Las emociones del 13…
Es un tema universal y al tiempo muy personal. Cada uno de nosotros tiene su propio y único 13. Es cualquier día del calendario que es memorable porque marca una pérdida enorme. En mi caso, es hoy martes, 13 de noviembre de 2018, fecha que evoca la década del deceso de mi hermana Sonia M. (Chiqui) Rosa Vélez, brillante escritora y soñadora. Tras un diagnóstico de cáncer de seno en etapa cuatro, en el 2007, y un año de batallas, descansó aquel 13 de noviembre de 2008. Sé que me comprenden cuando les escribo que el dolor de perder a un ser amado es inmenso y desgarrador. Son muchos los que, lamentablemente, lo han experimentado. Algunos recientemente; otros, como es mi caso, hace algún tiempo. Todos tenemos un común denominador: un proceso de duelo emocional que, aunque los expertos lo establecen en etapas, cada uno de nosotros lo experimenta de forma diferente, a la luz de nuestras vivencias con la persona que hemos perdido.
En mi caso, por mencionarles solo un ejemplo, se me hizo muy difícil, por algún tiempo, escribir en mis blogs, ya que me daba una tristeza enorme, que yo pudiera hacerlo y ella, no. Así, que por largo rato, mis blogs estuvieron silenciados, solo los activaba dos veces al año, los emblemáticos 13 para apalabrarla o en su efecto, sanar a través de las palabras. Ella nació un 13 de junio, falleció un 13 de noviembre, y descansa en el panteón 13. Sé que cada uno de ustedes lleva su dolor de una manera muy personal. Precisamente, los preceptos de la inteligencia emocional nos brindan herramientas para gestionar de manera más efectiva nuestras emociones, incluyendo nuestros duelos.
La psicóloga Rachel Green, directora del Instituto de Inteligencia Emocional y autora del libro Cómo desarrollar resiliencia emocional y manejar tus emociones explica que la “resiliencia emocional consiste en poder viajar a través de las tragedias de la vida, poder darles el reconocimiento emocional y el respeto que merecen, y luego poder regresar a un lugar más positivo en tu vida”.
De igual forma, en su libro La inteligencia emocional y el proceso de duelo, María del Carmen Castro Merino expresa que la “única forma de salir fortalecidos de los duelos es aceptarlos y enfrentarlos con una actitud digna y lo mejor posible”. Esta descripción va muy a tono con el concepto de regulación emocional que Rafael Bisquerra define como “la capacidad para manejar las emociones de forma apropiada. Supone tomar conciencia de la relación entre emoción, cognición y comportamiento; tener buenas estrategias de afrontamiento, y la capacidad para autogenerarse emociones positivas”.
De hecho, esa resiliencia emocional que nos lleva a la búsqueda de estrategias de regulación emocional es función de nuestro autoconocimiento y de cómo somos capaces de anticipar, enfrentar y administrar situaciones altamente emocionales, incluyendo la muerte de un amado.
Entre las estrategias que sugiere Castro Merino para lo que ella denomina un “duelo sano”, se encuentran: “darse permiso para estar en duelo; tener paciencia; compartir los sentimientos con otros; encontrar un espacio para llorar, gritar, o lo que necesite, pero de manera asertiva; no ignorar los sentimientos; usar técnicas de relajación”. Sus recomendaciones son algunos ejemplos de estrategias adaptativas de regulación emocional tan necesarias para enfrentar una pérdida. Es importante reiterar que la regulación que postula la inteligencia emocional no significa reprimir, evitar, suprimir o ventilar descontroladamente las emociones. Esos serían ejemplos de estrategias desadaptativas que no nos llevarían a la ruta de la recuperación deseada. Las emociones no controladas pueden afectar nuestra salud mental y física, lo que a su vez puede afectar a aquellos familiares o seres queridos que nos necesitan.
Lo sé, la tristeza puede ser paralizante, mas en nuestro interior, tenemos esa resiliencia que nos permitirá seguir adelante aun en medio del dolor. A su tiempo, en tu tiempo, pero es importante continuar por nuestro bienestar y el de los que cuentan con nosotros.
Te mentiría si te dijera que 10 años después el dolor desaparece, sigue presente pero matizado en hermosas memorias, esas que nunca perecen y se conservan en las emociones del 13.
Bienvenidos a Ecología Emocional. Te invito a seguirme en Twitter. Si quieres conocer más sobre mí, presiona aquí.