De Mónica para los niños
Minutos después del juego del viernes en que Mónica Puig aseguró su medalla en los Juegos Olímpicos Río 2016, el expelotero de grandes ligas Álex Cora colgó en las redes sociales un vídeo de apenas siete segundos que, sin palabras, decía casi todo lo que puede ser dicho sobre el histórico desempeño que tuvo la tenista puertorriqueña en Brasil.
En el vídeo, la hija de Cora, Camila, de 13 años, y un grupo de sus compañeros de escuela celebraban saltando, abrazándose y gritando de alegría el momento en que Puig vencía a la checa Petra Kvitova para asegurar la primera medalla femenina en la historia del olimpismo puertorriqueño.
Incontables escenas así se repitieron el viernes y el sábado, cuando Mónica alcanzó el oro, a lo largo de la isla y en muchas comunidades puertorriqueñas en Estados Unidos ante el bálsamo que representó para una sociedad tan agobiada el inesperado triunfo en Brasil. El país se paralizó viendo a Mónica utilizar cada centímetro de voluntad para lograr un triunfo que tenía más que merecido.
Pero es el vídeo de los niños y niñas el que mejor nos muestra el incalculable valor que tiene el deporte como fuerza transformadora en una sociedad. Esos niños y niñas vieron a una jovencita igual que ellos fajarse de extremo a extremo del partido y del torneo, hacer acopio de toda su voluntad, enfoque, disciplina y valentía, para alcanzar por su propio esfuerzo uno de los más grandes triunfos individuales imaginables: una medalla oro olímpica de oro, en su caso la primera que gana nuestra Borinquen.
Mónica Puig ha sido absolutamente generosa atribuyéndole más a Puerto Rico que a ella misma el inmenso logro de nuestra primera medalla de oro. Pero la realidad es que el triunfo es más de ella que de nadie porque fueron su voluntad, su talento, su enfoque, su disciplina, su deseo de triunfar y su perseverancia los que la llevaron a la cima.
Los niños como la hija de Álex Cora y los otros miles que la vieron sobreponerse a todas las dificultades para alcanzar el triunfo de este momento perfecto saben que si se quiere, se puede y ese es la gran lección que Mónica Puig ha dado a nuestra historia.
Nuestro país, sobra decirlo, atraviesa momentos muy difíciles. Estamos en una coyuntura histórica, que definirá el rumbo que tomaremos de ahora en adelante. De un tiempo hacia acá, son malas noticias tras malas noticias. Vivimos enconados los unos con los otros. El inmenso triunfo de Mónica, que es también nuestro por haberla acompañado con nuestro apoyo, nuestras vibraciones positivas y nuestras oraciones, es agua bendita que por unas horas nos ha aliviado de todas las penas y será recordado por siempre con infinito cariño.
Pero para nadie es más valiosa la lección para que quienes se están formado en este momento y vieron con sus propios ojos que sí, que es cierto, que cuando se quiere se puede y cuando se quiere de verdad se trabaja por ello. Mónica llegó a Río de Janeiro sin más fe que la de ella misma, su familia, y la de un país que idolatra a sus atletas. Nadie, salvo ella misma, y algunos de nosotros que creemos que los puertorriqueños somos capaces de todo, aunque no nos hayan dejado intentar casi nada, creía que podía ganar una medalla, mucho menos la de oro.
Pero ella creía y ella trabajó por su medalla sin rendirse y sin desviarse. Eso es lo hoy saben, más que ayer, todos los niños y niñas de nuestro precioso Puerto Rico. Y eso se le quedará en la mente a muchos y transformará a unos cuantos.
(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)