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La Navidad tiene rostro de amistad

En días de Navidad quiero dedicar un espacio al regalo de la amistad, la que he descubierto en los últimos años a través de muchos seres que han llegado a mi vida de diversos modos no esperados. Y decido así porque sí -porque es Navidad o porque estamos cerca de despedir un año- dejar ir esa vieja definición de amistad que me ha acompañado por tantos años. Esa definición bonita, pero un tanto rígida que dice que el amigo es alguien que conoce y acepta todo sobre mí. Que el amigo fiel está en las buenas y en las malas. Ese que no se va nunca de tu lado y todo lo perdona.

Todo eso es; pero en los últimos años he descubierto que la amistad es una experiencia siempre nueva. Donde hay idas y venidas, luces y sombras. En la amistad hay encuentros profundos  que permanecen y  otros pasajeros, pero igualmente profundos que te marcan para toda la vida. Hay momentos donde solo se sonríe a carcajadas, donde se cometen errores que duelen y a veces se perdonan y otros se llevan como recordatorio de nuestra humanidad. Amigo es  aquel que luego de un tramo del camino compartido se aleja porque lo decide o simplemente la vida lo lleva a otras estaciones. Pero lo vivido, si ha sido desde el ser, queda en la memoria como alimento que nos llena de vida.

Así también amigo ha sido quien desde su trinchera comparte ideales, lucha por lo que lucho, cree en lo que creo, y aunque apenas nos conozcamos, cuando coincidimos pareciese que somos uno. Es ese quien abraza el espíritu  en un encuentro donde el alma muestra su amor, haya sido en un avión, una parada de guaguas, una misión a cientos de millas de mi hogar y por que no, en un encuentro en las redes sociales que trasciende lo superfluo que por ahí se mueve.

Amigo es quien me permite acompañar sus pasos y plantar en su terreno interior. Pero sobre todo he descubierto que es amigo quien celebra mis cualidades, acoge mi humana realidad, mi vulnerabilidad,  y me acompaña a crecer. De esos tengo muchos amigos en esta ya larga historia de vida. Me dan posada, cobijan mis miedos, impulsan mis sueños, confrontan mis estupideces de modos tan diversos y humanos que ayudan a transformar mis sombras.

Son muchos los amigos que van y vienen a lo largo de la historia y ni nos percatamos de su presencia en esa espera a veces absurda de encontrar perfección o de llenar desde los otros carencias personales que proyectamos en la amistad y no le permitimos florecer.

Desde la alegría de la Navidad  celebro las muchas vidas que son parte de la mía, estén o no estén a mi lado, vivos o muertos, de aquí o de otros lugares  a donde quizás no regrese nunca. Vidas que han tocado lo más profundo de mi ser y me han mostrado rostros impensados del amor. En cada uno de ellos veo el rostro de la Navidad.

Inicio un nuevo ciclo de la vida reconociendo a los amigos de la historia y abriendo mis brazos a todos aquellos que serán amigos en este nuevo año. Te invito a que celebres los tuyos, son el mejor regalo que puedas recibir y más aún si te ayudan a nacer al amor de Dios en tu vida.

Y mi Navidad me anuncia que quiere quedarse para continuar celebrando el amor que seguirá naciendo entre nosotros.

lortiz@csifpr.org

 

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