Una nueva generación
Sin quererlo, la ciencia ha confirmado lo que ya la Biblia había establecido; estamos compuestos de tres partes: cuerpo, alma y espíritu. Lo ha confirmado no porque se lo propuso, pero sí porque en la búsqueda de suplir las necesidades del hombre y de la mujer, ha tenido que procurar el cuidado de esas ‘partes’, al menos el del cuerpo y el del alma.
¿Que cómo lo sé? Primero está el más obvio, el cuerpo. Y sabemos que el cuerpo necesita alimentación para desarrollarse, pero también para que el ser humano pueda vivir. Cuando sobreviene la enfermedad física, necesita del cuidado médico, así como medicamentos o ciertos tratamientos para sanar.
Por otro lado, lo mismo ocurre con el alma. Primero hay que establecer que en el alma están la mente y las emociones. Y es bien sabido por todo el mundo que esas también se enferman. Y no solo eso, sino que cuando el problema mental o emocional es severo, muchas veces trae consecuencias también al cuerpo.
Si lo vemos desde el lado positivo, cuando las emociones están balanceadas y la mente en paz, sabemos que esa persona generalmente experimentará una sensación de bienestar. Y aun cuando lleguen crisis y problemas, la forma de reaccionar será controlada, ponderada y balanceada, permitiéndole a la persona incluso reaccionar con cordura y salir adelante.
El otro elemento es el espíritu. Y aunque este no necesariamente sea explicado y/o aceptado por la ciencia, es lo que realmente nos diferencia del resto de las especies vivientes. Es el espíritu lo que hace a cada individuo un ser único, a pesar de que en su cuerpo o físico se asemeje a otro, y aun cuando en su manera de pensar y en sus emociones tenga similitudes con su prójimo.
Así que, aunque usted crea o no en la Biblia, en la Palabra de Dios, lo cierto es que estamos hechos de tres partes. Y la Palabra lo afirma en 1 Tesalonicenses 5:23: “Ahora, que el Dios de paz los haga santos en todos los aspectos, y que todo su espíritu, alma y cuerpo se mantenga sin culpa hasta que nuestro Señor Jesucristo vuelva”.
Dicho lo anterior, como introducción, pasaré a hablar de lo que es la memoria celular y expondré la razón de por qué estoy hablando de este tema. No pretendo dar una clase de ciencia o medicina. Más bien citaré a una autora, y a su vez su obra en la que cita a varios expertos que han investigado en torno al tema, específicamente de la memoria prenatal.
“La ciencia no ha podido explicar cómo es posible que hayan múltiples casos de personas que tengan recuerdos que corresponden a experiencias que sucedieron mientras todavía estaban en el vientre de su madre”, expone Edna Rivera, quien luego de un grado de bachillerato en psicología y una maestría en educación, se ha especializado por más de dos décadas al desarrollo del niño y la alfabetización temprana.
Según explica Rivera en su libro “El embarazo: el mejor tiempo para sumergir a su bebé en oración“, el prominente Dr. Thomas Verny presenta varios de esos casos (The Secret Life of the Unborn Child, 1988) y también presenta evidencia de cómo el bebé, desde el vientre de su madre, sabe si es un bebé deseado o no lo es, y los efectos que esto tiene sobre él en su adultez.
No son meras especulaciones. Tan es así que a tono con esas investigaciones surgieron las especialidades de la psicología prenatal y perinatal. Pero aparte de eso, no tenemos que ir muy lejos para saber, tal vez por conocer el caso de una amistad o de un familiar o allegado, que hay niños que se han visto afectados emocionalmente si la madre tuvo un embarazo turbulento. Es lógico que si por el contrario, el ambiente del que estuvo rodeada la madre fue uno de armonía y de paz, y de lo que estuvo alimentando su espíritu y su alma fue de algo positivo, entonces los resultados en el bebé sean positivos.
De hecho, la psicología prenatal y perinatal estudia los efectos psicológicos, psicofisiológicos y las implicaciones en la salud, en la capacidad de aprendizaje y en las relaciones sociales, que se derivan de las primeras experiencias de la persona antes de su nacimiento, durante el parto y posterior a este.
Seguramente ha escuchado hablar de que es recomendable poner música, especialmente clásica, durante el embarazo, para beneficio del bebé. También debe haber escuchado de lo saludable que es que, durante el embarazo, tanto la madre como el padre de la criatura le hablen.
