En la mira los latinos en el béisbol
A muchos de los propulsores de los derechos de las minorías ha conmocionado el que, tras el despido del cubano Fredi González como dirigente de los Bravos de Atlanta, ahora no haya ni un solo latino dirigiendo en Grandes Ligas.
A mí, sin embargo, me parece mucho peor el que los latinos sí estén copando otra categoría: los primeros cuatro peloteros implicados en la nueva política del béisbol contra la violencia doméstica, implantada en agosto de 2015, han sido, precisamente, latinos.
El más reciente, naturalmente, lo fue el jardinero cubano Héctor Olivera, también de los Bravos, a quien el béisbol le impuso una suspensión de 82 juegos sin paga hasta el primero de agosto –a un costo de $2.62 millones para su bolsillo- luego de investigar el incidente por el cual fue acusado en abril por la presunta agresión física contra una mujer que luego fue llevada al hospital para ser tratada y procedió a presentar cargos en su contra.
Anteriormente, el zurdo relevista cubano Aroldis Chapman, ahora con los Yankees, también cumplió una suspensión de 30 juegos en esta temporada, y el veterano torpedero dominicano de los Rockies, José Reyes, regresó a juego hace poco después de cumplir una de 51 juegos.
Al contrario de como ocurrió con Olivera, que sí fue acusado, Chapman y Reyes fueron penalizados por el béisbol pese a que nunca les presentaron cargos formales: al zurdo relevista se le investigó por haber hecho varios disparos en el interior de su casa luego de una discusióֶn con su novia en octubre pasado, mientras que Reyes fue arrestado ese mismo mes luego de un altercado con su esposa, quien luego declinó presentar cargos.
Además, aunque se le mencionó como parte de una investigación en noviembre, otro cubano, Yasiel Puig, quedó exonerado luego de verse involucrado en un incidente en una barra en el que supuestamente había empujado a su hermana.
¿Por qué ha existido hasta el momento esta triste exclusividad latina en los casos de violencia doméstica beisbolera, aunque también debamos recalcar que la nueva política del béisbol es extremadamente agresiva y que impone suspensiones incluso antes de que haya acusaciones o, mucho menos, fallos de culpabilidad?
Algunos periodistas han especulado que puede deberse a que el machismo sigue demasiado arraigado en Latinoamérica, mientras que otros comentaristas -latinoamericanos, por cierto- han tratado de explicar que las leyes de violencia doméstica no son tan estrictas en esos países.
Incluso, refiriéndose al predominio de cubanos, leí un artículo publicado por un medio cubano que aseguraba que podía ser consecuencia de la mano blanda y protectora con la que las autoridades beisboleras cubanas siempre habían tratado a sus peloteros, perdonándoles todos sus pecadillos en aras del sistema.
Como sea, me parece mucho más apremiante atender este problema, que el de la falta de un dirigente de sangre latina en las Mayores.
Precisamente por eso: porque puede haber sangre… si no la ha habido ya.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
(ceuyoyi@hotmail.com).
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