Un eco del pasado
Hay sitios de los que una vez uno se va, más conviene no mirar atrás. Quedan allá, en la distancia, sangrantes todavía las heridas que nos infligió lo atravesado. Ocasionalmente, nos llega, a donde nos fuimos, por más lejos que sea, el eco perturbador de lo vivido, el sobrecogimiento, el temor que nunca se va de que nos vuelva a alcanzar lo que creíamos superado.
Es que cuesta demasiado aclimatarse a la luz del sol cuando se vivió mucho tiempo en tinieblas.
A empujones, Puerto Rico salió del ignominioso recinto reservado en el conjunto de naciones a las primitivas sociedades que categorizan a las personas de acuerdo quién eligieran amar. A empujones, sí, porque llegó por imposición de Estados Unidos el reconocimiento a la igualdad de las personas homosexuales y si fuera por nuestras autoridades, nada o muy poco se hubiese avanzado.
Pero llegó, que es lo que a fin de cuentas importa, y los gays, lesbianas, bisexuales, transgénero y transexuales que por toda la historia habían sido obligados a vivir como si valieran menos que todos los demás vieron al fin coronados los esfuerzos que costaron mares de sudor, sangre y lágrimas a legiones de valientes.
Falta mucho por avanzar, por supuesto. Pero caminábamos los puertorriqueños y puertorriqueñas hacia el futuro vigilando el reciente pasado para no repetirlo, pero confiando en que la peor parte había sido superada y que podíamos dedicar nuestros esfuerzos colectivos a otras gestas.
Pero Ricardo Rosselló, uno de los candidatos del Partido Nuevo Progresista (PNP) a la gobernación, volvió a hurgar en las heridas del pasado al comprometerse esta semana con religiosos fundamentalistas a revertir algunas importantes conquistas en la lucha contra el discrimen y la marginación de las personas homosexuales y otras minorías.
Es triste, muy triste, que otra vez tengamos que volver a ocuparnos de estos temas que todas las sociedades avanzadas del mundo superaron hace tiempo. Es triste, muy triste, que los homosexuales, que por tiempos inmemoriales sintieron y sufrieron el acoso, el discrimen y la marginación desde el oficialismo, vuelvan a sentir que sus derechos a vivir en paz y con dignidad como todos los demás están otra vez amenazados.
Al reaccionar a la ola de indignación que provocaron sus expresiones, Rosselló afirmó que el primero que va a defender los derechos de los homosexuales es él. Sostuvo que va a aumentar los derechos de los homosexuales, pero no mencionó uno solo que piense agregar. Aseguró que nunca dijo que va a quitar derechos, pero resulta que sí, que hay un derecho de los homosexuales, transgéneros y transexuales que se comprometió por escrito a eliminar.
Rosselló indicó que derogará la disposición del reglamento del Departamento de Educación que permite a los estudiantes transgénero vestirse de acuerdo al género con el que se identifican. “Ordenaremos la eliminación del Inciso 9 de la parte Directrices Generales de la Carta Circular #16-2015-2016, para que todo estudiante vista el uniforme que le corresponda, conforme a su sexo, ya sea femenino o masculino”, dice textualmente el compromiso que firmó Rosselló con los religiosos.
Eliminar esa directriz de la que ya se benefician tanto niños como niñas transgénero en Puerto Rico no solo es un atentado contra sus derechos, sino que también puede ser una decisión administrativa extremadamente insensata, pues, según la abogada Amárilis Pagán, candidata a senadora del Partido del Pueblo Trabajador (PPT), esa acción puede costarle cientos de millones de dólares en asignaciones del Gobierno de Estados Unidos, que protege sin reservas ese derecho.
Rosselló también se comprometió a eliminar la ley que obliga a implantar un currículo con perspectiva de género en las escuelas públicas, una medida en vigor en muchísimos países y que está diseñada para enseñar a los niños y niñas a respetar y valorar por igual a todo ser humano, incluyendo los homosexuales, las mujeres y otras minorías.
El compromiso de Rosselló también alude a promover legislación para proteger la libertad religiosa de los ciudadanos. No queda claro si se refiere al tipo de medidas con ese nombre que se han usado en algunas jurisdicciones de Estados Unidos para legalizar el discrimen contra homosexuales y que, por ejemplo, en el caso del estado de Indiana, le ganó el año pasado amenazas de boicot de múltiples empresas, organizaciones y hasta de otros estados y ciudades estadounidenses.
Rosselló se defendió de las numerosas críticas que estas propuestas provocaron diciendo que respetará las decisiones de los tribunales que consignan derechos fundamentales a los homosexuales, incluyendo el matrimonio. No faltaba más, pues. Alguien debería recordarle, caramba, que respetar las decisiones de los tribunales no es una opción, sino una obligación.
Rosselló, por supuesto, tiene derecho a creer lo que dicten su fe o su conciencia de la conducta homosexual. Se le puede aplaudir, incluso, que lo haya manifestado con tanta claridad. Lo que lo hace preocupante es que pretenda, si llegara a la gobernación, incorporar esas creencias muy particulares suyas a sus políticas de gobierno, siendo esto tan dañino para tanta gente. Su rival en la contienda por la candidatura del PNP a la gobernación, Pedro Pierluisi, ha dicho que tampoco cree en el matrimonio homosexual. Pero hasta ahora (toquemos madera) no se le ha ocurrido convertir su fe individual en propuesta de gobierno.
Después de que el Tribunal Supremo de Estados Unidos decidió en el verano pasado que el matrimonio entre personas del mismo sexo es un derecho protegido por la Constitución, Puerto Rico había empezado a pasar la página con este tema. Habíamos dejado atrás el enconado debate al respecto que hubo aquí hace poco y nos acostumbrábamos poco a poco a ver el matrimonio y otros derechos de los homosexuales como algo natural. Hubo una boda masiva gay en el Paseo la Princesa en el Viejo San Juan y no cayeron desde el cielo los temidos rayos de fuego de la ira de Dios.
Pero aquí estamos, otra vez, siendo importunados por este inquietante eco del pasado. ¿Por qué, se preguntan muchos? Rosselló dice que cree en esto de corazón y no hay razón para dudarlo. Pero la exprocuradora de la Mujer, Johanne Vélez, que aspira ahora al Senado por el PNP y ha caminado junto a Rosselló, intentó otra explicación el viernes. “La dignidad de las personas no puede tratarse como balón político, no más”, dijo.
¿Será eso?
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)