Cristo está presente en los edificios vivos
El amor de Dios por quienes habrá de alcanzar a pesar de que aún no le hayan conocido, es tal que va llamando su atención amorosamente y sin presiones. Como expone la Biblia, los atrae con lazos de amor.
Si de algo no debemos preocuparnos, o molestarnos, es por la creciente ola de personas que pretenden borrar todo lo que tenga que ver con Dios de losespacios públicos, en especial queriéndolo desligar de todo lo que tiene que ver con Navidad.
Aclaro que no es que esa actitud no me incomode. Pero recapacité y entendí que en lugar de preocuparme o molestarme porque a Dios lo quieran sacar de los espacios públicos, debo descansar en la confianza de que nada ni nadie puede sacarlo del lugar donde a él realmente le importa habitar, que es en el corazón de hombres y mujeres, y también de los niños y jóvenes. Ahí nadie puede venir con protestas.
Mientras pretenden borrar el nombre de Cristo de los lugares públicos en la Navidad, la realidad es que él donde vive es en el corazón de la gente que lo acepta. Él no vive en edificios de cemento, ni siquiera en templos. Cristo está presente en el corazón de quien lo acepta después que Dios mismo lo escoge.
En lugar de airarnos, lo que debemos procurar no es necesariamente que su nombre esté escrito en lugares públicos, sino que esté impregnado en nuestro ser y que eso, a su vez, se note en el trato que le damos a los demás, incluyendo a aquellos que son nuestros enemigos y aquellos que dicen no creer en Dios. La Biblia nos manda a amar aun a nuestros enemigos, porque si solo amamos a los que nos caen bien, dice la Palabra que eso lo hacen hasta las personas malas con sus allegados.
De qué vale que el nombre de Dios esté presente en edificios públicos, en emblemas como representaciones de las tablas de los 10 mandamientos, etc., pero no esté presente en nuestras relaciones y el trato a los demás.
Ciertamente el afán de algunos por querer apartar a Dios de todo su entorno es muestra del estado de deterioro del ser humano. Sí, ya sé que la excusa de muchos es que pueden ser buenos y no tienen que creer en Dios. Bueno, con la boca pueden decirlo, pero que sea una realidad tangible, ese es otro tema. De qué te vale hacer una obra de caridad para callar tu conciencia de maldad, y después querer cortarle la cabeza a quien no piensa como tú, o a quien no te cae bien.
De qué te vale llevar comida a un necesitado, si a ese empleado lo tratas como esclavo y lo maltratas en el trabajo, o le haces la vida imposible como trabajador a tu compañero o a tus superiores. De qué te vale si aún no puedes perdonar a tu padre o a tu madre, o a ese familiar. De qué sirve que digas amar a un extraño, y a quien tienes cerca, como el vecino de la casa del lado, no le hablas porque el árbol que está junto a la verja te llena tu patio de hojas.
Insólito que algunos hablen de hacer el bien, de tener ética o incluso moral, y que pretendan decir que la moral no tiene que ver nada con Dios. Es si como ahora pretendiéramos decir que el árbol o fruto no tiene nada que ver con semilla.
Dios es la fuente de toda moral. Y no solo lo sostengo porque está escrito en la Palabra de Dios, como se revela en los mismos mandamientos que otorgó (no matar, no robar, etc.), sino porque aun antes de dar sus 10 mandamientos por medio de Moisés, creó a los seres con una conciencia. Aun si una persona no llegara a conocer nunca de la Biblia ni de Dios, y no tiene acercamiento a la ley moral de Dios, él nos creó a todos con una conciencia que nos dicta lo que está bien y lo que está mal, aunque sea a grandes rasgos.
Tengo que indignarme cuando hay quienes señalan que los cristianos somos hipócritas, pero no se miran la viga que tienen en el ojo. Porque si bien es cierto que hay hipócritas en las iglesias, también los hay en los gobiernos, en las escuelas, en los centros de trabajo, y sí, también en la casa de muchos que les llaman a otros hipócritas sin mirarse antes a un espejo.
Y es que hay quienes señalan a la iglesia porque no hace lo que predica, pero lo hacen desde una posición acomodaticia como dando a entender, “eso le toca a ustedes, los cristianos”, no a nosotros. Así es muy fácil criticar. Desde la posición acomodaticia de que ustedes tienen que hacer; y no me toca a mí.
Otros podrán decirme, ‘yo no necesito a Dios para hacer el bien, y de hecho, yo le doy comida a los pobres y ayudo a los necesitados. Yo tengo amor y no necesito ir a la iglesia ni orarle a un tal Dios’. Me parece escuchar el discurso. Pero tengo una respuesta para ese discurso gastado. De hecho, es la misma respuesta para todo el que dice ser cristiano pero no lo practica con hechos.
