Alexa: Otra estadística
Llegué a Chicago en Octubre 5 del 1998. Poco luego de llegar, participé de una marcha anti-crímenes-de-odio porque mi llegada coincidió con la matanza del joven gay Matthew Shepherd, que luego de una paliza fue dejado guindando de una valla para que se desangrara, en Wyoming.
Una de las estadísticas que me he memorizado con los años es que 40 % de los jóvenes deambulantes o sin casa son LGBT. Tengo entendido que Alexa, la joven trans que fue asesinada recientemente, era parte de esta estadística. Otra de las estadísticas que se citan con frecuencia tienen que ver con los niveles de violencia contra las mujeres transgénero. El Human Rights Campaign trata de mantener algunas estadísticas (la mayoría de las víctimas son de color, aunque no todas), pero es imposible saber con certeza por la invisibilidad de esta comunidad.
Cuando me mudé a vivir a Chicago, uno de mis primeros trabajos fue en Horizons Youth Group (organización que luego se convirtió en el Center on Halsted, un centro comunitario LGBT) como “advisor”. Una de mis tareas era ponerme a llamar albergues a través de toda la ciudad cada vez que uno de los jóvenes que servíamos se quedaba sin casa, a ver si les conseguía donde dormir esa noche. En ese momento, las estadísticas en mi mente se mezclaron con las caras humanas de mis jóvenes clientes en Horizons. Casi todos los que se quedaban sin casa eran afroamericanos, y este trabajo lo hice durante un invierno. Las temperaturas estaban bajo cero.
En una ocasión, celebramos un “talent show” en Horizons, en el cual muchos de nuestros jóvenes cantaron o bailaron. Resaltan en mi memoria un joven cuyos padres eran inmigrantes de Cambodia, que imitó a Mariah Carey, y otro (uno de los que estaban sin casa) cantando una canción de iglesia con una voz envidiable y con una pasión desgarradora.
En Horizons, tuve el placer de conocer muchas personas coloridas e interesantes. Una de ellas, que nunca olvidaré, fue Lorrainne: una activista, “advisor”, y mujer trans afroamericana que, más tarde, se iría a Tailandia a operarse para transicionar y se enamoró tanto de Tailandia que se quedó por allá, porque dice que “volvió a nacer”.
Lorrainne siempre tuvo una actitud cínica. Cada vez que sucedía un crimen de odio, solo decía: “Another statistic”. “Otra estadística”. Y a las muchachas que la veían como mentora, casi todas afroamericanas y trans, también les advertía que no se convirtieran en “otra estadística”. Muchas de ellas no tenían buenas relaciones con sus familias y veían a Lorrainne como una madre adoptiva.
En una ocasión, salió en las noticias que una joven transgénero tuvo la mala suerte de estar en un accidente vehicular. Al ser llevada al hospital, el personal del hospital empezó a reírse al darse cuenta de que no se trataba de una mujer “de verdad”. Entre los chistes y la curiosidad, Lorrainne estaba convencida de que a esa joven trans la dejaron morir a propósito. “Otra estadística”, dijo.
Por todo esto, lo primero que pensé al enterarme del asesinato de la transgénero Alexa en Toa Baja fue: “otra estadística”. Quizá en el futuro las cosas cambien. Pero para que cambien, vamos a tener que humanizar las estadísticas: acostumbrarnos a poner caras e historias humanas al lado de las estadísticas.