no?”, habrán dicho algunos de los jugadores. “Pues vamos a ver si es verdad o hacemos que se trague sus palabras”.
Pensé en esto cuando vi lo que, como secuela del recién concluido Clásico Mundial de Béisbol, Adam Jones, del equipo de Estados Unidos, soltó después de la victoria 8-0 sobre Puerto Rico en el juego final: que una de las cosas que había motivado a su equipo fue la noticia de que en Puerto Rico se estaba preparando de antemano un regreso en vuelo fletado y una fiesta de celebración.
“¿Quieren que les diga algo?”, dijo el jardinero central de los Orioles. “antes del juego nos dijeron que estaban preparando unas camisetas para celebrar el campeonato y tenían un avión fletado y una fiesta de recibimiento, y eso no nos cayó bien”.
Eso de ‘cantar victoria antes de tiempo’ ha sido un argumento motivador en el mundo de la competencia deportiva tal vez desde que se inventaron los deportes. En el boxeo pasa a cada rato: cada vez que un boxeador empieza a hablar de la pelea grande que tiene a fines de año en vez del rival que tendrá ante sí mañana, su rival de turno tiene la oportunidad de salirle al paso: ‘Pues te puedes llevar tremenda sorpresa”.
En este caso, representantes del equipo boricua aseguraron después del juego que el avión y la fiesta se habían planificado independientemente del resultado, y solo representaban un reconocimiento de los logros de un equipo que por dos semanas había revolucionado -y teñido de amarillo chillón- el corazón de los puertorriqueños.
Y eso tiene su lógica: las fiestas de pueblo y los vuelos fletados hay que gestionarlos con bastante antelación, sin esperar hasta que se dé el último out.
Es decir, explicaron los representantes del equipo boricua, si se molestaron, se debió a que los jugadores de Estados Unidos lo habían malinterpretado todo.
Claro, ya para entonces la suerte estaba echada y tenía muy poca importancia si se había debido o no a una mala interpretación lo que al parecer había molestado a los jugadores de Estados Unidos y los había impulsado hasta la victoria.
Y, ¿saben qué? No hubiera sido la primera vez que el dirigente o algún otro funcionario de un equipo mal interpreta algo con tal de motivar a su equipo.
A veces no funciona y otras sale bien. Como al parecer pasó ahora.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad. Acaba de publicar su primera novela, El último kamikaze, ganadora del Premio Nacional de Novela del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
(ceuyoyi@hotmail.com).
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