Se mueren y se matan por el hambre
He estado cerca del dolor, muy cerca, tanto del dolor emocional como del físico. Del dolor del hambre, la pobreza, la desnutrición. Pero nada como el dolor de Haití, del cual estoy -estamos- tan cerca geográficamente que casi puedo tocarlo aunque no me encuentre allí. Fue impresionante ver las escenas de la famosa barcaza Esperanza 2, que llegó a Haití hace unos días después de que casi no logra atracar, pues los residentes se lanzaron al mar a tratar de abordarla para obtener alimentos.
Se mueren y se matan por el hambre fue el único pensamiento que me invadió cuando leí la noticia del joven de 17 años al que abatieron a tiros ayer -no se sabe si la policía o los pobladores- en medio de un altercado cuando un grupo se metió al muelle a tomar por la fuerza la mercancía que alegan no les está llegando.
“Se mueren y se matan por el hambre”, le escribí en mi desespero a un amigo jesuita quien suele invitarme a romper esquemas acomodaticios y alimentar convicciones. Este -quien vive a millas de distancia de Haití- me comentó “y nadie en FB puso la bandera haitiana… vaya mundo”.
Vaya mundo en el que estamos lleno de injusticias que a tanto nos consternan. Vaya mundo en el que estamos donde a nivel local nos encontramos frente a unas elecciones que nos tienen como diría mi abuela “embelesaos” ante las incoherencias, falsedades, fantasías a las que nos someten los diversos candidatos cuando quizás pronto estemos como en Haití esperando a que llegue alguna barcaza con alimentos si no se atiende con seriedad la crisis que ya está haciendo estragos en el país.
Pero aquí y en el norte los políticos siguen con sus retóricas y trucos para atraer votos como en un concurso de canto, exhibiendo su mejor sonrisa, sus casas, hijos y tratando de ocultar las verdades que ya todos sabemos. Las elecciones, un proceso en el que ya muchos hemos perdido lo que nombra a la barcaza que llegó a Haití: la esperanza.
Decidí encausar mi frustración al pensar en los muchos grupos que están en Haití trabajando para acompañar a la gente en su desolación, me consoló el esfuerzo de los que hicieron llegar la barcaza “Esperanza 2” con alimentos y suplidos. Me agarré de la esperanza esa fuerza humana que no deja que este mundo se destruya, aunque haya quienes con sus ambiciones desmedidas nos estén llevando a un hundimiento casi planetario.
Haití sigue esperando, esperando que nuestra conciencia nos lleve a ser solidarios, a dar y darnos más, a desperdiciar menos alimentos, agua y otros bienes que por tenerlos accesibles pensamos que solo son nuestros y podemos malgastarlos. A seguir buscando la forma de hacer presencia en ese hermano país.
Aunque no podamos estar en Haití, sí podemos estar con Haití desde nuestra esperanza, desde los actos de amor que realicemos con los que nos rodean y el seguir trabajando duro y con gozo allí donde toca dar frutos.
Desde nuestra conciencia, la cual nos debe llevar a participar en estas elecciones donde toca no votar por el que más promete y promete, sino por el que más haya demostrado en principios y acciones que llevará con esperanza a Puerto Rico hacia un camino de transformación. Y sí, creo que hay candidatos con esas cualificaciones, atrevámonos a votar por ellos y tengamos la certeza de que la esperanza seguirá renaciendo.
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