Groenlandia, USA?
En días recientes el presidente Trump ha generado enorme controversia al expresar que quiere comprar la enorme isla ártica de Groenlandia. La idea ha sido ridiculizada por muchos, al ser expresada casi 80 años luego del final de la “era colonial” para la mayor parte del mundo. También ha generado tensiones con el estado de Dinamarca (del cual Groenlandia es parte) luego de que su líder le avisó a Trump de una manera muy pública que la isla no está a la venta, y una reacción de rechazo universal por parte de los 60,000 residentes de Groenlandia, la mayoría de los cuales son inuit (“esquimales”).
Algunos en la izquierda cuestionan que Trump quiera responsabilizarse por una isla tan enorme que está en peligro de ver los peores efectos del cambio climático, luego de haber hecho una labor pésima tras el paso del huracán María por Puerto Rico. ¿No debería poner su casa en orden primero, antes de tratar de expandirla?
Para entender de donde surge la idea de comprar a Groenlandia, hay que entender que Trump es un capitalista y que el hielo en el Ártico se está derritiendo, lo cual va a hacer disponibles enormes reservas de recursos mineros y de gas natural para la explotación. Además, Trump se percibe a sí mismo como en competencia económica con países como China y las naciones de Europa, y quiere alcanzar esos recursos no-renovables antes de que los chinos u otros lo hagan (porque, en su mente, parece que los groenlandeses no son o no deben ser dueños de los escasos recursos en sus propias tierras).
Groenlandia se halla entre Europa y América, y podría además servir de zona de amortiguación o base de ataque entre los dos continentes en caso de conflicto.
Pero, ¿y los groenlandeses, como quedarían? Pongamos a un lado los asuntos de diferencias culturales. Primero, verían un poder extrangero enorme entrar para extraer y adueñarse de los pocos recursos con los que cuentan para poder construír su país, que hoy está pasando por un lento proceso de descolonización. La exportación mayor del país es el pescado. La tierra no les produce mucho, así que tienen que importar mucha comida y otros bienes esenciales, de modo que Groenlandia necesita cualquier recurso que pueda ayudarle a lograr su independencia y prosperidad.
Segundo, debido a que el derretirse el hielo es lo que hace posible la disponibilidad de muchas de estas minas y recursos, se crearían incentivos económicos adicionales para acelerar el despilfarro del medio ambiente y el calentamiento global. Incrementaría la insistencia de ciertas corporaciones-“buitre” en que el calentamiento global–como toda crisis–podría incluso ser útil y oportuno (claro, porque lo es para ellos) … o que es un mito, lo cual distorsionaría aún más el discurso público con respecto a nuestra responsabilidad ambiental. Esto, a su vez, empeoraría el problema del cambio climático en Groenlandia.
Tercero, Groenlandia tiene una población muy pequeña y pocos recursos militares para poder defenderse de actos de agresión política o económica de este tipo. Generaciones de protesta quizá hagan muy poco para crear conciencia sobre los problemas de los nativos. La guerra armada contra una superpotencia como Estados Unidos sería suicidio. Es decir, estamos ante una población nativa indefensa, que sufre de enormes vulnerabilidades climáticas que podrían reducir sus pocas fuentes de ingreso, decimar su población, o reducirla al estatus de refugiados del cambio climático.
Cuarto, si el caso de Puerto Rico es indicación de cuan lento puede ser un proceso de descolonización dentro de Estados Unidos, podemos imaginar que en 120 años los groenlandeses van a estar atrapados en un Commonwealth y sufriendo la antipatía, hostilidad o indiferencia crónica del Congreso, a la vez que no podrán participar de los procesos federales de toma de decisión. Por lo menos hoy bajo un benévolo gobierno de Dinamarca, pueden ver la luz al final del túnel del coloniaje.
Groenlandia, USA nunca sucederá. Sin embargo, el “Greenland affair”, aparte de hacernos reír, nos da otra ventana a la mente del hombre en la Casa Blanca.