Despertar
“Ayer desperté de otro de esos letargos en los que caigo donde no logro ver aquello que más claro no puede estar”. Eso me comentaba una persona que de momento se dio cuenta de cómo fue utilizada –o se dejó utilizar- por otra persona que solo interesaba saciar su sed sin mayor compromiso o responsabilidad.
La decepción era obvia, al igual que la mirada de sorpresa al despertar de un letargo donde estuvo atrapada por varios meses en una búsqueda de reciprocidad que estaba destinada a no ser recibida. ¿Por qué caemos en esas trampas -me cuestionaba la persona- que nos anestesian y nos hacen ver cosas que no existen? ¿Por qué hay que pasar estas desilusiones, al darnos cuenta que quien creíamos era una cosa, resultó ser otra?
No hay una sola explicación. Por un lado vivimos en un mundo de cuentos de novela y películas de cine donde los personajes artificiales abundan, ofreciéndonos diversas máscaras para actuar en mundos de fantasías que no existen en la vida real. Máscaras para vivir desde desde la alegría frívola, máscaras para enamorar, máscaras para el “jangueo” de fin de semana, etc. Diversos personajes que aprendemos a ponernos y quitarnos como antifaz.
El ansia de ser amados, el hambre de ser valorados nos lleva a idealizar a los otros, en especial aquellos que vemos como posible pareja de vida. Aquellos que nos dan su atención y cariño. Nos enamoramos, nos volcamos y aspiramos a llenar con otros, lo que solo puede ser llenado por uno mismo. El amor propio, la aceptación y la felicidad que brotan del ser.
Ese enamoramiento –casi de locura- que surge entre dos que se encuentran y creen haber descubierto el príncipe o la princesa de sus sueños. Ese velo de ilusiones que nos nubla la razón y nos hace hormonalmente caer en un estado alterado donde todo es extraordinario. Perdiendo de perspectiva que cada cual tiene su historia, sus heridas, sus manías, que tarde o temprano saldrán a la luz.
De momento, un buen día se cae el velo y brota la verdad. La verdad de lo que se es en realidad. Entonces surgen las desilusiones, distanciamientos, corajes que nos llevan a creer que nos es posible confiar.
He encontrado lo que considero la mejor vía para vivir despiertos sin dejar de aspirar a relacionarnos con otros. Esa vía tiene que ver con el encuentro propio y el trabajo de restaurar el mundo emocional lastimado de donde surgen conductas que nos llevan a apegarnos, a idealizar a otros y perder de vista su humanidad, a confundirnos en esa ansia de ser amados.
Adueñarse de la propia vida, sanar aquello que nos lastimó en la historia, aprender nuevos patrones desde la valoración propia y de los demás. En fin, se trata de aprender a ser persona en plenitud, a amarnos como somos desde el potencial que poseemos en nuestro ser. De esta manera es posible entrar en relación con otros sin pretender llenar con ellos aquello que toca a uno atender. Solo así se pueden identificar las máscaras y mentiras en uno y en los demás. Solo desde la conexión con el amor propio es posible conectar con lo profundo de los otros y desde esa profundidad poder vivir las relaciones sanas que aspiramos.
(La autora es Trabajadora Social y Directora del Instituto para el Desarrollo Humano a Plenitud de los Centros Sor Isolina Ferré, empresa social que se dedica a la sanación interior y la formación humana. Durante el mes de septiembre se ofrecerá el taller Creciendo desde el Propio Manantial en Orlando, Florida 787-375-7854)
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