Hay tiempo en el tiempo de Dios
Para Dios no hay imposibles ni tal cosa como falta de tiempo; él se mueve en la esfera de lo eterno. Para él nunca se hace tarde, ni se agotan las oportunidades, sobre todo si hay alguien dispuesto a aprovechar alguna.
Los testimonios en su Palabra me dan esa confianza.
En Mateo 15:21-28 la mujer cananea que acudió donde Jesús en clamor por su hija endemoniada, pudo por su persistencia ver la liberación de su ser amado cuando el Maestro reconoció su fe. Las palabras iniciales del Señor tendían a indicar que vino a salvar a su pueblo Israel, pero en realidad estaba probando la fe de aquella mujer. Y bien que ella pasó la prueba, porque en su insistencia, Jesús aceptó que la cananea tuvo una gran fe.
La fe, contrario a lo que se creen más sabios que nadie, sí puede entenderse y en ocasiones razonarse. Lo que ocurre es que nuestra sabiduría nunca estará por encima del poder de Dios. Dios es sobrenatural, y como tal, porque es el creador de todas las cosas, tiene el poder para ir por encima de la razón, de la realidad y de lo aparente.
Como lo hizo al resucitar a Lázaro, otro de los testimonios de que para él nunca es tarde, aunque para las hermanas de Lázaro sí parecía imposible pues su hermano ya había muerto.
“Dijo Jesús: Quitad la pieda. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:39-40)
Esto nos enseña que no deberíamos desesperar cuando no hemos conseguido algo, sino que deberíamos esperar en el Señor. No deberíamos desfallecer cuando creemos que nos queda poco tiempo para alcanzar una meta, o solucionar un problema.
Estoy convencido que si más de nosotros descubriéramos las riquezas y la plenitud que se encuentran en la comunión con Dios y en el estudio y revelación de su Palabra, seríamos menos propensos a apresurarnos, o a desesperarnos.
Mediante la comunión con Dios no solo encontramos la paz que no se puede encontrar fuera de él, sino que esa tranquilidad inunda nuestro ser de tal manera, que lo demás pasa a un segundo y tercer plano, y las situaciones diversas ya no nos agobian.
Esa paz que solo el Señor es capaz de dar, no está divorciada de la realidad. Lo que sucede es que la paz del Señor que sobrepasa todo entiendimiento (Filipenses 4:7), nos permite ver las cosas, los problemas y las crisis, de una manera sosegada, a la vez que nos permite aguardar con calma en la esperanza de una eventual solución. Y en esa espera, la paz del Señor es la única capaz de añadir gozo a nuestro ser, a pesar de que la crisis puede ser profunda, y de que incluso no lleguemos a ver la respuesta deseada.
Esto es así porque el gozo que Dios da, no depende de circunstancias ni de resultados. El gozo del Señor nos llena porque nos hace conscientes de que lo tenemos a él de nuestro lado, aunque no veamos los resultados que esperamos de algo en particular. Esa paz también nos protege en nuestra salud emocional, porque el mismo Filipenses 4:7 dice que “guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús”.
Hay cosas que nos roban la paz, como las metas sin cumplir, los sueños sin alcanzar, o los proyectos sin terminar. Enseguida nos agobia la culpa, la frustración, la autocondenación. Y en ese círculo vicioso que nos hace sentir que nos hundimos, nos perdemos del gozo que solo Dios podría darnos si tan solo soltáramos la carga en sus manos.
Preocuparnos por el pasado y por lo que no logramos, es como llevar puestas unas cadenas que no nos dejan caminar hacia el frente; que no nos dejan disfrutar el presente ni soñar con el futuro.
El testimonio del Centurión en el evangelio de Lucas 7, es otro ejemplo de que la Palabra de Dios no es poca cosa. La Palabra que sale de su boca es poder para traer vida, y esa fue la confianza que tuvo el centurión, de que su siervo se sanaría por el poder de la Palabra que el Señor declararía, no ninguna otra persona.
Estoy convencido que el verdadero gozo en la vida, ese que es permanente, no proviene de tener dinero, salud, éxito o fama. Es más, el verdadero gozo permanente, ni siquiera es garantizado por tener una relación estable con la pareja , ni por tener familia. La verdadera riqueza y el verdadero gozo están en saberse amado por el Señor, y en tener una relación con nuestro Salvador.
Esto, lamentablemente sonará a locura para los que se creen sabios. Pero a los que creemos y experimentamos ese abrazo cuando estamos en comunión con Dios, es un tesoro que nos llena de vida y nos hace remontarnos en la tribulación, mientras a otros los ahoga.
“Me mostrarás el camino de la vida; me concederás la alegría de tu presencia y el placer de vivir contigo para siempre”. (Salmos 16:11)
Para Dios nunca se hace tarde, ni se agotan las oportunidades, si hay alguien que las aprovecha, como uno de los dos malhechores que crucificado al lado de Jesús, reconoció su culpa y le pidió “acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Jesús respondió: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. (Lucas 23:42-43).