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Las cosas por su nombre

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Un nuevo comienzo

Cuando hoy en la mañana se hayan limpiado las calles de la celebración en unos sitios, y del llanto en otras, Puerto Rico estará despertando a un nuevo comienzo. Pero no es el nuevo comienzo del que se ha abusado tanto en eslóganes políticos, sino a uno mucho más profundo y verdadero, cuya primera señal la vimos no en los que ganaron, sino en los desempeños obtenidos por los que metieron el pie con fuerza en la narrativa política puertorriqueña tradicional y la cambiaron, quién sabe si para siempre.

Ricardo Rosselló celebró con euforia la victoria, al ganar la gobernación y su Partido Nuevo Progresista (PNP) obtener una mayoría contundente en las cámaras legislativas.

David Bernier lamentó la derrota y se manifestó dispuesto a transformar al viejo y decrépito Partido Popular Democrático (PPD) en un organismo completamente distinto de lo que ha sido hasta ahora.

El Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), que sacó apenas el 2.13%,  hundió el pie una pulgada más en la ciénaga de la irrelevancia y el Partido del Pueblo Trabajador (PPT), con su raquítico .034%,  no pasó de ser un quedo suspiro en la recién concluida campaña.

Eso es lo que, superficialmente, se puede contar de la elección de ayer. Es, más o menos, lo que pudo haber pasado en cualquier elección anterior.

Lo distinto, lo que marca un nuevo comienzo, lo que hace que el evento de ayer encierre lecciones a la vez poderosas y esperanzadoras, es lo ocurrido con los que, desafiando todo lo dado por entendido hasta ahora en la política local, se presentaron como alternativas fuera de partidos políticos y derrotaron los pronósticos y la historia al demostrar que una cantidad nada insignificante de puertorriqueños está viendo más allá del rojo y del azul y atreviéndose a afirmar con sus acciones la posibilidad de un país diferente.

Alexandra Lúgaro, una abogada y empresaria que hasta que anunció su candidatura independiente a la gobernación el 17 de marzo del año pasado era una perfecta desconocida, obtuvo 172,656 votos, para un 11.11%, cinco veces que María de Lourdes Santiago, la candidata del PIP, que obtuvo 33,133 y tiene una larga trayectoria pública.

Lúgaro lo logró sin partido, sin estructura y hasta sin el fondo electoral, la erogación de fondos públicos que dispone el estado para los candidatos políticos, al que la aspirante independiente renunció voluntariamente.

Manuel Cidre, un dueño de panaderías muy conocido en los círculos empresariales, obtuvo 88,872, para un 5.72% de los votos.

Cidre tampoco tenía partido ni estructura y, al igual que Lúgaro, decidió no acogerse al fondo electoral.

Entre ambos, obtuvieron los votos de 261,528 puertorriqueños con un mensaje muy sencillo, pero bien profundo, que caló muy hondo y que, bien trabajado, puede seguir calando: hastío con la manera tradicional de hacer política y con la intransigencia que ha mantenidoa Puerto Rico estancado por décadas, con cada una de las dos colectividades tradicionales torpedeando continuamente lo que hacen las otras.

Fueron implacables contra la corrupción; contra el uso de recursos públicos para adelantar causas partidistas; contra el nombramiento de ahijados a puestos en el Gobierno; contra el dominio que ejercen en la política electoral y en la administración pública donantes de campaña; contra la repetición de fórmulas fallidas, contra los dogmas, las fórmulas y el integrismo partidista.

Pudieron ver que esos son los males que tienen a Puerto Rico hasta el cuello en la arena movediza de la quiebra, la pobreza y la incompetencia, les tocó decirlo en el momento en que más claro está el efecto de esas plagas en Puerto Rico y, por fin, por fin, fueron escuchados. El PIP lleva décadas diciéndolo y el PPT también lo ha denunciado con bastante claridad. Pero a ninguno de los dos se les escucha, quizás porque sus discursos vienen también perfumados con otros dogmas y resulta que quienes tenían las antenas listas para reaccionar a ese mensaje no estaban como para cambiar unos dogmas por otros.

