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El miedo cayó

El lunes 22 de julio de 2019 estuve allí junto a mi pueblo. En medio de la autopista principal del país di y recibí muchos abrazos, vi expresiones de indignación de diversos sectores del país incluyendo del partido político del poder. Compartí  y me hice una con un pueblo que se hastió de las burlas e injusticias y se lanzó a recuperar a su país.

Nuestra bandera volvió a ondear sola como durante los días posteriores al huracán María cuando descubrimos que sólo  unidos podríamos afrontar ese huracán que nos arrancó la piel.

Más allá de las diferencias que por años nos han distraído y dividido mientras otros se aprovechan, surgió un grito unísono que arropaba las calles “Somos más y no tenemos miedo”.  Caminando desde mi identidad de boricua me detuve en este coro que parecía ser el más que la multitud gritaba “Somos  más y no tenemos miedo”. Celebré escucharla y en mí nació la certeza que esta elección popular la ganaría el pueblo, lo que así ocurrió. Dos días después el gobernador renunció, hecho histórico en esta tierra y que se ha visto en pocos lugares del mundo.

Lo logramos porque vencimos el miedo que por años nos ha paralizado. Porque descubrimos el ADN de valentía y solidaridad que ha estado presente en nuestra historia y que el huracán María asentó preparándonos para los nuevos huracanes que nos tocaría afrontar.

El miedo, esa emoción paralizante que día tras día ayudo a otros a identificar y transformar. Una emoción que a muchos ha privado de sus sueños y  ha llevado a vivir de modo limitado dudando de la propia capacidad de construir su historia.

El miedo cayó por 12 días corridos en esta tierra, se transformó en fortaleza y yo confío en que para muchos haya representado la sanación emocional necesaria para seguir escribiendo su nueva historia, la propia y la del país.

El camino es largo pero sé que lo recorreremos. Se hace necesario recabar apoyo, escucha y atención para nuestros ancianos. Vi muchos de ellos en la gran marcha.  Otros como mi mamá tienen interrogantes sobre el futuro. Creo que todos las tenemos. Pero muchos de nuestros ancianos necesitan apoyo y comprensión pues aún no comprenden tantos eventos lacerantes en la vida del país. En Puerto Rico hay una gran cantidad de ancianos que están solos.

En mi quedó grabado el rostro del viejo que pasó por mi lado en una calle cerca de la Ave. Domenech ese lunes 28 de julio. Mientras empujaba su carrito con algunas bolsas que parecían contener alimentos, me miró con un rostro que reflejaba coraje y frustración mientras me compartía su narrativo de la gran noticia del día “Ese bandido tiene que renunciar, el expreso está repleto de gente pidiendo que renuncie”. Con su mirada en la mía como buscando respuesta, lanzó la pregunta “¿Qué será de este país?” y sin esperar mi respuesta continuó caminando cabizbajo, quizás con muchos de los interrogantes que todos tenemos, solo que en una etapa de la vida donde su país debería honrarle con un presente lleno de seguridad.

lortiz@csifpr.org

 

 

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