La crisis humanitaria
Cuando en octubre del año pasado Antonio Weiss, un alto funcionario del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, dijo a un comité del Congreso federal que las dificultades fiscales que atraviesa Puerto Rico tenían el potencial de desembocar en una crisis humanitaria, muchos abrimos los ojos con incredulidad.
Crisis humanitaria, decíamos, es la que viven los cientos de miles de refugiados sirios que llevan meses cruzando a pie fronteras europeas, agobiados por el hambre y el frío, huyéndole a la bestial guerra que azota a su país, buscando un sitio menos hostil que los ampare.
Crisis humanitaria, insistíamos, fue la que se vivió en Haití tras el brutal terremoto del 12 de enero de 2010, que dejó a incontables lisiados vagando por las calles, muchos de los cuales todavía, a seis años de la tragedia, siguen viviendo en frágiles casetas de campaña.
Crisis humanitaria hubo en África con el brote de ébola; en el sur de Sudán con una descarnada guerra civil que ha desplazado de sus hogares a más de un millón de personas; en Nepal con un terremoto que afectó a ocho millones de seres humanos; en Somalia con la apocalíptica sequía y en la República Central Africana con un conflicto bélico que ha obligado a abandonar sus comunidades a 450,000 residentes de ese infortunado país de 4.7 millones de habitantes.
Fueron, pues, palabras muy pesadas las del tal Antonio Weiss, harto difíciles de relacionar con Puerto Rico y sus centros comerciales siempre llenos, sus marinas preñadas de botes fastuosos, sus ventas de apartamentos en los bajos $900,000 y sus conciertos de Katy Perry.
Sonaron, en resumen, a una hipérbole de mal gusto con la cual el funcionario echó mano de cierto histrionismo para intentar ablandar el frío corazón de los congresistas republicanos que se han quedado impávidos mientras Puerto Rico se asoma a un insondable abismo fiscal.
Sin embargo, ciertos eventos acontecidos aquí en las últimas semanas, en apariencia inconexos, pero enlazados los unos con los otros por el hilo de las dificultades económicas del Gobierno, muestran, al que no tema verlo, que si bien no parece que vayamos a llegar al nivel de Siria, Haití o la República Central Africana, puede que en el fondo no hayan sido tan exageradas las palabras de Weiss.
Por lo bajo, casi opacado por el ruido ensordecedor del debate de nimiedades, fuera del radar de los que plantean que la deuda se puede pagar exactamente en los términos actuales, algunos de los sectores más vulnerables de la sociedad puertorriqueña están sintiendo fuerte en la piel los latigazos de las dificultades económicas del Gobierno.
Tomemos, como primer ejemplo, el Hospital de Siquiatría Forense de Ponce. Este periódico lleva semanas reportando las condiciones infrahumanas de hacinamiento, falta de servicio y de higiene, y de tratamientos inadecuados que están viviendo los pacientes de ese hospital cuyo fin es recluir a acusados de crímenes que no pueden ser procesados por causa de sus condiciones mentales.
El hospital está bajo la jurisdicción de la Administración de Servicios de Salud Mental (Assmca), una dependencia del Departamento de Salud que durante los últimos años ha perdido más de la mitad de su personal.
La crisis fiscal es la causa por la cual el hospital no tiene suficiente personal para dar el tratamiento adecuado a los pacientes, ni puede ser ampliado para que quepan todos los que lo necesitan, ni hay dinero para que haya siempre el medicamento requerido.
La crisis fiscal es la causa por la cual por lo menos 13 pacientes han muerto allí durante los últimos dos años en extrañas circunstancias.
Más dramático aún es el caso del Hospital Pediátrico de Río Piedras, una institución única en su clase en Puerto Rico y en el Caribe y del que dependen las vidas de niños que, por sus graves condiciones, no pueden ser atendidos en ningún otro lugar. El Pediátrico tiene en este momento 70 plazas de enfermería vacantes, entre otras cosas porque el plan de salud del Gobierno, del que dependen el 80% de sus ingresos y que prácticamente colapsó por falta de fondos, no le paga lo que le debe.
Se mantiene en pie a duras penas gracias a instituciones sin fines de lucro que le hacen donaciones, pero aun así la crisis sigue haciendo estragos allí. Por ejemplo, en este momento no tiene ningún terapista físico. Cualquier persona sabe que pueden convertirse en irreversibles las consecuencias que sufra un niño que necesite terapia física y no la reciba.
En fin, que a los pacientes hacinados y maltratados en el Siquiátrico de Ponce y los niños que no pueden recibir los servicios que necesitan en el Pediátrico de Río Piedras puede que no les parezcan exageradas las palabras de Toñín Weiss porque es más o menos lo que viven todos los días.
Estos son solo dos ejemplos, de mucho otros que pudieran mencionarse, como los niños que no reciben terapias para diversas condiciones porque el Gobierno no les paga a los contratistas que se las ofrecen; los usuarios del plan de salud del Gobierno que tienen que esperar larguísimos meses para atenderse condiciones de vida o muerte porque el virtual desplome de la reforma de salud ha hecho que incontables médicos se retiren del plan o los pacientes que no podrán atenderse cuando en los próximos días la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) deje sin luz a varios hospitales, que están económicamente asfixiados, otra vez, porque el Gobierno no les paga lo que les debe.
Muchos de estos, por supuesto, son problemas de fondo que siempre estuvieron ahí, palpitando incesantemente bajo la superficie de la fantasía en que vivíamos. Ahora, en este tiempo aciago en que ya no se pueden tomar los préstamos que antes nos hacían fingir que podíamos, esos problemas están brotando en todos los rincones como erupciones supurantes.
Y puede ponerse peor.
Si el Gobierno, en algún momento, no puede pagar la deuda constitucional, y es obligado a hacerlo, como se espera que pase, por tribunales de Estados Unidos, que pueden ordenar incluso la incautación de las cuentas del Gobierno puertorriqueño para que se pague a bonistas, entonces el colapso de los servicios públicos será total y no hará falta ningún Antonio Weiss de la vida que nos tenga que explicar lo que es una crisis humanitaria.
Lo que ahora vemos en instancias esporádicas como el Siquiátrico, el Pediátrico y en muchos otros rincones ocultos de la sociedad a los que no nos gusta mirar a menos que seamos obligados, será la norma.
Así de grave es esto.
Puerto Rico es un país que se organizó en torno a recursos que no tiene. Eso incluyó un gobierno grande y torpe, cuyo fin principal es emplear a los militantes de los partidos rojo y azul, y que podía sostenerse con los préstamos que sus cómplices en Wall Street le otorgaron de manera tan irresponsable.
Urge, sin duda, reorganizar el Gobierno y hacerlo útil y eficiente. Pero no, como dicen algunos, para pagar justo en los términos en que nos prestaron los cómplices de esta debacle, sino como podamos hacerlo sin que a ninguno de nuestros compatriotas más vulnerables le falten herramientas para una vida digna.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)