Y sí, seguiré practicando la cortesía
Detengo mi automóvil, le cedo el paso, se retrasa en pasar y luego me mira con una mirada que encerraba coraje, molestia, irritabilidad. Siguió su camino y allí me quedé preguntándome si se molestó porque le di paso, si estaba molesta con quien la acompañaba o simplemente es su manera de vivir. Terminé riéndome, de esa extraña reacción –la de ella- y de mi cortesía que resultó más una molestia que un espacio de convivencia civilizada.
Continué mi camino pensando en la cortesía que aprendí desde mis tiempos de niña. Ceder el paso a un peatón; ahora se los llevan arrollados y ni se detienen. Dejar pasar en la fila del banco a los ancianos, ayudar a recoger los objetos que se le caen a una persona en la tienda. Permitir el paso en algún cruce donde se daña el semáforo, en vez de entrarle todos a la vez y formar los tapones maratónicos en los que termina todo mundo detenido.
Dónde quedó la cortesía, me pregunto. Por qué si alguien trata de rebasarnos en la carretera, aceleramos y le echamos el carro encima de manera amenazante. Ni hablar de los cortes pastelillos y de los que se le van detrás para sacarle el dedo o decirle la verborrea de palabrotas que el otro ni escucha.
Cortesía para qué, no será mejor seguir el patrón de miradas indiferentes o de coraje, seguir con los actos egoístas donde después que yo esté bien, los demás que se chaven, de sálvese quien pueda. Eso me preguntaba, mientras me perseguía aquella mirada hostil de quien le cedí el paso. Y me niego a caer en las trampas de la amargura y el individualismo rampante de esta era. Me niego a dejar que el espíritu de convivencia que nos caracteriza a los boricuas, se muera en mí.
Hay cosas que no pueden morir, porque matan a la persona y a la sociedad. Cumplir con la palabra, hacer lo que se dice o se acuerda. Algo que sigue en decadencia en la era de las excusas y del famoso “se me olvidó”. Ser responsable con las tareas, aunque solo sea la de contestar el teléfono en una oficina de gobierno- o de la empresa privada- o la de cumplir con los horarios acordados. El dar los buenos días, dar las gracias, contestar un mensaje de alguien que está esperando una respuesta.
Algunos le llamarán ética, valores; yo simplemente le llamo convivencia humana en un mundo qus nos pertenece a todos y en el que tenemos que cohexistir. La cortesía, algo que si no se cultiva se la devoran las estructuras de un sistema cada vez más inhumano e insensible.
Y sí, seguiré cediendo el paso y manteniendo la cortesía, sabiendo que hay muchos otros que la practican y no van a permitir que muera.
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