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Lo que está a punto de explotar

No sé si alguien pueda identificar el momento donde nos ganó la materia y se perdió el sentido del valor supremo de la persona y sus derechos inalienables.  Cuándo fue que permitimos  se instalara de modo permanente el materialismo e individualismo rampante capaz de atropellos impensados –en una época de tanto desarrollo y progreso- en contra de la vida, la humana, la del planeta, la de los animals.

En una de esas conversaciones de camino con el equipo que me acompaña en los talleres de desarrollo humano del Instituto, dialogábamos reflexivamente -como si estuviéramos en un templo- sobre esta tensa calma en la que a diario nos levantamos y acostamos. Un ambiente que pareciera próximo a  explotar, como si algo estuviese  hirviendo a punto del desbordamiento –incluyendo el calentamiento global- y quemarnos a todos como la larva ardiente de un volcán.

Da escalofrío en el alma ver las noticias, las de aquí y  las de otros países.  Noticias que detonan la peor emoción que hay para  llevar al pueblo el sentido de derrota y destrucción: el miedo. El temor que crea una sensación de parálisis frente a la desesperanza de un mundo donde se ha destruido todo lo que ayuda a vivir dignamente.

Seguimos observando los síntomas de las patologías que apuntan a que  la paz interior se va perdiendo.  Entre las últimas noticias se encuentran las muertes de negros por un blanco que se sentía superior y el suicidio de un juez cuando no hay nada que justifique perder una vida y menos a manos propias.  Eventos que a diario se van reportando -no solo entre los pobres- que nos dejan ver que la crisis ya va desmoronando eso que mi papá llamaba “cordura”, es decir, la capacidad de actuar con coherencia y funcionalidad.

En medio de todo el Papa Francisco lanza su nueva encíclica donde aborda el tema de la destrucción del medio ambiente con una postura de denuncia radical y directa sobre las acciones a nivel mundial que siguen atentando con destruir la vida del planeta. Aborda como este deterioro ha ido llevando a diversas expresiones de muerte y destrucción de la vida del planeta incluyendo la humana. Con igual firmeza toca el tema de la responsabilidad individual que todos tenemos de reeducarnos para cambiar las prácticas y estilos que responden precisamente a ese sistema materialista que nos ha ido destruyendo.

Francisco hace un llamado a los que tienen el poder a que asuman su responsabilidad ante todo el descalabro ecológico que amenaza destruir la vida.  Pero también invita a concientizarnos como personas de nuestra responsabilidad de crear un nuevo desarrollo cultural donde cambiemos los estilos de vida.  Exhorta admirar la belleza de la naturaleza para aprender a cuidarla mejor. Algo sencillo que ha cambiado la vida de quienes lo practicamos. A utilizar enseres y productos que no dañen el medio ambiente. Invita a modificar las conductas nocivas de consumo y aprender a disfrutar la vida con pocas cosas revalorizando el encuentro con los amigos y la familia. Da especial atención a las relaciones con otros más allá de las redes sociales que no reemplazan el encuentro personal, la mirada, la palabra.

La lectura del documento invita  a la revisión personal, pues de alguna manera todos somos responsable del mundo que tenemos y el daño que hemos creado. Leer la encíclica me inspiró a seguir apostando a esa fuerza humana de la cual brota todo lo bueno que tenemos como personas.  También alimentó mi  utopía de que está a punto de nacer o mejor dicho de explotar, una nueva consciencia solidaria y ecología. Consciencia que impulsará la reconstrucción y salvación de nuestro planeta.

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(La autora es Trabajadora Social y  Directora del Instituto para el Desarrollo Humano a Plenitud de los Centros Sor Isolina Ferré, empresa social que se dedica a la sanación interior  y la formación sico-histórica-espiritual mediante Talleres de Crecimiento Personal 787-375-7854)

https://www.facebook.com/InstitutoParaElDesarrolloHumanoAPlenitud

 

 

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