Y es que tus obras, indistintamente de lo buenas que puedan parecer, son inservibles a los ojos de Dios si en realidad no tienes amor. ¿Pero cómo que no tengo amor, si yo le llevo comida y ropa a los necesitados?, podrán preguntar algunos.
Es que el amor no se define por lo que tú puedas creer. Dios, que es amor, lo dejó definido en la Palabra. Y es que el supuesto amor que no está fundamentado en amar a Dios primero, es hueco porque siempre va a ‘pantallear’. Por un lado va a amar a unos, pero odiará a otros. Ayudará a los que escoje, pero a otros los aplastará por el rencor, la venganza y la envidia. A unos tratará bien, pero a otros atropellará simplemente porque no le caen bien.
Lo que 1Corintios 13 presenta como definición del verdadero amor, nos deja cortos a todos, por más buenos que digamos ser. Nadie, absolutamente nadie que diga tener amor, incluyendo a los cristianos, podemos decir que hemos cumplido o cumplimos a diario con todos estos componentes o manifestaciones de lo que debe ser el amor verdadero. La realidad es que cumplimos quizás con unas, pero fallamos en tantas otras.
1CO 13:4-7 – “El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
Dios no obliga a nadie a que le siga. Y por otro lado, los que le seguimos no podemos adjudicarnos el crédito por creer en él y servirle. La Palabra dice bien claro que en esto consiste el amor, en que Dios nos amó primero. Yo puedo dar fe de eso porque hace 13 años cuando comencé a sentirme inclinado hacia él, en realidad no fue que lo estuviera buscando. Él salió a mi encuentro. Cuando uno acepta eso en humildad, es que se da cuenta del amor tan grande Dios.
Algunos cristianos no pueden entender eso, y yo tampoco lo entendía, porque nos gusta demasiado darnos el crédito de las cosas. Pero la realidad es que alguien que está muerto ya no puede hacer nada. Y una persona que está viviendo de espaldas a Dios, y en pecado, está muerto espiritualmente.
Es él quien nos atrae en lugar de que sea como a veces hemos llegado a pensar, que nosotros decidimos buscarle. La realidad es que todos, sin excepción de ninguno, está inclinado al pecado, pero en su misericordia a Dios le complace atraer a algunos hacia él. Es así que nuestro entendimiento se aclara y comenzamos a comprender sus verdades y su Palabra, la misma que antes nos parecía locura como a algunos todavía le parece.
Las obras de bondad sin reconocer a Dios son en realidad huecas. Por más que quieran defenderse, la realidad es que los que dicen que pueden hacer obras de bondad sin Dios en su vida, siempre tendrán una motivación incorrecta. Unos buscarán reconocimiento, otros sentirse bien consigo mismo. Otros, en su necesidad de encontrar su propósito en la vida, lo harán también. El problema es que separados de la fuente verdadera de amor, todo se vuelve un ejercicio futil. Dios mismo nos creó, y la Palabra dice que él mismo creó de antemano las buenas obras para que nosotros anduviéramos practicándolas.
Pero como dije al principio, algunos amarán o dirán que aman, pero con quienes escojen. No necesariamente a todos. Y debo aclarar, que para amar no necesariamente tengo que relacionarme con todos. Pero mi trato hacia aquellos que no me tratan bien, o que se vuelvan mis enemigos, debe ser de respeto. Respeto no es que tenga que pensar igual que otros, pero sí que los trate con amabilidad, que extienda mi mano de ayuda. Y eso tiene que ser mutuo.
Juan 15:10-11 – “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto. Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado. Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando“.
Que alguien de esos que en su orgullo se hacen llamar buenos me diga si no ha actuado de esta manera: “Y como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen; estando llenos de toda injusticia, maldad, avaricia y malicia; colmados de envidia, homicidios, pleitos, engaños y malignidad; son chismosos, detractores, aborrecedores de Dios, insolentes, soberbios, jactanciosos, inventores de lo malo, desobedientes a los padres, sin entendimiento, indignos de confianza, sin amor, despiadados; los cuales, aunque conocen el decreto de Dios que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también dan su aprobación a los que las practican”. – Romanos 1:28-32
Nadie te obliga a seguir a Cristo. Ni siquiera Dios te obliga. Pero nadie me puede obligar a mí a no celebrarlo y a proclamar su nombre. Y nadie puede acusarme de hacerlo porque de la misma manera que políticos y persona de otras esferas publican, declaran y proclaman en lo que creen, nosotros los que por la gracia de Dios hemos sido abrazados por su amor tenemos el llamado de hablar de Buenas Nuevas como las siguientes:
“Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. – Romanos 5:8.