Demasiado violentos para el boxeo
El boxeo a menudo premia el salvajismo, la agresividad suprema de sus héroes. Al del Roberto ‘Mano de Piedra’ Durán que insultaba a sus rivales después de noquearlos, o les rehusaba un apretón de manos luego de sus combates, o al Mike Tyson al que poco le faltaba para escupir a sus víctimas tras noquearlas en pocos segundos.
Pero ha habido incluso peleadores tan antisociales que ni siquiera han podido encajar dentro de los parámetros más salvajes del boxeo.
Uno de ellos fue el devastador zurdo venezolano Edwin Valero, quien en su corta carrera amasó un récord de 27-0 y 27 nocauts, incluyendo 18 nocauts seguidos en el primer asalto, y conquistó los cetros superpluma (AMB) y ligero (CMB). Sumamente volátil y descontrolado fuera del ring, sin embargo, en 2010, a los 29 años, se suicidó en la cárcel cuando había sido apresado bajo la sospecha de haber asesinado a su esposa.
Edwin Valero.
De haber seguido otro rumbo su vida, quién sabe si hoy estaríamos hablando de él en el mismo plano que Pacquiao y Mayweather, con quienes probablemente hubiera peleado.
Un caso parecido fue el del texano de ascendencia mexicana, Tony ‘Torito’ Ayala, quien a la edad de 19 años, y considerado una de las grandes promesas del boxeo, estaba a punto de retar en 1983 a Davey Moore por el cetro junior mediano de la AMB. Pero entonces el peleador, que tenía un récord de 22-0 y 19 nocauts, fue hallado culpable por violación, lo cual le ganó una sentencia de 35 años de cárcel. De estos cumplió 17 y, de hecho, al salir, hizo otras 11 peleas entre 1999 y 2004 antes de volver a ser encarcelado por violar la probatoria.
Luego de 10 años adicionales tras las rejas, Ayala, quien peleaba con una ferocidad que hubiera hecho palidecer de envidia al propio Mano de Piedra y llegó a ser considerado por el legendario periodista boxístico Michael Katz como el mejor peleador joven que había visto en su vida, fue hallado muerto el año pasado en un callejón el año pasado, víctima de una sobredosis.
De haber tomado otro giro su vida, sin embargo, todos auguraban que hubiese entrado de lleno en el tiovivo de grandes campeones junior medianos y medianos de su época, enfrentándose con figuras como Leonard, Hearns, Benítez, Hagler y el propio Durán, una pelea que no hubiese sido apta para cardiacos, hemofílicos, ni, probablemente, para asmáticos.
Tony ‘Torito’ Ayala.
Todo esto viene al caso ahora porque acaba de salir de la cárcel Ike Ibeabuchi, quien en 1999 había conseguido impresionantes victorias sobre David Tua y Chris Byrd y despuntaba tanto por su fiereza como por su marca de 20-0 con 15 nocauts y como una de las principales promesas del peso máximo.
Sus problemas fueron amplios, incluyendo, primeramente, un intento de suicidio al estrellar un auto en el que llevaba al hijo menor de su ex novia, quien sufriría lesiones permanentes. Posteriormente fue diagnosticado con bipolaridad y con episodios maniacodepresivos.
A la postre, fue hallado culpable de atacar sexualmente a una bailarina exótica que había contratado para que visitara su cuarto de un hotel de Las Vegas.
Ike Ibeabuchi.
En noviembre pasado luego de 17 años de prisión, Ibeabuchi, natural de Nigeria, finalmente fue dejado en libertad y, según ha dicho, el peleador, que el 2 de febrero cumplirá 43 años, se apresta a regresar en abril. Por lo menos con ese fin ya reclutó los servicios del asesor de Manny Pacquiao, Michael Koncz, rumorándose que podría reaparecer en la cartelera encabezada por la tercera pelea entre Pacquiao y Timothy Bradley el próximo 9 de abril.
Incluso, el peleador de 6’3” de estatura que supuestamente está pesando 245 libras luego de haberse inflado a más de 300 cuando se hallaba confinado, aseguró que anda con prisa y que busca enfrentar a los mejores clasificados disponibles, mencionándose entre estos al mexicano Andy Ruiz (26-0, 17 nocauts y clasificado octavo por la OMB).
En fin, el tiempo dirá si el hombre que en su pelea con Tua -considerada una de las más violentas de la historia de la división pesada, implantando un récord combinado de 1,730 golpes lanzados en 10 asaltos- podrá eludir el triste destino que finalmente atrapó a Edwin Valero o al Torito Ayala.
Pero lo más probable es que, haga lo que haga, nunca pueda cumplir con las expectativas que hubiese enfrentado si, en su apogeo, hubiera podido enfrentarse a figuras como Holyfield, Lennox Lewis o, mejor aún, al propio Mike Tyson.
Pelea, esta última, que sin duda no hubiese sido apta ni para hipocondriacos.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
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