La última pelea del Macho
Esta columna la escribí en mayo de 2010, días después de que Héctor ‘Macho’ Camacho, quien cumpliría 48 años días después, sufriera una derrota en la que sería la última pelea de su carrera, para quedar con marca de 79-6-3 y 38 nocauts.
Fue precisamente por no haber peleado más desde ese año que el Macho Camacho fue elegible para ser elegido cinco años después al Salón de la Fama del Boxeo Internacional, tal como se anunció la semana pasada.
He aquí el texto original:
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Es posible que la anécdota sea ficticia, pero eso no impide que la repita aquí: hace muchos años, un candidato político se colocó frente a un micrófono para hablarle a sus correligionarios, y dijo:
“Me he parado yo aquí hoy…”.
No había terminado la frase, cuando del público le gritaron: “¡Puerco! ¿Por qué no fuiste al baño?”
Bueno, pues yo me he parado aquí hoy para escribir una columna sobre Héctor ‘Macho’ Camacho, quien hace unos días, como sabemos, sufrió una derrota por decisión en la Florida ante un mexicano llamado Saúl Durán.
Para muchos, se trató de un humillante capítulo más en la larga, continuada e inevitable caída en desgracia de otro boxeador que no supo administrar los millones que se ganó en sus años de gloria, vivió una vida desenfrenada repleta de drogas y mujeres y ahora, poco antes los 48 años que cumplirá mañana, estaba raspando el fondo del barril en una cartelerita de poca monta que fue ofrecida en ‘pay-per-view’ a un precio de $9.99.
Así de bajo ha caído aquel Macho Man que desafiaba a los grandes promotores sin unirse de por vida a ninguno de ellos -algo que no pueden decir Félix ‘Tito’ Trinidad ni Miguel Cotto-, y que hizo que Don King le pagara $3 millones por pelear con Julio César Chávez, más que a su propia estrella mexicana.
Camacho, de hecho, fue copromotor de la cartelera celebrada en Kissimmee, en la confianza de que una victoria sobre Durán le pusiera en camino de un último combate de relativa envergadura, nada menos que contra Roy Jones, Jr., el hijo predilecto de la cercana Pensacola.
El puertorriqueño Eddie Montalvo, quien laboró en el montaje del programa, asegura que Camacho lucía en excelentes condiciones físicas al momento del pesaje.
“Pesó 161 y tenía el abdomen bien perfilado”, comentó en una reciente conversación telefónica,
Todo lucía bien, pese a que, de último momento, el reprentante de su rival, según parece, hizo un intento por sacarle dinero al veterano ex monarca y ahora promotor, al exigirle más para su peleador bajo la amenaza de que de lo contrario este no pelearía.
El día de la pelea, sin embargo, Montalvo vio a otro Camacho: “Aumentó 12 libras, de agua”, dijo. “Tenía el estómago que parecía una papa”.
Y la cosa empeoró cuando comenzó la pelea: Durán le conectó un derechazo casi al mismo tiempo que el árbitro ordenaba un rompimiento, y Camacho cayó a la lona apenas por tercera vez en su larga carrera.
Luego, Camacho pasó otros nueve asaltos haciendo poco más que agarrar a su contrincante.
“Peleó horrible”, admitió Montalvo.
Lejos de anunciar su retiro, Camacho, según Montalvo, esbozó planes de explotar el poco brillo que le queda a su nombre con alguna pelea “en Europa, o quizás en Asia”.
Pero Montalvo sí dijo entonces algo que me sonó interesante: “Después, él quiere hacer una pelea para retirarse… Quiere que sea en el Madison Square Garden, donde debutó, o en Bayamón”.
Camacho, naturalmente, nació y pasó su temprana niñez en la ciudad del; chicharrón.
Y, ¿saben qué? Yo le deseo que tal vez alguien le de la mano y le ayude a conseguir lo que debe ser un sueño alcanzable para todo gran boxeador: retirarse con dignidad.
En fin, perdónenme el discursito. La próxima vez les prometo ir al baño.
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La historia, naturalmente, tuvo un final trágico: en vez de despedirse triunfalmente del boxeo en su Bayamón natal, Camacho encontraría la muerte allí luego de ser baleado poco más de dos años después en noviembre de 2012.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
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