Pensilvania: Sinead O’Connor tenía razón
El reporte sobre los crímenes sexuales del clero católico en Pensilvania–en el cual 300 sacerdotes abusaron sexualmente de 1,000 menores durante siete décadas–se reportó como si hubiéramos levantado una roca y encontrado un nido de hormigas bravas o termitas que nadie quiere mirar, que la gente solo quiere volver a tapar. Se ha reportado, por necesidad, en los medios … sin embargo hace falta llevar a cabo más análisis francos de los eventos–como el artículo de Patheos que hace un llamado a catalogar la Iglesia Católica como un culto peligroso, o como el artículo de un diario irlandés que propone que la gente se disculpe con Sinead O’Connor por haberla vilificado hasta mas no poder luego de que ella rompió una foto del papa Juan Pablo II en vivo durante un show en el 1992. “Fight the real enemy!” fue su grito de guerra: “¡Peleen contra el verdadero enemigo!”
Desde el escándalo de Boston a principios de este siglo se viene sabiendo que la mayor parte de los casos conocidos de depredación sexual sucedieron y fueron encubiertos durante el papado de Juan Pablo II (que hoy es considerado “santo”), bajo la influencia de las políticas establecidas por Ratzinger. Estas políticas ordenaban a los cardenales a mover de una diócesis a otra a los curas depredadores y emplear abogados maquiavélicos para intimidar y comprar el silencio de las víctimas, haciendo cualquier cosa con la intención de evitar un escándalo. Cuando los medios reportaron el encuentro (tras puertas cerradas, por supuesto) entre el papa Juan Pablo II y el cardenal Bernard Law de Boston durante aquel otro escándalo, en aquel entonces los medios nos aseguraron que el papa había “regañado” al cardenal Law. “¿Regañarlo por hacer exactamente lo que el papa le ordenó hacer?”, dije yo en aquel entonces. Pero esa era la narrativa mediática … tan desesperado por creer en el clero estaba todo el mundo.
A una generación del similar escándalo en Boston y a varios años del filme The Keepers (que destapa otro hormiguero nauseabundo en Baltimore), hay muchos que no quieren asimilar que estamos exactamente en el mismo lugar: en nada ha progresado el clero de la Iglesia Católica con respecto a la cultura de depredación por la que ya es desafortunadamente notorio.
Cuando se ha cubierto el problema, con frecuencia se toma por dado que el clero está mas allá de la ley, que los miembros del clero no son responsables de reportar crímenes a las autoridades pertinentes, y que las investigaciones internas de la iglesia bastan–cosa que, como hemos visto, es inaceptable. Por ejemplo, CBS reportó que un sacerdote había “avisado al Vaticano” sobre los problemas en Pensilvania en el año 2000. No se le ocurrió al autor del reportaje preguntar porqué ese sacerdote avisó al Vaticano, en lugar de avisar a las autoridades pertinentes. ¿Existe un sistema legal paralelo para el clero? ¿Está el clero por encima de la ley, no solo en cuestiones de impuestos sino incluso en lo que concierne a crímenes de esta naturaleza? El Vaticano sabe exactamente lo que hace, a quien hay que avisar es a la policía y a la rama judicial del gobierno.
Consideremos lo que nos parece apuntar la matemática del asunto: si Pensilvania constituye el 3.9% de la población de EU, y si usamos este estado como el promedio (300) de cuantos depredadores existen en el clero católico y cuantas víctimas (1,000) a través de todo Estados Unidos, podríamos concluír que en las últimas siete décadas en todo el país ha habido mas o menos 7,692 sacerdotes depredadores y que sus víctimas suman mas o menos 25,641. Se estima que en EU hay poco menos de 40,000 curas, así que esto viene siendo mas o menos uno de cada cinco sacerdotes. No creo que tenemos razón para suponer menos que eso, sobre todo cuando en todos los países donde existe una prensa lo suficientemente libre y valores laicos más o menos robustos, se ha reportado depredación—en meses recientes en Chile y Australia, por ejemplo. Pero jamás nos enteraremos del número real, porque pululan las reuniones tras puertas cerradas y las autoridades laicas que miran a otro lado.
La cultura de silencio, docilidad y complicidad entre los católicos es también preocupante: el líder de la Liga Católica, Bill Donohue, en los últimos días se ha dedicado a defender al clero y negar que se pueda usar la palabra “violación” para describir los eventos documentados en el reporte de mas de 800 páginas, alegando que “no es violación si no hay penetración” y otras necedades. En Donohue no vemos nada de indignación, ni la expectativa de transparencia por parte del clero, solo excusas pro-depredador que apestan a la misma clase de apologética que los musulmanes emplean en la defensa de su costumbre de casar niñas pre-pubertad con hombres adultos y hasta con ancianos.
El perfil del cómplice se hace mas feo cuando consideramos que ambos incluso exhiben la fuerte tendencia del ideólogo autoritario a disculpar al agresor mientras se culpa a las víctimas, que convenientemente fueron criadas en sus religiones con fuertes dosis de culpabilidad … ¡hasta por manchas y pecados pre-natales que nadie sabe explicar de donde vienen!
Sinead O’Connor es irlandesa y su país por muchas generaciones sufrió largas guerras innecesarias entre protestantes y católicos. Al hacer un llamado a batallar contra el verdadero enemigo, hay que decirlo y ya es hora de reconocer que la historia la ha reivindicado en Boston, en Irlanda, en Alemania, en Australia, en Chile, y ahora en Pensilvania–porque en todos estos lugares, han salido a la luz actos como los que se hicieron públicos hace poco: Sinead O’Connor tenía razón.