Recibiendo el mes de Febrero de 2020
Hace un mes despedimos el 2019 junto a unos amigos que trabajan en los procesos de la economía y el desarrollo social del país. En un campo entre Camuy y Lares, como hace 15 años realizamos nuestro retiro-celebración de fin de año. Recibimos el 2020 con esperanza, pero con la conciencia clara de que iba a ser un año duro en una civilización que agoniza.
El primer mes del año nos ha confirmado lo que ya sabemos sobre la realidad económica, ecológica, moral del país y del mundo. Existe un daño al medio ambiente que parece irreversible, con las muchas consecuencias que ya vamos viviendo. Una inequidad y aumento de desigualdad vergonzosa, mayor desprotección de los derechos humanos como la salud, la educación, el trabajo, la vivienda. Un abandono a poblaciones vulneradas. Sobretodo, una feroz corrupción y pérdida del sentido moral que se pasea en el liderato del país.
Esas realidades las teníamos al finalizar el 2019 y con ellas iniciamos el 2020, siendo el terremoto y el pobre manejo que ha hecho el gobierno, el primer cantazo del año sobre esta realidad existente. Pero pareciera que para muchos el paso del huracán María y la quiebra que ha despedazado el país, no ha sido suficiente evidencia de que navegamos en un barco a la deriva, que seguirá ahogando la vida de nuestro país.
Hoy recibimos el segundo mes del año, algunos con fuegos artificiales y celebraciones para atraer lo bueno y alejar las calamidades. Por mi parte lo recibo con la misma conciencia y esperanza que recibí el 1 de enero de 2020.
Me da cierto pesar ser ave de mal agüero y pronosticar que los siguientes meses y tiempos serán igual de complejos e inciertos que enero. Que no se observan indicios de los llamados a la gobernaza de que nos llevarán por rumbos de progreso y bienestar.
Si auguro, que cada vez con más claridad, se seguirá sintiendo el despertar de un pueblo, que según asumió las desgracias que nos trajo el huracán María, el proceso político del país en junio 2018, y asumió el desastre del sur en enero 2020, continuará haciendo temblar a aquellos que nos siguen oprimiendo.
Por mi parte según lo hice el 1 de enero, elijo recibir el mes de febrero y los próximos 10 meses del año con esperanza. Celebrando las gestas que van naciendo en torno a lo solidario, a lo comunitario, a la economía local que se abre paso en medio de los tentáculos del neoliberalismo.
Celebrando un pueblo que sigue despertando y actuando. A las personas que mantienen su integridad y esfuerzo por crecer interiormente para que no nos arrope la desesperanza. Pues ciertamente el potencial de todo cambio comienza desde el manantial de positividad de la persona.
Creo que como país recibimos este mes de febrero, no con la ilusión de que llegará a Puerto Rico la magia del mundo Disney. Si no, con la madurez consciente de que nos toca ser actores en medio de una civilización que cae y forjadores de lo nuevo. Con la claridad de que seguirán los tiempos duros, pero somos un pueblo resiliente de fe y solidario. Sobre todo somos un país con gran capacidad y talento para renacer a nuevos modos de vivir y construir el país que merecemos.
Caminaré y si es necesario marcharé, junto a otros que se esfuercen por vivir la transparencia que predican. Seguiré junto a mis hermanos y hermanas la siembra, plantando los cimientos de la nueva civilización que aspiramos a vivir.