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¿Ser feliz en la Navidad?

Muchas de mis Navidades han sido felices, la mayoría. Algunas las he pasado entre  tristezas y pérdidas de seres queridos. Pero siempre con motivos para alegrarme ante la propuesta del amor que nos llegó hace dos mil años y nos sigue invitando a seguirle con cada celebración del nacimiento del niño Jesús.

Hace mucho que un buen amigo me bajó de la nube materialista y mercantilista a la que el sistema ha reducido esta época, para seguir alimentando las arcas de unos pocos. Me ayudó a quitar las escamas para mirar más allá de las vitrinas de las tiendas y ver las muchas desigualdades e injusticias que habitan el planeta y ante las que no es posible solo ponerse el gorrito de santa y seguir de jolgorio en jolgorio.

No con facilidad he ido desapegándome del “mall” y sus derivados, de los esquemas que nos dicen que hay que decorar, vestir y regalar con cierto “estándar”, para cumplir con la propuesta del mundo. Pero en esas he ido, rompiéndome para renacer a nuevas formas de celebrar la Navidad más cercanas a lo que en aquellos campos de Belén.

Algunas de mis navidades las he pasado entre los más pobres del planeta, en comunidades  de Latinoamérica. Han sido las mejores -hoy lo reafirmo- que he vivido. No ha habido grandes regalos, ni comelata, ni decoraciones. Pero ha habido mucho del amor como única respuesta. Ha habido acogida, celebración ante el que llega que se convierte en el mejor regalo que puedan recibir. Ha habido risas sanas que no están contagiadas de los “deberías” que propone el consumismo. Ha habido espaguetis o frijoles para la cena de noche buena, que sabían al lechón de Guavate, al ser compartidos con profundo amor.

La crisis que ha tomado posada en la sala de nuestros hogares y ha hecho que muchos no enciendan ni una linterna en esta época, me ha ayudado a acabar de convencerme que no quiero viajar más en la guagua de la “navidad light”, que nos siguen promoviendo los mercaderes. Esta crisis que quizás no nos permita darnos los lujos acostumbrados en esta época, es una oportunidad para mirarnos al interior. Para descubrir las muchas razones que hay para celebrar. Para redescubrir desde las relaciones con los seres que amamos el verdadero sentido de la Navidad.

Mis navidades más felices han sido cerca del pesebre. Ha sido entre los más pobres que he podido entender el misterio que encierran estos días. Quizás en esta Navidad el pesebre quiera mostrarnos la ruta para la nueva civilización que nos toca levantar.

Deseo que seamos felices en esta Navidad, que renazcamos al amor solidario que es parte de nuestra esencia humana, un amor que vivido desde la comunión con los demás es fuente de vida para regenerar nuestro planeta agonizante. Que desde el pesebre que nos invita a ser signos de esperanza sigamos trabajando por el bien de nuestro país y por un mundo más fraternalmente justo para todos.

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