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Empatía y resiliencia en el aula virtual

El aula virtual es uno de los múltiples retos que nos ha legado el mundo pandémico. De golpe y porrazo, el singular 2020, nos impuso la educación a distancia para que los alumnos, desde niños de grados primarios hasta universitarios, pudieran proseguir sus estudios en los tiempos del coronavirus. A nivel mundial, algún día de marzo, se les dijo a los educadores: ‘tienen que ofrecer sus clases asistidas por tecnologías’. Un cambio súbito para la mayoría de los centros de educativos que, tradicionalmente, llevan a cabo el proceso enseñanza aprendizaje en los salones de clase. La denominada ‘nueva realidad’ -que ya no es tan nueva- obligó a maestros y profesores universitarios, algunos capacitados para hacerlo, otros no, a salir de su elemento y con esto, destapar vulnerabilidades y desafíos de transferir la cátedra, de la noche a la mañana, al ciberespacio.

Y es que, el 2020 nos dejó al descubierto la profundidad de la palabra cambio y cuántas emociones evoca. El cúmulo de situaciones provoca que sea un tiempo, para muchos, muy emocional manifestado en frustraciones, falta de paciencia, y desasosiego. Han transcurrido 10 meses desde que iniciaron las clases en línea, desde ese entonces, hemos visto varios incidentes que ilustran el secuestro emocional y nos hacen reflexionar sobre la importancia de la empatía y la inteligencia emocional en los contextos de la educación a distancia.

Algunas de las variables con las que hemos lidiado desde que inició la educación formal ciberespacial han sido: el agotamiento colectivo; el reto de sostener una comunicación efectiva, a través de una videoconferencia; la disyuntiva de dictar las clases sincrónicas o no; la percepción o realidad de una mayor carga académica, así como los asuntos de integridad académica. Del mismo modo, nos enfrentamos a los juicios generalizados e inmediatos -de educadores y estudiantes- compartidos a toda la web; los desafíos tecnológicos de conectividad; la adaptación a nuevas plataformas; la resistencia al cambio; la ansiedad, y la multiplicidad de roles de los padres/maestros en el caso de la educación escolar. Esto sin contar los ruidos en el proceso de comunicación, tanto los literales como el vecino pasando la podadora o escuchando música a alto volumen, como los más sutiles, que incluyen la iluminación de la cámara, sonido, contexto; la falta esporádica o constante del servicio de energía eléctrica; y los asuntos de privacidad.

Y digo hemos, porque lo he experimentado desde los dos puntos de vista: como profesora universitaria y como estudiante. En mi caso, por fortuna universal, entre el 2018 y 2019, había tomado la Certificación de Educador Virtual, una capacitación de 60 horas contacto que ofrece el Centro de Recursos para la Educación a Distancia (CREAD) del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), precisamente para diseñar e impartir cursos en línea. Además, los cursos graduados que impartí, en los pasados dos semestres, estaban clasificados como híbridos, así que ya llevábamos la dinámica de algunas clases presenciales y otras a distancia. En ese sentido, en mi caso la transición no fue tan brusca, como para otros profesores y maestros, que experimentaron grandes niveles de estrés y confusión con un cambio que trastocó la estructura de poder y autoridad a la que estaban acostumbrados. Por esa razón, de enero a diciembre del 2020, vimos bastantes episodios públicos de incomprensión, burlas y de los sinsabores que ha provocado esta modalidad de enseñanza.

Esta semana y la próxima inician las clases en la mayoría de las escuelas y universidades, nuevamente en modalidad a distancia. Este nuevo comienzo, ya con 10 meses de experiencia, nos da la oportunidad de invocar la empatía en el proceso de enseñanza/aprendizaje.

Como manifestó el doctor José R. Ferrer López, director la División de Educación Continua y Estudios Profesionales (DECEP) y CREAD del RUM, “¡es un momento para ser empático!”

“Uno de los aspectos que noto en algunos docentes y administradores es que se cierran al cambio. En realidad, los seres humanos cambiamos todos los días, en esa parte no tenemos problemas, pero sí cuando llega un cambio súbito y trascendental, como el que experimentamos. Entonces algunas personas, que no conocen profundamente la educación a distancia, dicen que no tiene la misma calidad que la presencial. Eso es un mito. En este caso, no teníamos opción y tenemos que sacarnos de esa mentalidad fija, de que lo que teníamos antes era mejor”, dijo en entrevista con Foro Colegial, espacio radial que modero en Radio Universidad.

“Considero que la empatía está en decir: ‘Vamos a ser compasivos con los estudiantes y los profesores. Vamos a impartir la educación a distancia bien y seguir mejorando’. La educación después de esto, no va ser lo que era antes porque hemos tenido un proceso de aprendizaje profundo de cómo las tecnologías han ayudado a democratizar el proceso educativo; y llevar la educación dónde están las personas y no obligarlos a venir donde está la educación. ¡Es un cambio de paradigma! Lo más humano es llevar la educación donde están las personas. Así que es tiempo de practicar la empatía y usar nuestras emociones de forma positiva”, agregó el catedrático, quien además es el presidente de la Junta Asesora de Educación a Distancia de la UPR y desarrolló Modelo Multiestratégico para la Enseñanza Efectiva en Línea (MEL), que forma parte de la Certificación de Educador Virtual que ofrece el Colegio de Mayagüez.

Sin duda, un tiempo diferente que requiere altos niveles de empatía e inteligencia emocional, tanto en el día a día, como en las dinámicas de educación a distancia. Precisamente, la doctora Amber Weber, profesora y gerente de diseño instruccional Florida International University (FIU), expresa que “enseñar con interés empático abre la posibilidad de un compromiso profundo a pesar del trasfondo emocional cambiante”. Para ello recomienda a los educadores que “permitan que su aula virtual se convierta en un lugar para la discusión abierta y el reconocimiento de los desafíos prácticos y emocionales que enfrentan los estudiantes para avanzar en el aprendizaje en múltiples frentes”. Sugiere, además, “ofrecer un lugar para que los estudiantes expresen sus inquietudes o desahogarse proporciona un punto de apoyo para el tipo de diálogo directo entre el estudiante y el instructor y la tutoría que a menudo es esencial para el éxito del alumno en línea”.

Por otra parte, la doctora Weber también recomienda a los educadores a fomentar la resiliencia. “La fuerza interior para permanecer resiliente requiere flexibilidad, creatividad, determinación y optimismo. La enseñanza de la resiliencia comienza estableciendo el tono y modelando un enfoque tranquilo para enfrentar las dificultades”, indica.

Son los educadores los que establecen el tono de la clase y pueden lograr crear un ambiente de presión, sobre la presión global de una crisis de salud, o pueden ser empáticos, modelando la inteligencia emocional con sus propias palabras y acciones. En el aula virtual colocarnos el sombrero empático es más importante que nunca.

Arte Kaliany Serrano Viera

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