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Crawford es algo especial

 

 

Al responder una pregunta inmediatamente después de su impresionante victoria sabatina sobre el boricua Thomas Dulorme, Terence Crawford (ahora 27-0 y 19 nocauts) dejó una cita que sin duda se perpetuará en la eternidad: “Tuve una actuaciֶón de los mil demonios (It was a hell of a performance), pero, primero, quiero darle gracias a Dios por este triunfo”.

No era para menos: en la pelea transmitida por HBO desde Arlington, Texas, el peleador norteamericano acababa de conquistar su segundo cetro mundial -esta vez el junior welter de la OMB- al derribar tres veces y noquear en el sexto asalto a Dulorme para confirmar lo merecida que fue su selección como Boxeador del Año de 2014.

Fue una actuación impresionante en todos los sentidos: frente a un peleador de 25 años, fuerte y decidido, y probando por primera vez las aguas en las 140 libras, Crawford, de 27 años, hizo una pelea controlada y paciente durante la mayor parte de los primeros cinco asaltos.

Así, mientras que Dulorme (22-2 y 12) atacaba con gran agresividad, Crawford se limitó en gran medida a tratar de hacerlo fallar, bloquear con sus guantes y seguirlo por el ring lanzando su jab.

Durante esta etapa, Crawford, quien en ocasiones había lucido algo desordenado en el ataque en combates anteriores, recibiendo algunos golpes de más -como en su encuentro con Yuriorkis Gamboa-, esta vez parecía una nueva versión del Mayweather más metódico y calculador, aunque con una certera y oportunista ofensiva que hacía recordar a Sugar Ray Leonard.

En un ‘twit’, el puertorriqueño Francisco Valcárcel, el presidente de la OMB que presenció la pelea en Arlington, escribió que Crawford le hizo recordar a Pernell Whitaker.

En fin, que lució bien el muchacho.

Aún así, premiando su mayor ofensiva, el juez Harold Lederman, quien lleva extraoficialmente las peleas para HBO, tenía a Dulorme arriba 58-57 (3-2 en asaltos) después de cinco episodios.

Entonces el tono de la pelea cambió cuando, en el descanso antes del sexto asalto, el entrenador Brian McIntyre le dijo en la esquina a Crawford que “apretara el paso” (step it up).

Y Crawford lo obedeció al instante: lastimó a su rival con un largo derechazo, y de ahí en adelante Dulorme nunca pudo recuperarse, cayendo tres veces a la lona para sufrir la derrota por nocaut, el segundo que recibe en su carrera.

“En los primeros asaltos hice o que la esquina me pidió”, explicó Crawford después. “Simplemente estuve viendo lo que traía y tocándolo con mis golpes, para que creyera que yo no pegaba y se confiara”.

“Lo fui durmiendo hasta que el momento llegó”.

El promotor Lou DiBella, quien hasta hace poco estuvo ligado a la carrera de Dulorme, emitiría poco después un ‘twit’ bastante revelador:

“Dulorme estuvo peleando bien, pero entonces… esa quijada”.

Donde sin duda no hubo problemas de quijada fue en la otra pelea que HBO transmitió esa misma noche, esta vez desde el Turning Point Casino de Verona, Nueva York. En la misma, en un choque entre exmonarcas mundiales de las 140 libras, el argentino Lucas Matthysse (37-3 y 34) aprovechó al máximo su mejor boxeo, combinándolo con su gran variedad de golpes y su pegada, para conectarle más de 300 golpes al ruso Ruslan Provodnikov (24-4 y 17) en ruta hacia una victoria por decisión mayoritaria (115-113, 115-113 y 114-114) que debió haber sido mucho más amplia.

¿Por qué no lo fue? Una de las fallas que tiene el sistema de votación que usa el boxeo es que por lo regular otorga una votación idéntica de 10-9 al ganador de cada asalto, siempre y cuando este no derribe o propine una paliza espectacular a su rival durante ese episodio.

Así, es posible que, en efecto, Provodnikov ganara cinco o hasta seis asaltos -tomemos en cuenta que Lederman también vio la pelea 114-114-, pero dominándolos por un margen mínimo, mientras que en muchos de los asaltos que dominaba Matthysse este lo superaba abrumadoramente, estremeciéndolo en varias ocasiones. Golpeándolo del tingo al tango, pero, sin embargo, sin llegar a alcanzar la superioridad que justificara un 10-8.

¿La otra razón?

Una que fue resaltada por Roy Jones, Jr. como comentarista de la transmisión al escuchar que uno de los ‘seconds’ acababa de decirle a Matthysse en la esquina que él estaba arriba por amplio margen.

“Un entrenador no debe decirle eso nunca a su peleador en los asaltos finales”, dijo Jones.

El error se repitió en el descanso antes del duodécimo y último asalto, luego de que Provodnikov conectara algunos de sus mejores golpes en el ‘round’ anterior.

“¿Estás bien?”, le preguntaron a Matthysse en su esquina, “¿sentiste su pegada?”

Tremendo refuerzo sicológico.

Peor aún, uno de los ‘seconds’ le repitió a Matthysse que estaba arriba por amplio margen: “Por ocho puntos”, le dijeron.

No en balde en el último asalto Mathysse se limitó a boxear y a rehuir el combate, provocando que Jones insistiera en que era un error porque daba la impresión de que Provodnikov se estaba robando el combate.

Y estuvo muy cerca de hacerlo, a decir verdad.

 

El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
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