Si uno mueve los brazos hacia arriba y hacia abajo con bastante fuerza y confiando en la ayuda divina, y si todos los factores -el viento, la gravedad, el estado de las mareas, el peinado de Donald Trump– se conjugan favorablemente, uno puede despegar vuelto y terminar haciendo un viaje transatlántico hasta aterrizar, digamos, en Paris.
O tal vez no pase nada y se quede parado en el mismo sitio, quejándose de fuertes dolores en los brazos.
Difícil pero posible. Es cuestión de tener fe.
Este pensamiento tan profundo me salió a flote en el cerebro recientemente cuando me puse a pensar en la pelea de Floyd Mayweather, Jr. con Andre Berto, la cual acaba de anunciarse para el 12 de septiembre en Las Vegas.
Como sabemos, esa pelea, en la que el Pretty Boy estará defendiendo sus títulos welter de la AMB y el CMB, representaría la victoria número 49 de su carrera, sin derrotas, lo cual le permitiría igualar la marca legendaria de 49-0 que dejó Rocky Marciano al retirarse en 1955.
Con su habitual cacumen promocional, Mayweather ha venido sugiriendo que será la última pelea de su carrera, aunque también han venido flotando versiones de que hará por lo menos una pelea más, o incluso que está a punto de firmar un nuevo contrato por varios combates con Showtime.
Como quiera que sea, tal parece que luego de decidirse finalmente a pelear con Manny Pacquiao después de varios siglos de gestiones y negociaciones, el hijo de Floyd Mayweather, padre decidió tomarse un respiro y enfrentar a un rival que, a primera vista -o incluso a la segunda y la tercera también- parecería incapaz de ganarle siquiera un asalto.
¿Tan malo es este peleador que tiene 31 años, siete menos que Mayweather?
Pues no: su récord es de 30-3 con 23 nocauts y, desde 2008 hasta 2011, hizo seis defensas como campeón welter del CMB, venciendo, entre otros, a los boricuas Carlos ‘El Indio’ Quintana y Luis Collazo.
Se caracterizaba por ser un peleador agresivo que usualmente brindaba peleas emotivas y algo chapuceras y en ocasiones terminaba con la cara inflada como un globo.

Sin embargo, al parecer todo eso contribuyó a que su época de gloria fuese relativamente corta y ahora ha perdido tres de sus últimas seis reyertas, cayendo ante tres peleadores de sangre mexicana que también se caracterizan por entrarse a marronazos sobre el ring: Víctor Ortiz, Robert Guerrero y Jesús Soto Karass.
Las críticas, naturalmente, no se han hecho esperar: “Es risible que Mayweather esté peleando con Berto, en vez de con Amir Khan o Keith Thurman”, tuiteó, por ejemplo, Dan Rafael, de ESPN.com.
Y Khan, quien da la impresión que empezó a cabildear por una pelea con Mayweather desde antes de que Obama asumiera la presidencia, emitió unas declaraciones en las que, como de costumbre, afirmó que Mayweather le tiene miedo.
“Es como la tercera vez que él rehúsa pelear conmigo luego de que se me considerara el favorito”, escribió el excampeón mundial británico que, según algunos -no solamente él mismo- posee un estilo rápido de entradas y salidas que pudiera complicarle la existencia a Mayweather.
No que necesariamente le vaya a ganar, claro está… pero sí que pueda hacer que Mayweather luzca mal y desluzca en los precisos momentos en que espera estar igualando al legendario Marciano.
¿Puede ganar Berto?
Pues claro que sí: como decimos los ‘analistas boxísticos’ cuando nos ponemos a arañar el fondo del barril de los clichés periodísticos, Berto es más joven, es fuerte y no tiene nada que perder.
Además, a Mayweather de pronto pueden caerle todos los años encima. O puede sufrir un calambre que le impida caminar.
Es cuestión de tener fe.
Además, Berto tiene dos puños, como todo boxeador, incluyendo a Mayweather.
Pero es entonces que escucho una vocecita maquiavélica que me susurra al oído: “Y dos orejas también, para escuchar como el árbitro le cuenta hasta 10”.

El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
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