Una vida aferrada al boxeo
La oración final del clásico de la literatura del béisbol, Ball Four, escrito por el lanzador Jim Bouton, describe claramente la relación entre un atleta y su deporte: “Tantos años pensando que uno era el que tenía la pelota agarrada, y resulta que es al revés: ella es la que te tiene agarrada a ti”.
Bouton, naturalmente, relató en su libro cómo, después de haber sido un lanzador estelar y de Serie Mundial con los Yankees de Nueva York, luego de lastimarse el brazo aprendió a lanzar la bola de nudillo para tratar de mantenerse en Grandes Ligas a duras penas con un malísimo equipo de expansión conocido como los Pilotos de Seattle.
¿En busca de fama y dinero? Pues, no. Solo por seguir atado al deporte que siempre había amado, aun después de que este hubiera dejado de amarlo a él.
Ese deseo puede trasladarse fácilmente al mundo del boxeo: lo vimos hace par de semanas, cuando Shane Mosley noqueó a Ricardo Mayorga en un encuentro entre dos envejecidos excampeones mundiales que provocó más burlas que otra cosa entre los seguidores del boxeo.
Y es lo que tal vez explica también por qué Roy Jones, Jr. sigue peleando a la edad de 46 años, después de haber ganado múltiples millones en su carrera y teniendo una sólida carrera como comentarista boxístico de HBO, y por qué también otro gran excampeón del pasado, James Toney, regresó al ring a la edad de 45 años el pasado 8 de agosto y perdió ante un tal Charles Ellis, un peso completo que subió al ring con marca de 9-3-1 y ocho nocauts.
También explica por qué el excampeón Paulie Malignaggi, quien prácticamente anunció su retiro después de haber sido apabullado en nueve asaltos por Danny García el mes pasado, ahora anuncia que tiene previsto reaparecer en Italia, la tierra de sus ancestros, del 26 de este mes, aunque hace ya varios años que viene desesempeñándose -y recibiendo lauros- como comentarista boxístico de Showtime.
¿Y qué decir entonces de Shannon Briggs?
El neoyorquino de 43 años de edad y marca de 59-6-1 y 52 nocauts
volvió a pelear el sábado en el Seminole Hard Rock Café de Hollywood, Florida, donde despachó en el segundo episodio a Michael Marrone en una pelea que por lo menos recibió exposición por haber servido de eje para celebrar una especie de cónclave de excampeones del peso completo, al contar con la presencia de Lennox Lewis, Michael Moorer, Larry Holmes, Riddick Bowe, Leon Spinks, Pinklon Thomas y muchos más.
En honor a la verdad, Briggs debería estar ya retirado y celebrando con ese grupo.
Natural de Brooklyn, Briggs tuvo su momento de gloria cuando en 1997 fue reconocido como campeón pesado al derrotar por decisión a George Foreman, convirtiéndose así en el último rival del Big George, pero entonces cayó noqueado en cinco asaltos ante Lewis en su siguiente presentación, al disputar el cetro del CMB.
Nueve años después, sin embargo, se apoderó del cetro de la OMB al vencer a Siarhei Liakhovich, pero perdió el título ante Sultan Ibragimov en su primera defensa.
Por último, en 2010 cayó ante Vitali Klitschko por al aspirar nuevamente al cetro del CMB, cediendo una amplísima decisión por votaciones de 120-107, 120-105 y 120-107.
La magnitud de la golpiza queda retratada en el hecho de que esas votaciones incluyen varios asaltos de 10-8, pese a que Briggs nunca fue a la lona.
Hasta ahí debió haber llegado el tren.
Pero Briggs, quien ha desarrollado una llamativa personalidad que mezcla la fanfarronería con sus largas barbas de patriarca bíblico, sus trenzas rastafarianas (cuando tenía pelo) y su físico de Tarzán, inició el año pasado una campaña de regreso en la que ahora ha conseguido ocho triunfos seguidos, incluyendo siete por nocauts.
Todos ante peleadores de segunda o tercera categoría.
A la misma vez, se ha dedicado a clamar por una oportunidad titular con Wladimir Klitschko, el hombre que ha venido reinando como monarca pesado desde 2006.
Y ante la indiferencia mostrada por el ucraniano, Briggs se ha puesto a llamar la atención por la forma tan insistente y hasta cierto punto graciosa en la que se ha mantenido acosándolo por distintas partes el mundo.
La cosa ha llegado hasta el extremo de parecerse un episodio del Coyote y el Correcaminos: Briggs confrontándolo y sentándose a su mesa mientas Klitschko comía apaciblemente en un restaurante; Briggs provocando una ola para que Klitschko se cayera de su tabla de ‘paddle board’; Briggs interrumpiendo sus conferencias de prensa e incluso, la semana pasada, invadiendo su campo de entrenamiento en la Florida -donde Klitchko se prepara para enfrentar el 24 de octubre a Tyson Fury-, para increparlo.
Y después de su victoria del sábado ante Marrone, Briggs agarró el micrófono: “¿Dónde está Klitschko? ¡Vamos, campeón!”, gritó una y otra vez.
Pero Klitschko, quien sí había asistido a la velada, se había marchado antes de que comenzara su pelea.
Ya Shannon Briggs no es un hombre que se calza los guantes de boxeo: son los guantes de boxeo los que lo tienen agarrado a él: por el cuello.
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
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