Si sabemos ahora que hay memoria prenatal, ¿por qué no empezar a nutrir a ese bebé con amor, para que tenga la certeza desde el vientre de que es esperado y bienvenido? El campo de la psicología prenatal ha confirmado según expone Rivera, que algunas de las experiencias que el bebé tiene en el vientre de su madre, están siendo grabadas en su ser.
Recuerdo dos casos particulares que experimenté de cerca, uno de ellos en el vecindario que viví cuando era adolescente. Allí, hubo una vecina que durante sus dos embarazos nunca faltaron las peleas a gritos con su marido, y las palabras soeces. Muchas veces se tornaba violenta a tal grado que intentó agredirlo. Cualquiera pensaría que eso no tuvo efecto.
No soy especialista en la conducta humana pero estoy seguro que la conducta de sus hijos, especialmente la actitud severamente agresiva del menor, pudo tal vez haber sido consecuencia directa de aquellas guerras diarias que desde el vientre de su madre escuchó. Este joven, que espero haya podido superar estos traumas, llegó a estar recluido varias veces en instituciones para atender su profunda depresión y su conducta agresiva.
Otro caso que conocí, fue el de una madre que durante su embarazo pasó por un calvario tormentoso a manos de su marido, quien la golpeaba sin importarle que esperaba un hijo. Demás está decir el estado de nervios en que ese bebé quedó, lo que se evidenció desde recién nacido. Se pasaba llorando, no conciliaba el sueño fácilmente y al menor sonido quedaba despierto.
Pregúntele a las y los profesionales que laboran en centros u hogares de niños maltratados, y abórdelos específicamente en torno a los bebés de meses de nacidos que son dejados en estas instituciones y que provenían de un hogar violento donde imperaba el maltrato. Ausculte cuál es su comportamiento.
Pero lo que Rivera plantea es el otro lado de la moneda. Algo muy necesario de hacer en este siglo en que estamos siendo atacados en varios flancos, y ya no solo porque pueda haber un padre o una madre maltratante, sino por la ofensiva constante de la cultura que está bombardeándonos constantemente para tratar de imponer en cada hogar, qué es lo que está bien y qué es lo que está mal.
Lo que esta autora puertorriqueña expone es la necesidad de hablar a la criatura la Palabra por medio de la oración desde que está en el vientre, para que vaya entendiendo su naturaleza, y que viene a este mundo no como un objeto, sino como toda una persona con un propósito designado por su Creador, y que como tal necesita relacionarse con él.
Al proponer la oración como un recurso importante durante el embarazo, Rivera no está basándose en fórmulas o ritos triviales. De entrada en su libro deja establecido cómo la ciencia y la fe pueden ir de la mano. De hecho, lo que propone en su libro es una oración estructurada y sistemática durante todo el proceso de gestación.
Durante cada semana de embarazo se orará específicamente por cada parte en desarrollo de esa criatura, de acuerdo a la semana de gestación en que se encuentre la madre. Y esa oración, se hará también por su espíritu y su alma, pues como mencioné al principio, somos cuerpo, alma y espíritu.
Por más que se resista a creerlo, usted no puede desprenderse de una de estas partes. Y si bien se ha propuesto que la música y las palabras que papá y mamá pueden hacer bien a ese ser humano en desarrollo, ¿cuánto más las palabras que le tiene que decir su Padre y creador?
Necesitamos formar una nueva generación de personas que no claudiquen ni rechacen su identidad como creación de Dios, y que vean como natural esa relación que debemos tener con el Padre, antes que el mundo comience a bombardearlos con ideas contrarias. Eso no es adoctrinar, eso sería hacer conscientes a las nuevas generaciones de cuál es su naturaleza, antes de que la cultura sea la que continué adoctrinando, como lo está haciendo cada vez peor, en un siglo en que a lo malo se le llama bueno, y a lo bueno se le llama malo, como bien la Biblia lo advirtió hace tanto tiempo.
En la CONTINUACIÓN de este blog, hablaré de por qué el Señor despertó esta inquietud en esta autora, a quien entrevisté para que me hablara de su proyecto y también de su obra ministerial en la ciudad de Caguas, en la que se embarcó para servir a madres solas o casadas que necesitan un apoyo tan crucial durante esa etapa del embarazo.