Trump: el presidente que necesita “adultos en el cuarto”
En los tiempos de los faraones “divinos”, la corona a veces caía sobre las sienes de niños, y todo Egipto se veía obligado a honrar la divinidad del faraón mientras que algún mentor de la familia faraónica tomaba decisiones del estado a diario para que Egipto pudiera continuar funcionando como país. El faraón seguía su rol ceremonial, y algún mentor de la familia llevaba las responsabilidades del cargo. Lo mismo ha sucedido en muchos países bajo la monarquía: a veces menores, o inválidos, han llegado al poder y la familia real ha gobernado por ellos.
Pero los ciudadanos de países que tienen el privilegio de disfrutar de una democracia tienen el poder de elegir a sus líderes. En países donde la gente tiene la opción de elegir a la persona mas capaz, mas inteligente, mas apta en todos los sentidos para presidir, no debería hacer falta una niñera que cuide del monarca. Sin embargo, es eso lo que nos asegura el autor(a) anónimo del editorial de New York Times sobre el supuesto motín anti-Trump que se cocina en Casa Blanca: que hay “adultos en el cuarto”–esto mientras las encuestas apuntan a un nivel de aprobación pública al presidente de 38 %, lo cual es históricamente bajo. Puede ser que el editorial sea un modo de distanciarse de la figura de Trump por los republicanos en vísperas de las elecciones congresionales que se avecinan.
En un artículo de The Week que cuestiona la supuesta ‘resistencia’ a Trump dentro del Partido Republicano, luego de hablar de instantes en que miembros del personal en Casa Blanca ignoraron o desobedecieron órdenes de llevar a cabo planes absurdos que recibieron de Trump–decisiones tan serias como matar al presidente de Siria o remover a EU de un tratado de comercio con Corea del Sur–, y tras mencionar que Trump tiene una capacidad de prestar atención tan limitada que no se dio ni cuenta de que sus órdenes fueron ignoradas, Ryan Cooper dice:
Mira, es bueno que estas cosas sucedieron. Pero este tipo de estrategia de resistencia se adapta mucho mejor a una dictadura que a una república constitucional. Si no hay un método legal o constitucional para eliminar a un líder malo, o puede ser peligroso criticarlo abiertamente, entonces la mejor opción es (este tipo de) estrategia …
Cooper luego menciona los dos recursos disponibles gracias a que EU es una república constitucional (es decir, la ley no es la palabra de un rey sino la Constitución): 1. acusación (impeachment) formal, o 2. la Enmienda # 25 de la Constitución de Estados Unidos, que permite que el Vice-Presidente y la mayoría del Congreso den un voto de no-confianza al presidente. Esta segunda idea está ganando tracción, aunque tendremos que esperar hasta el 2019 para ver si hay suficientes demócratas en el congreso para intentarlo luego de las elecciones congresionales.
Lo lamentable de esta admisión por el mismo Partido Republicano (que se supone sea reconfortante) es que estos eventos toman el pulso al estado decadente de la democracia americana. Las democracias solo funcionan bien cuando las poblaciones están educadas y cuando no se entregan al fanatismo o a las histerias masivas. Es bueno que el Partido Republicano esté teniendo conversaciones internas sobre la necesidad de darle voto de no-confianza a un hombre que es, a todas luces, megalomaníaco, inepto e incapaz de llevar responsablemente sobre sus hombros el peso de la presidencia, y que encima de todo no aprende de sus errores y cuyo ego es tan frágil que ni siquiera los reconoce. Pero este voto de no-confianza es un voto de no-confianza en los votantes, particularmente los de su partido, que no supieron encontrar una persona mas apta para el rol de la presidencia entre los mas de 300 millones de ciudadanos americanos disponibles.
¿Con que cara vamos a defender valores democráticos ante el escenario internacional, si el líder del país mas poderoso del planeta es un tipo de faraón niño que necesita ser supervisado por “adultos en el cuarto”? No va a ser fácil invocar la Enmienda # 25 de la Constitución, pero más difícil va a ser restaurar nuestra fe en la inteligencia de la población votante.