Lo que nos seguirá sosteniendo
Puerto Rico ha cambiado y mucho. A un mes de María vivimos una nueva realidad que nos requiere otras formas de asumir el presente.
Cada día se vuelve una escuela intensiva para aprender a mirar nuestro alrededor de modo nuevo y buscar maneras creativas de resolver las necesidades cotidianas. Basta con ver la caseta de campaña que mis vecinos han puesto en el techo de su casa donde pernoctaron cada noche mientras no hubo electricidad y hasta una bandera de Puerto Rico le colocaron.
En medio de la emergencia en la que todavía muchos siguen sin electricidad, sin techos, sin trabajo, son muchas las iniciativas de reconstrucción que demuestran el espíritu resiliente de nuestro pueblo. Las banderas de Puerto Rico ondean por todos lados, signo del del renacer de nuestra tierra.
La realidad es que todos los boricuas estamos sufriendo esta sacudida que nos ha dado María. A diario atiendo el alma dolida de nuestra gente, escucho historias, ofrezco abrazos y camino junto al pueblo que ya va aprendiendo a resistir el embate. No solo sufrimos la secuela del huracán, sino que también el desconsuelo de las noticias que siguen apuntando a la corrupción entre quienes deberían guiarnos.
Sólo los que día a día transitamos en este nuevo Puerto Rico sabemos en la piel lo que es vivir el desasosiego y la frustración que se pasean por nuestras calles. Manejar ese desasosiego debe ser tarea diaria al igual que hacemos las largas filas en cada esquina del país.
Todos necesitamos ser cuidados y autocuidarnos para preservar la salud emocional en medio de los muchos estresores que vivimos. Un ejercicio que ayuda a mantener el espíritu en alto es contar las bendiciones y cosas buenas que pasan a diario, esas que a veces ante las carreras diarias se nos escapa reconocer.
Puedo decir que una gran bendición y fuente de consuelo ha venido de las personas que me han acompañado antes, durante y después de la llegada de María. Durante este tiempo he abandonado los grupos de Whats Aap, Messeguer y otras cadenas de mensajes.
El estar sin internet y su llegada limitada me llevó a dedicar mi atención a aquellos mensajes y llamadas personales que me fueron llegando y en los que descubrí gran consuelo. Ha sido sanador sentir la presencia y recibir el amor de otros en momentos tan duros como este.
Mi agradecimiento no alcanza para expresar lo que ha significado la presencia de personas que aquí en Puerto Rico y desde otros lugares han caminado a mi lado, escuchándome, acompañado mis lágrimas, celebrado los pasos de cada día. Contagiándome de sus fuerzas y esperanzas.
En medio de esta nueva realidad la presencia de personas sean vecinos, amigos, conocidos que nos acompañen puede hacer la diferencia en nuestros días.
Estoy segura que lo que nos seguirá sosteniendo tiene rostro humano. Será el amor de los que nos abracen solidariamente lo que nos dará fuerzas para resistir y renacer. Hoy más que nunca apuesto al amor como única respuesta.
(La autora es Trabajadora Social y Directora del Instituto para el Desarrollo Humano a Plenitud de los Centros Sor Isolina Ferré lortiz@csifpr.org )