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El juego de la gallina

John Forbes Nash Jr., el eminente matemático estadounidense cuya vida fue extraordinariamente relatada en la película ‘A Beautiful Mind’, ganó el Premio Nobel de Economía de 1994 junto con dos economistas, el húngaro John Harsanyi y el alemán Reinhard Selten, por sus estudios sobre la llamada “teoría del juego”, que analiza la dinámica humana y social de la competencia, la negociación y el compromiso.

Una de las teorías estudiadas por Nash fue la del llamado “juego de la gallina”, también conocido como del “halcón y la paloma”, que establece que, cuando hay dos partes en conflicto, ocasionalmente el peor desenlace posible ocurre cuando ninguna de las dos partes cede. El juego de la gallina usualmente se ilustra con la imagen de dos carros en ruta de colisión el uno con el otro; si ninguno de los dos cede el paso al otro, se produce el peor de varios desenlaces posibles.

El Gobierno de Puerto Rico, con el apoyo de la Casa Blanca, lleva casi un año en el “juego de la gallina” con el Congreso de Estados Unidos. Desde que en verano pasado el gobernador Alejandro García Padilla declaró impagable la deuda de cerca de $70,000 millones que tiene a cuestas el Estado Libre Asociado (ELA) se han venido sucediendo con una frecuencia que aturde tremebundas amenazas de impago y crisis humanitarias.

En el momento de la verdad, cuando era el momento del temible impago de la deuda garantizada por la Constitución, que hubiera desatado apocalípticas consecuencias legales para el Gobierno de Puerto Rico, el gobernador García Padilla parpadeó y envió el cheque, aunque fuera a costa de, por ejemplo, los pagos a suplidores como los terapistas que dan vitales servicios a los niños con necesidades especiales, o los reintegros de los contribuyentes, entre otras obligaciones esenciales.

El Congreso, dominado por los republicanos, no se inmutaba. No dio paso al proyecto del comisionado residente Pedro Pierluisi para que se le diera a instrumentalidades del Gobierno de Puerto Rico acceso a la ley federal de quiebras. Varios prominentes congresistas y senadores republicanos declararon, en términos inequívocamente claros, que no tenían la menor intención de asignar un centavo federal para atender la histórica crisis fiscal que agobia al Gobierno puertorriqueño.

Usaron la ausencia de estados financieros auditados del Gobierno de Puerto Rico para no actuar, a pesar de que el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Jacob Lew, ha dicho donde quiera que le han preguntado que no hacen falta tales informes para entender la magnitud del precipicio fiscal por el que ha caído el ELA.

Pues ya hay otra amenaza apocalíptica en el panorama. Entre mayo y julio de este año, el Gobierno y varias de sus instrumentalidades tienen que hacer pagos de deuda de $2,459 millones. Dicen que no tienen el dinero.  Melba Acosta, la presidenta del Banco Gubernamental de Fomento (BGF), ha dicho “se acabaron los trucos” que antes usaron para sacar el dinero como quien dice de abajo del colchón y asegura que, esta vez, de verdad, de verdad, de verdad que habrá impago de compromisos garantizados por la Constitución.

Esta vez, milagrosamente, es el Congreso el que parece en vías de ceder.

Está preparando una legislación que, de lo que se sabe hasta ahora, sigue los lineamientos principales del plan que la Casa Blanca lleva meses impulsando: una disposición que permitiría a Puerto Rico reestructurar ordenadamente prácticamente toda su deuda, una moratoria de tiempo todavía no definido en los pagos y algún organismo que supervise el manejo que el Gobierno de Puerto Rico hace de sus finanzas.

Por instrucciones del líder cameral Paul Ryan, Rob Bishop, presidente del Comité de Recursos Naturales de la Cámara federal, que tiene jurisdicción sobre Puerto Rico, ha dicho que antes de que termine este mes, presentará legislación a esos efectos.  El viernes, estuvo en Puerto Rico reuniéndose con la plana alta del Gobierno y de la oposición, recabando información de primera mano para la confección de la medida.

Se abrió la puerta, pues, y metimos el pie. La parálisis y el terror que nos tenían sumidos han dado paso al movimiento. Estamos, finalmente, andando. Más que andando, la verdad, nos están llevando. Pero algo es algo. Falta mucho por saber. La ruta que nos espera es larga, angosta y sinuosa. Hay muchos recodos en los cuales se ocultan fuerzas que quieren hacernos tropezar.

Los próximos meses no serán un paseo de domingo por un sembradío de girasoles.

Los “fondos buitre”, que compraron bonos a precio de chatarra y quieren venderlos a precio de caviar y que según el último conteo poseen cerca del 30% de la deuda de Puerto Rico, se opondrán, con el apoyo de su monumental mollero financiero, a cualquier apertura para la reestructuración de la deuda. Cuentan con el apoyo de importantes figuras políticas en Puerto Rico y en Estados Unidos.

Tanto es su poder que hasta a un candidato presidencial lograron doblegar. El senador Marco Rubio, quien anda en estos días por aquí tratando de rasgar una raquítica victoria en la primaria presidencial republicana, participaba de la confección del proyecto para que Puerto Rico pueda acogerse a la ley de quiebras federal hasta que fondos buitre le tiraron alguito a sus fondos de campaña. Entonces, se plantó decididamente en el bando contrario a esos planes.

Queda saber el importantísimo detalle de lo que será la llamada “junta de control o de supervisión fiscal”. ¿Será un organismo, como lo han apoyado el gobernador García Padilla y el comisionado Pierluisi, entre otros, solo encargado de velar por el cumplimiento de los acuerdos? ¿O será una entidad con el poder de decidir cómo se confecciona el presupuesto de Puerto Rico, pasando sobre las prerrogativas de funcionarios electos aquí y las disposiciones de la Constitución colonial del ELA, lo cual representaría un vergonzoso retroceso antidemocrático?

Queda saber si en el Senado de Estados Unidos habrá voluntad de hacer algo.

Queda saber, sobre todo, qué, si algo, habremos aprendido los puertorriqueños de esta desgraciada coyuntura. De lo que se ve en la calle, se puede ya decir que parece muy poco lo aprendido. Pero falta por andar. Hay que esperar.
Lo último que se pierde es la fe, aunque sea solo para no enloquecer.

(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)

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