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Me Libré del “Mall”

Aún me cuesta creerlo, pero debo celebrarlo para que el “Mall” sepa que de aquí en adelante la historia será otra. Por mucho tiempo discursé sobre las trampas del capitalismo y el consumismo desenfrenado en el que muchos hemos vivido atrapados. Fui descifrando muchas de las tretas que se utilizan para llevarnos a los consumidores, en masa, a las compras de todo tipo de cosas, la mayoría de las cuales no necesitamos. Estaba muy empapada, pero no lograba sacudirme del ansia de visitar el “Mall”, al igual que muchos compueblanos para comprar lo que fuese. En la época navideña, el ansia aumentaba ante la presión de los regalos con los que se nos ha hecho creer se demuestra el amor en nuestra época. Aclaro que en el “Mall” hay objetos de valor que podemos necesitar, lo que nos ahoga es lo que hemos llegado a creer: que sin las compras y objetos materiales no seremos felices.

He vivido muchas navidades maravillosas en mi ya larga vida, rodeada de una familia especial, amigos, parrandas y profundos signos de la fe.  Pero este año fue diferente. Este año pude tener algunas experiencias que me ayudaron a dirigir mi atención hacia otros espacios, personas, eventos antes y después,  que me permitieron dar otra mirada  a mi  Navidad.  Y resulta que  cuando abrí los ojos pude ver que me había librado del “Mall” y sus males. Me di cuenta que mi Navidad había sido alegre,  divertida,  espiritual y sin ir al “Mall”.

Agradezco a los campesinos y niños de algunos lugares de latinoamérica que antes del período navideño  me dieron  lecciones de vida sobre lo que es ser feliz sin tantos cachivaches y sin centros comerciales. Agradezco a amigos que detestan los tumultos de los “Malls”, quienes me contagiaron de su apatía y hasta  logré  sentir cierta fobia cuando pasaba cerca de algún “Mall” y percibía los tapones y el desespero de la gente para llegar a gastar el dinerito que con tanto trabajo sudan.

Agradezco a varios curas amigos quienes de modo sencillo me permitieron acercarme al pesebre,  al olor a ovejas y al pasto en el que nació el niño del que no se ha dejado de hablar hace de dos mil años. Un nacimiento lejos de esta cosa absurda de comprar, de tener carros, casas, lujos para ser feliz. Agradezco a un buen periodista con quien compartí unas conversaciones sobre el valor de la misión en la que he estado por los pasados 25 años. Conversaciones en las que pudimos adentrarnos en el sentido de amor al prójimo que vivió Sor Isolina Ferré y que la hizo desprenderse de muchas cosas materiales, para donarse a los demás.

También he sacado algunas lecciones de los líos económicos en los que estamos metidos como pueblo, la ya permanente recesión que parece no nos va a abandonar.  En solidaridad con todos los que han perdido trabajos, casas y esperanzas en este pasado año, decidí dar un significado diferente a mi Navidad.

Y que el “Mall” se prepare, pues sé que en el 2014 serán muchos más los que se unirán a la nueva manera de vivir que nos piden los nuevos tiempos, donde los mejores regalos y bienes serán la presencia de personas que nos alimenten la ilusión. Donde la mejor adquisición será encontrarnos con otros que caminen de la mano para afrontar y trabajar por la tierra que aspiramos para nuestros hijos.  Donde tocará encontrar nuevos espacios de esparcimiento, relajación y diversión sin acumular deudas.  Quizás comenzar a descubrir el valor de una tertulia entre amigos, un abrazo, una  conversación con quienes nos impulsen al crecer, a ser mejores,  expresiones del amor que no se pueden comprar en el “Mall”.

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