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Capturado por una Cougar

 

Estimado señor Romeo,

El próximo sábado, primero de marzo, cumplo 40 años y, como podrá usted imaginarse, soy el único de mi grupo de amigos que no se ha casado todavía.

Hasta hay un par de ellos que se ha divorciado y se ha vuelto a casar, mientras que yo sigo sin llegar a primera base, como suele decirse.

Claro que esto no es muy raro en esta época: según las estadísticas, cada vez es menor la cantidad de gente que se casa formalmente.

Pero el caso mío es que yo ni siquiera he tenido muchas parejas ‘estables’, con las que haya convivido bajo un mismo techo por cierto tiempo.

De hecho, puedo contarlas con los dedos de una mano: cuando yo estudiaba mi último año de biología en la UPR, hube de entablar una corta relación con Nancy, quien estudiaba secretarial, y hasta hubo un tiempo en que compartimos un mísero apartamentito en Río Piedras que a duras penas pagábamos entre los dos.

Nancy era alta, esbelta y hermosa y hasta se ganaba su dinerito como modelo ‘part time’, y también debo conceder que sexualmente me atraía un montón.

Pero una noche pasé tremenda vergüenza cuando la invité a un concierto de a sinfónica y ella se durmió en su butaca, emitiendo unos ronquidos que sonaban como el mugido de un transatlántico llamando a sus pasajeros. Hasta ahí llegó todo: me di cuenta de que lo que había entre nosotros no era amor, sino una mera atracción física.

Después de completar mi maestría en filosofía, conseguí un buen empleo como maletero en un hotel del Condado, y fue allí que en determinado momento conocí a Sandra.

Sandra, quien a veces iba al casino del hotel acompañando a una tía bastante mayor que tenía afición por las tragamonedas, era maestra de español. También era una mujer extremadamente culta. En el tiempo que pasamos juntos, aprendí más acerca de las reglas de gramática que en toda mi vida anterior. En fin, era una mujer digna de admiración, y merecedora de una columna semanal de temas varios en algún periódico de circulación general. Pero, lamentablemente, amigo Romeo, al poco tiempo comprendí que nuestra relación parecía más bien una clase de maestría y el curso terminó.

Hace menos de un año, en fin, pensé que me había sacado la lotería al conocer a Silvina, quien, aunque era mayor que yo, se conservaba tan y tan bien que muy bien hubiera podido trabajar de modelo con Victoria’s Secret. Pero en realidad era abogada en un bufete de primera. Lo primero que me impresionó de ella fue su dinero: no era tan solo que vistiera como si estuviera participando en un desfile de moda, estrenando trajes nuevos todos los días de la semana, sino que estoy seguro de que una cartera suya costaba más que todo lo que yo tenía dentro de mi closet, conmigo adentro.

Además, le gustaba recogerme en su Jaguar, invitarme a comer en los restaurantes de más caché y, luego de una noche de baile y juerga en las discotecas más ‘in’ de la capital, no era raro que también me invitara a su motel preferido, donde siempre tenía reservada a su nombre la llamada suite presidencial.

A principio tomé nuestra relación como algo pasajero entre dos adultos guapos y encantadores que quieren pasarla bien durante un tiempo. Todo marchó bien hasta que fui dándome cuenta de que Silvina iba tomándolo más en serio: uno a uno fue deshaciéndose de todos sus novios, por ejemplo, y hasta llegó a sugerirme que dejara mi trabajo de maletero, ofreciéndome el doble de salario sencillamente por estar disponible 40 horas a la semana para attender sus requerimientos tan pronto me llamara por celular.

Hasta me ofreció dos días libres y un mes de vacaciones pagadas al año… donde posiblemente me llevaría de viaje con ella.

Le confieso, Romeo, que al principio tuve mis reparos, por razones de principio -ella no aceptó mi contrapropuesta de incluir en el ‘package’ un televisor de plasma, por ejemplo-, pero, poco a poco, he venido notando cómo ha venido creciendo dentro de mí un sentimiento muy raro, que todavía no podría definir.

¿Será, por fin, el amor?

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Estimado amigo anónimo,

Tiene toda la razón: ha descubierto usted el amor de una ‘Cougar’. Prepárese para experimentar los seis meses o hasta un año más felices de su vida antes de que lo boten como bolsa.

Romeomareo2@gmail.com

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