Conductas patológicas o felicidad
Esa pregunta la hacíamos en medio de una conversación donde debatíamos si son patologías o parte de la felicidad de las personas, esas conductas compulsivas que a muchos nos atrapan y se convierten en uso y costumbre.
Una de ellas, el consumismo desmedido en el que caemos muchos, pese a los tiempos de vacas flacas que vivimos. Creamos patrones de “shopping”, rituales para adquirir desde ropa, tecnología, artículos para la casa, los carros, etc. Nos atrapa una especie de ansiedad si no logramos comprar eso que “tanta falta nos hace”. Ver los rostros de satisfacción de quien logra su compra, parecería demostrar que allí está la felicidad.
Otra conducta compulsiva es la de retratarnos en cada evento o momento que vivimos y subir la foto en la internet. Admiro la gente que puede hacer esto en segundos y seguir su interacción con los que tiene de frente, yo todavía me retraso en escribir, subir las fotos y a la vez atender a los que se quedan en espera. Retratar la comida que vamos a comer, las flores que nos dieron en San Valentín, los boletos del concierto de Arjona. Esa conducta de comunicar al mundo lo que hacemos y vivimos que es parte de la nueva forma de socializar virtualmente, pero que para algunos se convierte en obsesiva.
Habría que preguntarse por qué todos seguimos hablando de la película de Grey, cuando ya sabemos que es una basura, pero ahí seguimos viéndola, leyendo los libros, alimentando esos esquemas que poco tienen que ver con lo humano, con el amor que tanto se celebra en estos días.
Hace poco por cierto, veía una película en la que la gente no salía de sus casas y solo interactuaban a través de su avatar, clon, robot semi humano o como le queramos llamar. Creaban su personaje e interactuaban desde él. A veces pienso que así vamos a terminar, si seguimos este nuevo paradigma de interacción virtual.
Me parece que todo puede ser motivo de felicidad, si no atrapa la grandeza humana que es superior a cualquier tecnología, evento, artículo de esos que nos apasiona. Si no nos encadena y nos convierte en meros entes de una masa que solo sigue los pasos de lo que otros nos proponen sea conciertos, modas, etc. Ante todo aquello que nos aprisione y nos robe la libertad debemos poner un alto. No podemos permitir, en aras de una felicidad pasajera -un momento de gozo al recibir un “like”, un espacio de frágil alegría al adquirir el producto ansiado- que la esencia humana se siga reduciendo.
¿Y qué es eso que llamo la esencia humana? En primera, la posibilidad de vivir desde nuestra relación con nosotros mismos. Ese espacio interior del ser donde anida nuestra espiritualidad, sentido de realización, valores, nuestra capacidad de amar y todo aquello de la bondad humana. Un espacio al que solo se llega y se nutre desde el silencio y la soledad. Lo verdadero es aquello que vivimos en nuestras relaciones con los otros si son profundas y sinceras. El dialogo, la mirada, la apertura del corazón ante aquello que vivimos en el cotidiano caminar, el dejar entrar a otros a nuestro espacio para crear con ellos nuevas realidades. El vivir sin máscaras, sin esos personajes donde escondemos lo que somos.
Que estas conductas sean felicidad o patología, depende de cada uno de nosotros. De que nos protejamos de cualquier cosa que nos atrape, nos cree apegos o adicciones. No permitir que otros – el sistema, las instituciones, los medios de comunicación- nos controlen la vida, nos digan cómo vivir, a donde ir, qué pensar. Atrevernos a cuestionar lo que se nos sigue proponiendo como esquemas de vida y de esa felicidad pasajera que a la larga termina dejándonos vacíos.
En fin, es posible que haya patología en algunas de las conductas que hago o hacemos como personas y como sociedad y toca redescubrirnos, crecernos, aprender a desapegarnos. Yo creo en la capacidad de discernir del ser humano, creo en la inteligencia y voluntad que poseemos y creo en la grandeza con la que fuimos creados. Desde eso, estoy segura que somos capaces de dirigir nuestro propio rumbo y ser felices desde lo profundo del corazón.