Ayer también dio una sorpresa mayúscula la elección del doctor José Vargas Vidot como candidato independiente al Senado. Vargas Vidot, quien lleva décadas rescatando las vidas más vulnerables como líder de la organización Iniciativa Comunitaria, fue el candidato legislativo que más votos obtuvo ayer.

Se juntan los fenómenos Lúgaro, Cidre y Vargas Vidot con el asombroso dato de que ayer 405,160 electores se desenmarañaron de la larga tradición del voto íntegro y votaron por candidaturas (en el 2012 fueron solo 46,717) y queda claro que en Puerto Rico se está dando una reconfiguración de fuerzas y lealtades políticas que hace atisbar un futuro en el que ya no seremos prisioneros de la logia púrpura, el color que viene de la mezcla del rojo y del azul, que desde el 1968 domina todos los aspectos de la vida pública aquí.

El PNP y el PPD deberían prestar atención a esto.

Es verdad que Rosselló ganó y que el PNP tiene una mayoría casi absoluta en las cámaras legislativas. Mas no debería perderse de vista que el 41.76% con el que Rosselló ganó es el menor porcentaje para un gobernador victorioso en la historia de Puerto Rico. Es también seis puntos porcentuales menos de los obtenidos por Luis Fortuño en el 2012 y once puntos menos que los obtenidos por el propio Fortuño en el 2008.

Para el PPD, cuyo candidato Bernier hizo todo lo que estuvo a su alcance para arrebatarle algo del apoyo que tenían los independientes, el 38.94% obtenido es el peor desempeño de su historia, menor incluso del 40% que obtuvo cuando se presentó a las elecciones de 1968 dividido por la fundación del Partido del Pueblo por parte del entonces gobernador Roberto Sánchez Vilella y del 41% que sacó en 2008 cuando su candidato, Aníbal Acevedo Vilá, esperaba juicio federal por corrupción.

Puede interpretarse, entonces, que cada uno obtuvo ayer los votos que le dieron su base, ni uno más, ni uno menos. El llamado voto flotante que el PPD y el PNP se intercambiaban periódicamente para ganar elecciones en esta ocasión se fue con los independientes. Se cansaron esos votantes, al parecer, de las promesas que cada cuatro años el PNP y el PPD le hacían de que las cosas iban a ser diferentes y les pareció más claro y, sobre todo, más creíble, el cántico rotundo de Lúgaro y Cidre.

Queda por ver ahora qué harán Lúgaro y Cidre con el auge de ahora, bueno por el momento para ver que las cosas puede que cambien, pero insuficiente todavía para provocar las transformaciones en la manera de conducir los asuntos públicos aquí. Veremos, en los próximos años, si este es un fenómeno que va a perdurar y va a llevar a Puerto Rico a una nueva era política o se va a desvanecer.

Pero veremos más: veremos si Lúgaro y Cidre fueron vehículos de ocasión usados por los electores para dar un mensaje que querían dar de todos modos o si fueron ellos dos en específico los que le pusieron gasolina a las ansias de cambio de un sector notable del país.

Muy interesante también va a ser ver lo que hagan el PNP y el PPD, incluso el PIP si quiere seguir existiendo. ¿Van a atrincherarse en las intransigencias de siempre, o entenderán que el elector puertorriqueño poco a poco se saliendo de los moldes tradicionales y actuarán en consecuencia? ¿Entenderán que ellos dos dejaron de ser la voz y están en proceso de pasar a ser una de las voces? ¿Abrirán espacio a nuevas voces, ideas, maneras de ver la vida? ¿Habrá llegado la hora en que los boricuas, igual que muchos países del mundo, veremos partidos en que no todos sus líderes parecen unos clones de los otros?

En resumen, la pregunta es: ¿habremos visto todos este nuevo comienzo y entendido todos que vivimos en una sociedad más diversa de lo que habíamos imaginado? ¿Seremos capaces de hablarnos unos a otros y unirnos aunque no pensemos en todo exactamente igual? La respuesta, como diría el gran Bob Dylan, está, por el momento, en el viento.

(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)

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