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Tres regalos (2)

La Palabra de Dios es alimento a nuestro espíritu y nos da vida eterna. Su palabra produce vida donde había muerte.

La semana pasada comencé estableciendo en el inicio de esta breve serie de tres partes, que hay tres regalos que hemos recibido los hijos de Dios. En esta ocasión me concentraré enel tesoro que es para los que creemos, la Palabra de Dios.

Antes de entrar en las razones del por qué la Palabra de Dios es tan valiosa, veamos cuál debe ser nuestra actitud cuando poseemos un regalo de gran valor como ese. Mateo 13:44 dice que “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo”.

La Biblia también establece la diferencia entre lo que son las riquezas del mundo y aquellas que verdaderamente importan, no porque las primeras sean malas, sino porque debemos saber cuáles serán nuestras prioridades en nuestra vida. “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. (Mateo 6:19-21)

Habiendo comprendido esto, y el regalo que nos hizo Dios al darnos a su Hijo para perdón de nuestros pecados, veamos ahora la importancia de su Palabra, una por medio de la cual fue hecho todo lo que existe, todo lo que vemos. Por la Palabra fue hecho lo que aún no se podía ver.

Por el Evangelio de Juan sabemos que la Palabra era Dios mismo. Por eso es que a Jesús se le llama la Palabra encarnada. Esa Palabra estuvo involucrada en la creación misma. Y luego, Aquel que era el Verbo se hizo carne.

Esto sin duda no es tan fácil de entender como suena. Pero siempre me gusta usar el ejemplo de aquellos que inventan cosas. Para crear, es necesario primero que sueñen y se imaginen cómo serían las cosas si existiera eso que ha venido a su mente como una mera idea.

Si no hubiera esa curiosidad en el ser humano por crear, ese interés innato puesto por Dios mismo en nosotros, no sería posible que hubieran inventos. Antes de que lo no existente se haga concreto, es necesario muchas veces llevar esas ideas al papel o expresarlas. De seguro, el inventor deberá no solo llevarlas al papel, sino también hacer un diseño. Tal vez hasta conlleve dibujar un diagrama y redactar qué funciones servirá.

Entonces, algún día, después de pruebas e intentos, eso que no se veía pero que vino primero a la mente del inventor, se hará realidad. Por eso es que la Palabra dice que lo que se ve (ahora), fue hecho de lo que no se veía.

“Por fe sabemos que Dios formó el universo mediante su palabra,  de modo que lo que ahora vemos fue hecho de cosas que no eran visibles”. (Hebreos 11:3)

Pero así como en las palabras hay poder para crear, también lo hay para destruir. De ahí estriba la importancia de analizar o medir antes lo que vamos a expresar. Debemos tener cuidado de qué palabras proferimos; si para edificar y construir, o para destruir y maldecir.

Y más importante aun van a ser nuestros dichos, si están cónsonos con la Palabra de Dios.

Debo dejar claro que si bien es nuestro deber estudiar y leer las escrituras, es de Dios darnos el entendimiento de las mismas. En otras palabras, es un doble regalo porque nos da las escrituras pero también nos da el entendimiento de ellas.

“Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras? Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras”. (Lucas 24:32; 45)

La Palabra de Dios es uno de sus regalos, y mucho más al ser revelada, pero también encierra en sí misma un gran regalo, y es que nos muestra quién es Jesús:  Hechos 18:28 establece que Apolos, un entendido en las escrituras, “refutaba vigorosamente en público a los Judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo (el Mesías)”.

La Palabra tiene múltiples beneficios y nos dice la misma Biblia en2Timoteo 3:16-17 que “Toda Escritura es inspirada por Dios y útilpara enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra”.

La Palabra también nos brinda consuelo, además de ser de enseñanza como muestra Romanos 15:4. “Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia (perseverancia) y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza”.

Y es por la Palabra que aumenta nuestra fe. “Así que la fe viene por oír, es decir, por oír la Buena Noticia acerca de Cristo”. (Romanos 10:17)

Atesorar la Palabra y obedecerla, trae recompensa. Así lo muestran Deuteronomio y Josué. Muchos caen en el extremo de pensar que Dios solo trae juicio, pero quien obedece a Dios no tiene por qué temer sus juicios si se somete a la autoridad de la Palabra.

“Y tú volverás a escuchar la voz del Señor, y guardarás todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy. Entonces el Señor tu Dios te hará prosperar abundantemente en toda la obra de tu mano, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu ganado y en el producto de tu tierra, pues el Señor de nuevo se deleitará en ti para bien, tal como se deleitó en tus padres”. (Deuteronomio 30:8-9).

“Este Libro de la Ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito. Porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito”. (Josué 1:8)

La Palabra es comparada por Cristo mismo con alimento. Y ciertamente es alimento a nuestro espíritu, así como el cuerpo necesita otro tipo de comida. De ahí se explica por qué Jesús, cuando el diablo quiso tentarlo en el desierto justo al culminar su ayuno de 40 días, le contestó, “no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. (Mateo 4:4)

En nosotros está decidir pues, qué haremos. Si solo nos preocupamos por alimentar el cuerpo, que de todos modos perecerá algún día, o si procuramos alimentar tanto o más nuestro espíritu con la Palabra de Dios, que produce vida eterna. (Juan 6:68).

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