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Las cosas por su nombre

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El 20 de marzo

Las compuertas se abrieron a media tarde y eso fue como si un dique se hubiera roto. Las aguas corrieron bravías, lavando mucho de lo que antes fuimos. Cuando se hubieron calmado esas aguas, y el rumor de la vida iba apagándose para abrirle espacio al silencio acojinado de la noche, algunos comprendimos, sobrecogidos, la magnitud de la transfiguración: el Puerto Rico que despertó a la mañana tibia del 20 de marzo de 2015 no fue el mismo que se acostó desplegada ya, sobre todos nosotros como una sábana, la noche.

Se rompieron cadenas.

Desde ese día, lo recordaremos después, cuando miremos desde la distancia esta fecha de este mágico marzo, cuando celebremos aniversarios, homenajes y simposios, estamos menos distantes unos de otros, somos menos diferentes.

Se produjo de la manera menos dramática imaginable, pero pasó lo que tenía que pasar y su lustre es tan potente que nada puede apagarlo.

El Gobierno tenía hasta ese día, viernes 20 de marzo de 2015, para plantear ante un tribunal de Estados Unidos su posición en torno a una ley cuyo tiempo ya pasó y que estaba siendo impugnada por diez valientes seres a los que el estatuto victimizaba.

El Gobierno hizo lo que tenía que hacer: le dijo al mundo que en Puerto Rico ya las personas no serán más tratadas distinto por algo tan íntimo, tan natural, tan inevitable, tan humano, como su orientación sexual, por querer amar a quien ellos quisieran amar.

Pudo haber sido diferente. Pudo haber pasado hace mucho tiempo. Pudo haber salido de nosotros sin que temiéramos que nos lo impusieran desde afuera. Pudo haber ocurrido antes de que estuviéramos acorralados por la historia.

Pero es que nada es perfecto, como debíamos haber sabido hace mucho tiempo. Se camina paso a paso. Un escalón primero y el otro después. Así ha sido siempre.

Lo importante es que pasó: Puerto Rico ya no pertenece a la ignominiosa lista de países que tachan, persiguen, invisibilizan y ocultan bajo la alfombra a personas que solo quieren amar y vivir como todos los demás.

Pasó gracias a los que, aquí y afuera, no se resignaron a ser tratados como menos que nadie y llevan décadas en esta gesta. Pasó gracias a los maltratados, a los vejados, a los burlados, a los que derramaron su sangre, a los muertos, a los suicidas, a los deprimidos, a los que no callaron, a los que no callarán.

Pasó gracias a un hombre justo y valiente, César Miranda, secretario de Justicia, quien, a sus 70 y tantos años no ha dejado de crecer, supo que el estado de las cosas como estaban era indefendible y lo vociferó en términos absolutamente claros: “A mí me atormenta la idea de que una persona por su orientación sexual no pueda manifestar libremente el amor que siente por su pareja, tenga que ocultar su sentir y su relación, que muchas veces hasta la tienen que ocultar de su propia familia, que si son niños son objeto de ‘bullying’ y de maltrato y de mofa. Sencillamente, en una sociedad madura eso no es permisible. El estado no debe tener el derecho de dictarle a una persona a quién ama y con quién se casa”.

Pasó gracias a otro hombre, Alejandro García Padilla, gobernador, quien, venciendo temores espirituales (su condición de católico practicante) y carnales (el costo político que esto va a acarrearle) consintió a que el Gobierno de Puerto Rico abriera los puños que mantenía cerrados y le extendiera las manos abiertas a los que por toda la historia habían sido tratados como si no merecieran llamarse seres humanos.

Queda camino. Y mucho. Quedan, como vistos en una película en blanco y negro sin sonido, los que siguen ladrando que si la religión, que si la naturaleza, que si la moral, que si el hombre y la mujer, que si los valores, que si la familia, que si la cultura, que si sabe el diablo cuántas cosas más, incluyendo a los que saben en su corazón que esto es lo justo y lo inevitable, pero se desgracian a sí mismos por querer ganarle las migajas de unos cuantos votos a la inmensa tragedia humana que es la marginación y el discrimen.

Mas la vereda está marcada.

Ya es ilegal discriminar a homosexuales. Desde agosto, a los niños y las niñas se les enseñará en la escuela que todos somos iguales y merecemos respeto aunque seamos distintos.

Pronto estaremos acompañando a amigos y a amigas queridas, a familiares, a compañeros de trabajo, a vecinos, en esas ceremonias siempre tan conmovedoras en que dos personas que se aman se comprometen a seguir haciéndolo por toda la vida y se besan y lloran y bailan, entrelazados brazos, risas y sueños.

La administración de Alejandro García Padilla será muy mal juzgada en la historia, por razones casi todas válidas, por todos los vicios que en este momento tan feliz no vale la pena ni mencionar, que para eso habrá tiempo después.

Pero en el tema de los derechos humanos de los homosexuales hay que reconocérselo con todas sus letras: nunca se había avanzado tanto en la historia de Puerto Rico como en los pasados dos años.

El 8 de febrero de 2004, cuando esto no era más que una quimera, cuando nadie habría sido capaz de imaginar que en apenas una década se avanzaría tanto, el periodista británico Andrew Sullivan publicó una estremecedora columna en la revista estadounidense Time en la que decía que el matrimonio es el evento más importante en las vidas de la mayoría de las personas, algo que siempre, según lo creían en ese momento él y todo el que tuviera los pies bien puestos en la tierra, le estaría vedado por siempre a los homosexuales.

“Cuando las personas hablan del matrimonio gay, no ven el punto. Esto no se trata de matrimonio gay. Se trata de matrimonio. Se trata de familia. Se trata de amor”, decía Sullivan.

Más claro, imposible decirlo.

Más claro de lo que viene pasando en los países más avanzados del mundo durante los pasados años, imposible. Más claro de lo que pasó en Puerto Rico el 20 de marzo de 2015, muy difícil.

De hecho, ayer, sábado, si se fijaron, el omnipresente sol boricua tenía un brillo distinto. Es que todo cambió el viernes. Es que llegamos, casi sin darnos cuenta, al Siglo XXI.

(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay)

 

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