Los pejes más gordos
A la mayoría de los que viven en Puerto Rico, ni les va ni les viene lo que pase con la Autoridad de Metropolitana de Autobuses, mejor conocida como la AMA.
La mayoríano vive en la zona metropolitana, por lo que nunca ha tenido que atravesar elinfierno que atraviesan quienes tienen que arrimarse a diario, o de vez encuando, a una parada a rogarle a todos los santos y a todas las divinidades quepase la guagua y que, si pasa, sea a tiempo y, si no es mucho pedir, que lolleve a donde necesita llegar.
Otrostienen carro o, simplemente, recurren a esa vieja institución culturalpuertorriqueña que a tantas almas bondadosas salva: el pon.
Noobstante, a todos nos conviene estar pendientes de lo que pasa en la AMA,porque en esa pequeña agencia, en ese minúsculo microcosmos de lo absurdo, seencapsulan, como en una vitrina del desparpajo, los más graves problemas queenfrenta el Gobierno de Puerto Rico y que lo llevaron al triste estado en queestá hoy: haciendo todas las piruetas que le pidan las agencias acreditadoraspara sobrevivir, como el borrachito de barrio que hace cuanta monería se lepida para ganarse el pesito de la próxima caneca.
En la AMA,se despilfarran recursos que no existen en desmesurados salarios y privilegiosa ejecutivos y unionados; mal opera en medio de un auténtico caosadministrativo; prima la política partidista en las designaciones másimportantes y, la joya de la corona, un servicio tan absurdamente pésimo que,en días pasados, cuando los choferes, por puras changuerías, se negaron a sacarsus guaguas a cubrir sus rutas, muchos de los usuarios ni se enteraron de quehabía paro y otros se toparon con la sorpresa de que, con la AMA fuera delpanorama, llegaban a sus destinos más rápido que si hubiera estadofuncionando.
Eso,a grandes rasgos, es lo que ocurre en todo el Gobierno de Puerto Rico. La AMA,por ser una agencia pequeña, nos permite darle una mirada de arriba a abajo yverlo todo con una claridad que deslumbra: vemos el inmoral despilfarro defondos públicos para beneficiar a ahijados y a compadres; el desmadreadministrativo; los nombramientos a puestos claves de comisariospolíticos sin ninguna experiencia en el área que se les encarga y un serviciofrancamente de pesadilla.
El gobernador Alejandro García Padilal prometió una reestructuración de la AMA,igual que ha prometido una reforma de todo el aparato gubernamental. La AMApuede ser un buen conejillo de indias. Puede demostrarnos si es en serio o si,otra vez, las fuerzas del mal, los que no quieren que nada cambie, las queviven y engordan de estos problemas, los que esperan agazapados a que se vayanlos que están ahora para entrar ellos y formar su propio bacanal, se saldráncon la suya.
AlGobierno hay que rehacerlo de arriba a abajo. Son muy grandes los cambios quehay que hacer y muy profundas las incisiones, para que funcione, de ahora enadelante, sin el oxígeno artificial que por años le representaron los préstamosque ya no estarán disponibles.
La AMA, sinduda, no es ni de lejos el más apremiante de los problemas.
Esos son,sin duda, el Departamento de Educación, ese inmenso monumento a laincompetencia, o la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), que saqueaimpunemente al consumidor para mantener su desastrosa estructura administrativay servirle de ATH a los partidos políticos.
Pero la AMA, por ser pequeña, por mostrar en su cuerpo todas las heridas quedesangran al resto del gobierno, puede ser un buen ensayo.
Habrá latentación, como siempre que hay un problema con un servicio gubernamental, detirar al medio la palabra mágica que realmente no es tan mágica:privatización.
Pero laprivatización no funciona en el caso de la AMA por lo mismo que no funciona enla mayoría de las actividades a las que se dedica el gobierno: transportarciudadanosn no es costoefectivo pues es un servicio social que ofrece elGobierno porque le genera a la sociedad beneficios que no se pueden medir endólares.
Muchosno lo entienden, pero un servicio de transporte masivo que funcionara tendríaque enormes beneficios para el país, como menos contaminación ambiental einversiones en carreteras por la reducción el uso del automóvil, entre muchasotras bendiciones. Por eso es que todos los grandes sistemas de transportemasivo del mundo, incluidos los que operan en las principales capitales, sonoperados por gobiernos estatales o municipales.
A la AMA lo que hay que hacerle es lo que hay que hacerle al resto delgobierno: acabar con el relajo de repartir lo que no se tiene, ajustarla aoperar con sus propios recursos y, para que funcione bien, encargársela a genteque sepa lo que está haciendo y no a comisarios políticos que solo sirven parapasquinar.
Si laadministración de García Padilla logra desenredar la bola de hiloadministrativa de la AMA, poner en cintura a una unión irracional, hacer que elservicio sirva costando mucho menos, puede albergarse la esperanza de que,quizás, solo quizás, podrá meterle mano a los pejes más gordos.
Pero, oigan: si no puede con lo pequeño, tampoco podrá con lo grande.
(benjamin.torres@gfrmedia.com,Twitter.com/TorresGotay)