El debate entre los fanáticos del boxeo en torno al súper esperado combate del 2 de mayo en Las Vegas entre Manny Pacquiao y Floyd Mayweather va volviéndose tan intenso que incluso ya se han notificado de casos en que conocidos politólogos o economistas han dejado de hablar del IVA para tocar el tema.
Por algunos segundos, claro está.
Más aun, la otra tarde, un conocido recolector deambulante que hace guardia en la esquina de la 167 con la Boulevard en Levittown se me acercó a la ventanilla y, luego de recibir mi dádiva, me dijo: “Pacquiao por nocaut en el séptimo”.
No discutí con él.

De hecho, creo que los rasgos boxísticos de ambos peleadores favorecen al PacMan y que el fiipino tiene todas las de ganar en esta pelea.

Para empezar, Manny es zurdo, y es sabido que, pese a su récord relativamente impresionante de 47-0 con 26 nocauts, el Pretty Boy ha confrontado problemas con los zurdos: Demarcus Corley y Zab Judah lo lastimaron, mientras que dos zurdos ‘cambiados’, Oscar de la Hoya y Miguel Cotto, provocaron que tuviera que emplearse al máximo.
Claro está, Pacquiao lanza sus golpes con más rapidez que todos estos, y, por consiguiente, al menos en teoría -o ‘sobre el papel- parecería tener más opciones de conectar sus golpes.
Otra ventaja: Pacquiao es más joven.
No por mucho, es verdad: el filipino anda por los 36 y el orgullo de Michigan por los 38.
Sin embargo, reconozco que un buen abogado podría convencerme de que Mayweather es mucho más joven, ‘boxísticamente hablando’, puesto que ha recibido mucho menos castigo.

Es más, hasta es posible que en toda su carrera Mayweather haya recibido menos golpes que los que besaron la epidermis de Pacquiao en apenas una de sus peleas con Erik Morales, Juan Manuel Márquez, o Marco Antonio Barrera.

Así que mejor dejémoslo ahí.
Por otro lado, también hay que concederle a Manny la realidad de que es un peleador mucho más activo sobre el ring que Mayweather, lanzando muchos más golpes y, en la gran mayoría de sus peleas, capaz de mantener ese ritmo durante los 12 asaltos.
En un reciente artículo analítico, Al Bernstein, el comentarista boxístco de Showtime, argumentó que Pacquiao tendría verdaderas opciones de triunfo si lanza unos 800 golpes, lo que equivale a un promedio de 67 por asalto.

“Claro que esto va a ser muy difícil contra un peleador que no va a estar estático, sino moviéndosele todo el tiempo”, dijo, sin embargo.

No obstante, en su pelea contra Joshua Clottey, Pacquiao lanzó más de 1,200 golpes, a razón de más de 90 por episodio, y luego pasó también de los 1,000 en su triunfo sobre Antonio Margarito.
Por su parte, el argentino Marcos Maidana promedió 78.5 golpes por asalto en su primera pelea contra Money, la cual perdió por decisión mayoritaria el año pasado, conectándole 221 golpes.
Y en el 2002, entretanto, el mexicano José Luis Castillo también empleó un ataque incesante frente a Mayweather y le conectó 203 golpes al norteamericano.

“La idea con Mayweather es tirar y tirar, aunque sea a los brazos o los codos, y no dejarlo pensar”, me dijo una vez que hablé con él.

No resulta una casualidad, pues, que tanto Maidana como Castillo afirmaran después sus respectivos combates que habían merecido la victoria, ni que muchos analistas estuvieran de acuerdo con ellos.
Mayweather, por su parte, es mucho más económico sobre el ring y prefiere pelear a un ritmo de aguaceros dispersos, aunque con ocasionales ráfagas de vientos huracanados.
En sus últimas peleas, según leí por ahí, ha promediado 42 golpes por asalto, aunque el total se ha reducido a apenas 36 por asalto en las últimas cuatro.
En teoría, Pacquiao es incluso un mejor peleador ofensivo que Maidana y Castillo, además ser zurdo y de poseer un ataque incansable en el que tira golpes desde todos los ángulos posibles, por lo que también parecería capaz de provocar que Mayweather tenga que pelear a un ritmo más acelerado que lo acostumbrado, lo cual no deja de ser un riesgo en un hombre que anda ya por los 38 años.
Para resumir, el papel ha hablado: Pacquiao tiene todas las de ganar.
¿Quién va a ganar, pues?
Mayweather, por supuesto.

El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
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