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Las cosas por su nombre

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El ganador del debate fue…

Nos carcome una extraña fijación con identificar el “ganador” de un debate entre políticos, como si se tratara de un juego de fútbol, una carrera de caballos o, peor, una pelea de boxeo. En los debates, como el de anoche entre Pedro Pierluisi y Ricardo Rosselló, quienes se disputan la candidatura del Partido Nuevo Progresista (PNP) a la gobernación, no se otorgan puntuaciones, por lo que tratar de elegir un “ganador” no es más que vano desvarío.

Es a otras cosas a las que hay que prestar atención cuando estamos ante la oportunidad de ver a dos o más candidatos debatiendo en vivo, sin libretos y ante preguntas preferiblemente impertinentes, porque, tal como no es lo mismo con violín que con guitarra, no es lo mismo un mensaje pregrabado o un discurso ante seguidores que, en no pocas ocasiones, están embelesados por el carisma del candidato, que el ejercicio de enfoque y profundidad que merece un debate.

Lo que hay que mirar en estos casos cómo se proyecta, cuánta seguridad demuestra en sus planteamientos, cómo interactúa con su rival y cómo sortea momentos complicados. De las respuestas, no se puede esperar mucho. Los rígidos formatos de los debates impiden una verdadera interacción entre político y periodista, lo cual le facilita al político despachar lo que no le conviene y hartarse con lo que sí.

Esto no quiere decir sea tiempo perdido el tiempo ocupado en ver un debate, sobre todo el de anoche, porque, como en muchas entrevistas, la información aquí no está en las respuestas, sino en las preguntas y, sobre todo, en los silencios.

Vamos, pues, al mambo. En el debate de anoche, ninguno de los dos cometió errores obvios de proyección. Pierluisi habló con la serenidad y la seguridad que dan la experiencia. Rosselló, mientras tanto, demostró que es muy inteligente, que tiene una enorme capacidad de memorizar datos y que domina muy bien las propuestas con las que ha estado trabajando por al menos tres años.

Hubo un momento, incluso, en que demostró una pericia que hasta ahora no le conocíamos para, como en el baloncesto, coger un pase en el aire y encestar, cuando, huyéndole a una pregunta que estaba muy empeñado en no contestar (la del efecto que podría tener en la economía de Puerto Rico y en las asignaciones federales que el recibe el Gobierno la alianza suya y de Pierluisi con el fundamentalismo religioso), se sacó, como un mago un conejo de un sombrero, lo de los baños tecnológicos.

Pierluisi, huyéndole al mismo tema, tuvo su momento de “los nenes con los nenes y las nenas con las nenas”, diciendo que los niños tenían siempre que ir a baños de niños y las niñas a baños de niñas, con lo que se evidenció como un hombre que no ha llegado al Siglo XXI, porque ya las cosas no son tan rotundas como antes. No lo dijo en todas sus letras, pero de sus palabras se puede entender que la promesa que les hizo a los religiosos va porque va, aunque le cueste millones de dólares en fondos federales al Departamento de Educación. Es menester dejar establecido que, para el propósito que le ocupa ahora, ganar la primaria del PNP, haberse pintado así no es malo, sino todo lo contrario, porque esa es la melodía que quieren oír los de ese partido.

Resultó curioso que Rosselló siempre estuvo a la ofensiva contra Pierluisi, atacando continuamente su historial, su alianza de facto con el PPD en el tema de la quiebra y sus presuntos cambios de posición. El que ha visto boxeo sabe que, cuando la pelea ya está en las etapas finales, el que sigue atacando y presionando es el que cree que va atrás en las puntuaciones de los jueces. En política es igual: dice la ortodoxia que cuando un candidato anda presionando al otro es porque se siente que va atrás. Pero no hay encuestas públicas recientes que nos digan si, en efecto, Rosselló está tratando de remontar una desventaja, o, por el contrario, estaba buscando un tiro de gracia.  

Fue tanto lo que no contestaron que al no contestar lo dijeron todo.

Rosselló le ha prometido a los bonistas reducir la burocracia gubernamental en 70% y suprimir o consolidar o como quiera llamársele a 78 agencias. Pero no precisó ni una, ni aunque se le insistió mucho en que lo hiciera. Eso sí, tiró por ahí como quien no quiere la cosa que piensa privatizar la generación de energía eléctrica. Eso quedó bastante claro, quizás lo único que quedó claro en toda la noche, y está ahí para que se le examine.

Pierluisi, que se la pasa hablando de recortes de gastos, tampoco quiso precisar dónde, dónde, bendito sea Dios, dónde.  Fueron, pues, silencios de esos que dicen mucho. Este servidor, y los colegas Luis Guardiola e Ivonne Solla, tratamos, gente, de que les dijeran quién de ustedes está en peligro. Pero ellos, ni a palos iban a decir eso ahora, cuando les puede costar, quizás, uno que otro voto. En el fondo, quizás, ambos prenden velas para que lo haga la junta de control fiscal, otro tema del que evadieron responder categóricamente.

Con el tema de la reforma de salud, cuyos problemas económicos son monumentales, los dos repitieron lo mismo que se vienen intentando, sin éxito, hace ya más de 20 años para detener el sangrado de fondos públicos que ese insensato programa provoca. Quedó claro, pues, que ninguno de ellos va a ser el gobernador que va a arreglar ese problema.

Rosselló dijo clarito porqué: al 88% de los usuarios de la tarjetita les encanta tenerla. Eso es lo mismo que si a algún gobernador se le hubiese ocurrido regalarle un Mercedes Benz a cada ciudadano que necesitara un carro. Todos estarían muy contentos también, claro. Pero eso no quita que el Mercedes Benz, por más bueno que sea y más contenta esté la gente, no podemos pagarlo y que hay otras maneras más sensatas de garantizarle transporte a los que lo necesiten. Pero así es que funciona este país.

En el tema de la estadidad, vimos una intensa sesión de automotivación, con los dos esforzándose afanosamente por demostrar quién es el primero que, a pesar del ambiente envenenado que hay en Washington en este momento hacia todo lo que tiene que ver con Puerto Rico, la va a traer envuelta en papel celofán para abrirla en una plaza pública y que todos la disfrutemos. Demostró este tema, otra vez, cuán dispuestos están estos señores a decirle lo que sea para ganar un voto, aunque eso significa cerrar ojos, oídos y nariz a todo lo que hay a su alrededor

En fin, que nuestros amigos Rosselló y Pierluisi fueron al debate a tratar de decir lo menos posible, diciendo en el camino bastante para el que lo supiera leer. Ganó, por último, el que prefiera.

(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay

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