Esa nociva mezcla de ron y Percocet
AunquePuerto Rico está lleno de personas capacitadas con la pericia necesaria paramitigar la crisis y cuenta con líderes capaces de llevar a la Isla haciaterreno positivo, los viejos hábitos y las malas costumbres siguen estacionadasen medio del callejón, bloqueando la salida hacia puerto seguro.
Elescenario actual se caracteriza por la abundancia de ruido yel exceso de confrontación. Seguimos encadenados a ideasengendradas por esa visión egoísta de que para solucionar la crisiseconómica se pueden tocar todos los bolsillos menos el mío.
Seguimosnavegando en círculos, flotando en un falso estado de nirvana queparece estar revestido con cantidades industriales de ron yPercocet, cual dosis que adormece nuestra consciencia y nos impide rompercon las prácticas que nos han llevado al endeudamiento craso y a la erosión dela actividad productiva.
Ladivisión en el Gobierno, el sector privado y los sindicatos, sigue siendo la orden del día. Se pelea por la confección de unpresupuesto en tiempos de chatarra, que busca mantener vivo un sectorpúblico que hace décadas dejó de funcionar adecuadamente. Un sistema quecon el pasar de los años se fue descarrilando, perdiendo su norte y encontrandocomo solución más impuestos y más parches para lograr sobrevivir de cuatrienioen cuatrienio.
Esapráctica funcionó por un tiempo, cortesía de la ayuda artificialque provee el plástico. Pero los préstamos y las emisiones de bonosen el mundo chatarra de hoy ya no son opción. Eso ha sido hartoreportado y explicado. Pero al parecer, esa nociva mezcla del ron yPercocet parece mantener enajenados a muchos en la Isla de lacruda realidad que encarcela a Puerto Rico.
Losreportes, documentos, estudios de economistas y artículos periodísticos que poraños vienen advirtiendo sobre los peligros de esa letal combinación de losaltos niveles de gasto con ingresos en descenso, han sido ignorados poraquellos que han tenido la oportunidad de cambiar el curso de la historia. PeroPuerto Rico no puede seguir ignorando la evidencia. Nos encontramosante una coyuntura histórica.
Los cambiosque se necesitan son dramáticos y urgentes. Tenemos como pueblo una oportunidadúnica de cambiar el curso de nuestra historia para bien. Esa misión requiere despojarse de monumentales egos y hacer grandessacrificios, donde todos y cada uno de nosotros tendrá que ceder algo a cambiode un activo más grande: el bien común.