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Las cosas por su nombre

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Mercado de esperanzas

Sube el telón. Empieza el desfile. Hoy abre el periodo para que los que quieren presentarse como candidatos en las elecciones de 2016 radiquen sus candidaturas. Vamos a ver personajes y promesas de todos los tamaños, formas y colores. Habrá mucha caravana, mucho baile y mucho ruido. El dinero correrá como agua escapada de un dique roto.

El país no es, en este momento, lo que fue o, mejor dicho, lo que nos entretuvimos creyendo que era. La quiebra nos despertó como despierta alguien a quien tiran un vaso de agua fría en la cara. El desplome económico, social e institucional no hay manera ya de seguir cubriéndolo con el velo de la fiesta y el relajo. No hay disfraz que pueda ocultar ya la verdadera naturaleza del Puerto Rico nuestro: una colonia pobre, que necesita ser reconstruida desde sus cimientos más profundos.

Esas son las realidades básicas del país en que vivimos y, en este momento en que los políticos, sonrientes y sudorosos, vuelven a nuestras comunidades a prometernos la Luna y las estrellas, conviene examinarlos con microscopio, para poder distinguir el que está en posición de liderar la impostergable reconstrucción del que está en un viaje de ego, respondiendo a intereses siniestros que no dan cara o saliéndosele las babas por saquear lo que pueda quedar del dinamitado presupuesto público.

No es fácil. Cada candidato de partido grande tiene tras de sí un operativo de propaganda y relaciones públicas diseñado científicamente para hurgar en los anhelos y las ansiedades de los electores. Vienen, como mago de circo barato, a mostrar lo que deslumbra y ocultar lo que atemoriza.

La responsabilidad del elector es rasgar la superficie y mirar adentro de cada candidato, como los médicos miran dentro de los cuerpos. Le corresponde a los electores alumbrar con una linterna dentro de la esencia de cada candidato y ver si tiene el peso, los quilates, la capacidad y, sobre todo, la imaginación para domar esta bestia salvaje en que se convirtió nuestro país o, por el contrario, es un facsímil razonable de los que antes estuvieron.

Hay un par de claves que nos pueden ayudar a entender la verdadera naturaleza de un candidato. Veamos,

Dos de los principales problemas de nuestro país son la corrupción pública y la politización de las agencias públicas.

La corrupción tiene muchas raíces, pero hay una que siempre asoma su cabeza de serpiente en la mayoría de los casos que nos han sacudido en las últimas décadas: el maridaje entre políticos y donantes. Eso fue lo que metió presos a decenas durante la administración de Pedro Rosselló en los años 90. Fue lo que llevó a Aníbal Acevedo Vilá a ser el único gobernador acusado y arrestado mientras estaba en funciones, aunque después salió absuelto. Es lo que tiene los círculos cercanos al gobernador Alejandro García Padilla y al presidente cameral Jaime Perelló extremadamente nerviosos, porque investigadores federales están husmeando en cómo es que levantaron dinero para sus campañas.

La raíz de esos casos es el extraordinariamente alto costo de las campañas políticas, que obliga a los candidatos a venderse como reses a los que pueden dar el dinero para sufragarlas. Los que donan a los políticos, o los que reúnen a los donantes, son los que después campean por su respeto en las agencias públicas, colocan a este aquí o aquel allá y hacen que los contratos con dinero público se le den no al mejor y más económico, sino al que soltó más billete al político.

Apunte esto en letras grandes y guárdelo cerca del corazón, porque es justo como se dice aquí: el que no le ofrezca una reforma del sistema de financiación de campañas que corte de raíz la influencia malsana del dinero privado en la política es idéntico a los que destruyeron este país. Al que vea por ahí con campañas ostensosas, decenas de guaguas de sonido, tarimas que ni Daddy Yankee puede costear, anuncios a toda hora en todos los medios, ese, oígalo bien, está comprado y no hará nada por cambiar lo que tan buen resultado a él le da.

También puede mirar cómo se comporta en torno al tema de la politización de las agencias públicas. La contaminación política en el servicio público es la razón por la cual prácticamente ninguna de las agencias de Gobierno sirve para nada, pues los puesto directivos a todos los niveles no los tienen los más capacitados, sino los que más efectivos fueron haciendo política para el que ganó.

Si al candidato que mañana estará en su calle no le incomoda para nada que en las agencias del Gobierno los empleados se agrupen en bandos de colores, si no denuncia que en horas laborables se esté recogiendo dinero o haciendo proselitismo, si se la pasa retratándose con la Organización de Alicates Azules o el Comité de Soplapotes Rojos, es igual a todos los anteriores. Si no se compromete que con una reforma al servicio público que establezca un sistema de méritos que asegure que los puestos y los ascensos los obtienen los que estén capacitados y no los comisarios políticos, no va a arreglar nada, esté seguro de eso.

Hay mucho más que mirar en los candidatos.

Si presenta planes concretos y ejecutables para un sistema educación de calidad desde la niñez temprana, salud universal gratuita o dejar de lado las alucinaciones en cuanto al status para a atenderlos de manera realista, por ejemplo. Pero los dos temas antes mencionados –reforma a las campañas y al servicio público– son dos pruebas fundamentales, sobre todo porque son muy sencillas de hacer y solo se necesita voluntad y desprendimiento para hacerlo.

Si no lo hacen es porque piensan seguir alimentándose de ese sistema corrupto.

En una conversación reciente, el científico puertorriqueño Daniel Colón Ramos decía: “La política en Puerto Rico, lejos de ser política pública, es pura mercadería de esperanza. Ese es el producto que se consume, esperanza y nada más”. Hágale caso. No se deje engañar.

Miren lo concreto. Aquí, en esta columna, se le ofrecieron dos promesas muy sencillas que se le debe exigir a cada aspirante. Si no hace caso, y vuelve a votar por los mismos especímenes, la culpa, después no se queje, es suya y de nadie más.

(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)

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